Una entrevista de Mario Guada | @elcriticorn
Cántabro de nacimiento, Miguel Trápaga estudió en los conservatorios “Ataúlfo Argenta” de Santander y en el Real Conservatorio Superior de Música de Madrid, con Javier Canduela y Demetrio Ballesteros respectivamente. Otros guitarristas que han contribuido decisivamente a su formación han sido José Tomás, David Russell y Gerardo Arriaga. Fue becado por la Fundación Marcelino Botín de Santander, Juventudes Musicales de Madrid y por la Fundación La Caixa de Barcelona, obteniendo premios en muchos de los más importantes concursos musicales en España, Estadous Unidos y Canadá. Ha ofrecido recitales en algunos de los escenarios más importantes del panorama internacional. Desarrolla su labor pedagógica como profesor de guitarra del Real Conservatorio Superior de Música de Madrid, y habitualmente imparte cursos de perfeccionamiento en España y en el extranjero. Es, además, un autor muy comprometido con la música contemporánea, estrenando y siendo dedicatario de obras de autores como José Manuel Fernández, Juan José Mier, Luis Barroso, Antonio Noguera, Alejandro Moreno, Esteban Sanz Vélez, Esperanza Zubieta, Emilio Otero Palacio, Ananda Sukarlan, David del Puerto o Leo Brouwer... Precisamente este último autor es protagonista de su reciente granación para el sello Naxos, con el célebre Concierto de Aranjuez de Joaquín Rodrigo y la primera grabación mundial del Concierto de Benicassim del propio Brouwer, acompañado por el director Óliver Díaz y la orquesta Real Filharmonía de Galicia. Al amparo de este acontecimiento recibe a CODALARIO para charlar sobre la grabación y su visión de las obras de Brouwer, Rodrigo y Martin, de la guitarra española y de otras inquietudes.
¿Usted es un apasionado de la guitarra española en su concepto más amplio? Vuelve aquí de nuevo a ese repertorio, de manera directa e indirecta. ¿Qué cree que ofrece la música española para guitarra que no ofrezca la compuesta por autores foráneos?
En realidad diría que soy un apasionado de la guitarra, lo que da por hecho que también lo soy de la guitarra española si entendemos que esta denominación está fundamentalmente basada en el repertorio que se interpreta. La guitarra ya se ha universalizado y el concepto de guitarra española dejaría de lado obras tan apasionantes como las de Britten, Brouwer o Takemitsu –por poner algunos ejemplos–, que no tienen en absoluto ninguna aproximación estética a lo español. Por otro lado, es indudable que la guitarra encaja como un guante a muchos recursos típicos de la música española y, al contrario, los propios recursos técnicos del instrumento muchas veces son los que condicionan las características de la música española. No tendríamos más que fijarnos en algunas obras de Albéniz o Falla, que no emplean la guitarra pero en las que el instrumento aparece muchas veces implícito.
Lo más destacado de esta novedad discográfica es la presencia de dos estrenos mundiales para la guitarra. ¿Por qué ha seleccionado estas dos piezas concretas?
Los guitarristas tenemos las Cuatro Piezas Breves de Frank Martin como uno de los pilares del repertorio guitarrístico del siglo XX. El hecho de saber que la orquestación que el propio Frank Martin hizo de esta obra estuviera sin grabar durante todas estas décadas –la concluyó en el año 1934– era algo que no podíamos entender porque la música creo que es interesantísima. Cuando se la mostré a Óliver Díaz, enseguida entendió la calidad que tenía la obra y lo importante que sería grabarla. Con la otra primera grabación del disco, el Concierto de Benicassim de Leo Brouwer, ocurrió algo parecido. Cuando empecé a leer este concierto enseguida tuve la impresión de que era un concierto magnífico y tenía todos los ingredientes para que fuera una obra realmente importante para nuestro repertorio.
