Una entrevista de Gonzalo Lahoz.
Relativo poco tiempo, cuatro años, ha pasado Paolo Pinamonti (Venecia, 1958) el frente del Teatro de la Zarzuela. En pleno verano y antes de que se supiese el nombre su sucesor en el cargo (Daniel Bianco, Buenos Aires, 1958), el italiano nos recibe en su despacho, entre avión y avión, para hacer balance de su paso por Madrid y desglosar su última temporada, la más ambiciosa y más redonda sobre el papel.
En cuatro años, ¿cuántas veces ha tenido que escuchar que en España no sabemos valorar lo nuestro?
Sí, ciertamente lo he escuchado mucho. Y en realidad con la zarzuela es casi un problema semántico, con el Teatro, el género y con la palabra en sí misma. Sin duda hay una serie de prejuicios en relación a la zarzuela que van ligados a los acontecimientos, a la historia de los últimos sesenta años que la conectan con una imagen no progresista de la vida cultural española. Durante mi estancia en Madrid, he querido demostrar desde un principio que esto no es verdad, que no es su imagen correcta. La zarzuela es mucho más que eso, es algo que ha caracterizado la vida, la historia musical, la lírica española desde Calderón de la Barca hasta Sorozábal; son 350 años de historia de la música en los que la zarzuela ha tenido una identidad y un desarrollo propios, siendo realmente importante en la historia de este país. En este sentido, también existe un problema, a mi entender, con el escaso conocimiento que se tiene sobre la historia propia de la zarzuela, porque se limita la identificación de la zarzuela con el género chico. Se confunde toda la zarzuela con los cincuenta años que duró el género chico, que es una fase muy importante, pero limitada a una pequeña parte de los 350 años de vida de la zarzuela. La gran zarzuela romántica, las tentativas de Chapí o Giménez de ampliar el género con Curro Vargas, La Tempranica… toda la zarzuela barroca…
Ese es un aspecto de su programación, el de la ampliación del repertorio, que ha sido palpable durante su mandato…
Para mi era fundamental abrir el abanico de visiones del género, demostrar su importancia en la historia musical de este país y demostrar el diálogo que mantenía con otros géneros y países, tal y como hicimos en la temporada pasada con la apropiación de otros géneros, como vimos con las obras de Offenbach o Bizet…
Y para este año, ¿cuál ha sido el konzept, la idea global?
El volver a lo rigurosamente zarzuelístico pero sin cerrar ese abanico, yendo desde Durón en el Barroco hasta lo contemporáneo con un encargo de una obra nueva a Perera Fons.
¿Qué esperamos de este estreno absoluto?
Desde el momento en que llegué a la Zarzuela quise, siempre lo he dicho, impulsar las nuevas creaciones. Es una relación digamos problemática, ambigua e incluso conflictiva ya que en muchas ocasiones los nuevos creadores quieren ir más allá del teatro, incluso ir contra el teatro. Eso quizá es entendible en el polémico Boulez de los sesenta hablando de que todos los teatros se queman, pero no ha de ser así fuera de aquel momento concreto. Por esta razón he querido confiar esta obra nueva, Maria Moliner, a Antoni Perera Fons, ya que es un hombre que tiene una gran cualidad: sabe escribir para la voz humana, y cuando uno quiere afrontar la música teatral, ha de saber de canto.
Es un compositor que cuida desde luego la prosodia…
Sí, sí, exacto. Dota de la atención necesaria a la dimensión melódica y al canto; algo que la creación contemporánea es algo que no ha considerado una preocupación digamos esencial.
No le pido nombres pero, ¿ha habido algún compositor que se haya echado atrás al mencionar la palabra “zarzuela”?
No, no. En absoluto, al contrario. De hecho hay proyectado un nuevo título para la temporada 16-17 y otro posterior que no sé si finalmente ahora se llegará a realizar. No puedo programar más obras nuevas por temporada y realizar versiones en concierto de obras contemporáneas no me parece de lo más idóneo porque es una contradicción en sí mismo.