Leo Brouwer, por su querencia y conocimiento como intérprete de guitarra, es sin duda uno de los compositores contemporáneos que más atención ha dedicado al instrumento, también en el género del concierto. ¿Qué ofrece este noveno concierto dentro de su catálogo?
En mi opinión, este concierto tiene la virtud de sintetizar gran parte de la estética de Leo Brouwer. Los tres movimientos son muy contrastantes y recogen rasgos propios de su música a lo largo de los años, consiguiendo además la sensación de novedad. Por un lado inventa nuevos recursos guitarrísticos o utiliza otros nunca utilizados por él, y por otro, tiene la habilidad de incorporarlos a su propia tradición.
La obra se concibe como celebración del 150 aniversario del nacimiento del gran Francisco Tárrega. ¿Hay mucho de este autor en la obra de Brouwer o se trata más bien de un mero homenaje?
Creo que es un homenaje. No hay citas concretas de Tárrega –como si hace por ejemplo en su tercera sonata–, aunque si hay momentos evocadores, como en la cadencia del tercer movimiento. Aparece un pequeño trémolo –que yo consideraría un recuerdo a Tárrega porque, al menos que yo sepa, Brouwer nunca ha utilizado este recurso en ninguna obra– y también hay una alusión a un Tempo di mazurka lenta que evoca una de las cuatro que compuso Tárrega.
¿Cómo explica que hayan tenido catorce años desde su composición para que pudiera ser grabado por primera vez?
Creo que principalmente se debe a la situación de crisis por la que atravesamos y también a la gran dificultad que supone no solo grabar un disco para guitarra y orquesta, sino también el hecho de poder tocarlo en un concierto de temporada. No hay más que ver la programación de las orquestas para darnos cuenta de que la guitarra no es, desgraciadamente, un instrumento habitual en los conciertos sinfónicos. Suerte que he contado con un director como Óliver Díaz que, además de ser un músico realmente extraordinario, tiene un nivel de compromiso ejemplar. Suerte también el poder contar para este proyecto con el apoyo de la Real Filharmonía de Galicia y de la compañía discográfica NAXOS que creyó desde el primer momento en la idea.
Especialmente interesante parece la presencia de un compositor tan poco interpretado y grabado –en general– como el suizo Frank Martin. Más conocido por sus obras corales, orquestales y para la escena, sorprende aquí con esta versión orquestal de sus Quatre pièces breves, originales para guitarra sola. Como guitarrista, ¿cómo valora esta adaptación en relación a la escritura original?
Me parece interesantísima porque además de ser estéticamente muy impactante, nos da a los guitarristas mucha información de la concepción de la obra por parte del autor. La simple elección de la instrumentación en cada momento nos acerca tímbricamente a la idea original, además de al fraseo, al manejo de las tensiones… Me resulta curioso también el hecho de que para una obra conceptualmente íntima en la guitarra, emplee una orquestación bastante amplia, evidentemente pensando en dotar a la composición de una dimensión diferente.
Por otro lado, usted graba –para completar el disco– una obra tan célebre y que tantas veces ha sido registrada discográficamente como el Concierto de Aranjuez, de Joaquín Rodrigo. ¿Ha intentado usted aportar algo nuevo a lo que ya hay grabado o simplemente lo ha grabado por una cuestión de disfrute personal?
Seguramente cualquier músico aporta siempre algo nuevo, aunque ni tan siquiera lo intente. En mi caso no tengo la intención de innovar sino simplemente ofrecer mi visión de la obra. La idea en este caso es esencialmente buscar el diálogo entre orquesta y guitarra procurando ensamblar el discurso entre ambos, intentando destacar la estructura del concierto, que está realmente bien construida y, sobre todo, tratando de que siempre esté presente lo español, el color, el contraste, la hondura sin que resulte afectada, la energía, la ligereza, la viveza… En resumen, tratar de imprimir el carácter adecuado a cada momento.
Fotografía: madrid.org.
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