Otro aspecto que se ha podido ver es el comienzo de una internacionalización…
Bueno, esto ya es más complejo, la verdad; algo complicado…
No ya hacia fuera, pero sí hacia dentro…
Sí, en este punto sí ya que empieza a haber artistas extranjeros que se muestran de veras interesados por la zarzuela. Al revés, hacia fuera, la internacionalización de la zarzuela ha sido un fenómeno periférico ligado a un momento puntual de un artista concreto. Producciones sueltas en París, Plácido Domingo llevando Luisa Fernanda a Italia, El Gato Montés en Lisboa… El gran problema, el esencial, evidentemente es el lingüístico, porque no se entiende el castellano y hay cosas que no tienen traducción y si se empiezan a cortar se altera profundamente la esencia de la zarzuela. La zarzuela del periodo romántico además está muy, muy conectada a la realidad político-social de la vida española y madrileña en concreto que, si se descontextualiza, queda vacía. No obstante hay temas y textos como el de Curro Vargas, de Vicente Paso, de altísima cualidad literaria, que pueden verse fuera de España.
Vicente Paso junto a Joaquín Dicenta, que es el mismo autor de Juan José, que se estrena en versión escenificada por primera vez esta temporada…
Dos grandes obras, de gran profundidad en los temas. No todo puede salir, pero son grandes texto del teatro lírico europeo; máxime con una persona como Graham Vick detrás.
¿Ha sido ese Curro Vargas su mayor éxito al frente del Teatro de la Zarzuela?
Desde luego. Poder traer a Graham, que hiciese una zarzuela y sobre todo con el resultado artístico obtenido, polémicas y discusiones incluidas, ha sido muy importante para mí.
¿Su concepto sobre la zarzuela o sobre lo que la rodea ha cambiado en algo tras su paso por Madrid?
Digamos que he hecho muchos y felices descubrimientos. La imagen que tenía sobre algunos compositores se ha visto reforzada muy favorablemente. ¡Y de los textos que no conocía bien! La imagen de la música española que se tiene en el extranjero se reduce a los compositores españoles que llegaron a salir fuera: Albéniz, Granados, Falla… Pero para mi el mapa musical español se ha ampliado generosamente en cuanto a finales del XIX y comienzos del XX con autores que, aunque claro está ya conocía, he descubierto de ellos nuevas obras que me parecen realmente importantes, tanto como algunos autores italianos tipo Leoncavallo o Mascagni, o incluso Massenet. Ahora no entiendo por qué se programan obras de Janácek que se realizan tan bien y no se programa Chapí.
Entre estos descubrimientos, como veneciano, Galanteos en Venecia de Barbieri…
Bueno, ¡fue la curiosidad de un título como este lo que me empujó a estudiarla! Y luego viendo la partitura descubrí que era una música muy bonita que valía la pena programar y volver a ser escuchado. Barbieri es una garantía, un gran compositor que nunca falla.
Donde no parece haber alcanzado el éxito que esperaba es en la creación de una escuela de canto ligado al Teatro de la Zarzuela...
No he conseguido realizarlo por varias razones. No tanto presupuestarias sino de organización interna. Creía que tendría más disponibilidad de espacios, pero es algo que la estructura del Teatro de la Zarzuela no permite… así que lo hemos transformado en proyectos puntuales como La reina mora o el segundo reparto de La del manojo de rosas con Teresa Berganza…
Siempre digo que este es el único teatro donde el público canta siempre… Pero si canta siempre, es porque recuerda. ¿No cree que si no logramos hacer venir a los jóvenes, no tendrán nada que recordar para venir cuando sean mayores?
El atraer a los jóvenes al teatro es un camino lento que no se hace en un día. Es un problema inevitable: los jóvenes no van donde van sus padres o abuelos, no es lo natural. El teatro no sólo es escuchar sino que es un sitio social donde disfrutar con los amigos, los conocidos, la pareja… un joven no puede disfrutar con lo que disfrutan sus abuelos. Lo que hay que conseguir es que vayan en otras funciones, no junto a sus padres y que luchen contra esos prejuicios de los que hablaba al principio. Lo fundamental es romper ese prejuicio, después, si lo hacemos bien, ya vendrá todo rodado. No basta con programar zarzuela, hay que querer programar zarzuela y sentarse a escucharla.
¿Se deja algo en el tintero por programar?
¡Sí, claro que sí! Cara de Dios de Chapí, quería dedicar más tiempo a Gerónimo Giménez con la anticipación de la Revista. Las óperas de Usandizaga y Escudero…
¿Con qué sensaciones se marcha?
De verdad, muy contento y satisfecho. También con algo de nostalgia porque he trabajo muy, muy bien, con un ambiente de trabajo muy saludable. Si me hubieran dejado, me hubiera gustado quedarme dos, tres años más en la zarzuela para luego pasar sí al Teatro San Carlo de Nápoles.
Compartir