Por Alejandro Martínez
La pianista donostiarra Judíth Jáuregui, tanto al piano como en la distancia corta de una conversación, practica ese loable y difícil arte de ser ella misma, con franqueza y sin escrúpulos, con la verdad de su arte y la naturalidad de su palabra por delante de todo lo demás, sea cual sea el dictado del mercado o la tendencia de la industria. Estos días, junto a otros pianistas españoles como Gustavo Díaz, Javier Negrín o Eduardo Fernández, entre otros, presentará su interpretación de algunas Sonatas de Beethoven, dentro del ciclo Beethoven con acento español, organizado por el CNDM.
¿Cuándo se deja de ser una joven promesa?
No lo sé, pero el término no me molesta en absoluto. Por un lado es cierto, soy joven. Y por otro me gusta la idea de prometer: es un estímulo para no estancarse y buscar siempre la evolución.
Leticia Moreno, Adolfo Gutierrez, Javier Perianes… y seguro que me dejo a varios nombres relevantes, de una misma generación, años arriba o abajo, de solistas españoles ya consagrados y con mucho por delante que ofrecer. ¿Cómo se explica esa especie de “cosecha” generacional?
Creo que es una suma de motivos: la herencia de la generación anterior de la que tanto hemos aprendido y que nos ha abierto el camino, la constitución de buenos centros superiores en los que hemos podido estudiar con profesores extraordinarios -en mi caso por ejemplo con Claudio Martínez-Mehner- y quizá el empuje que nos hemos visto obligados a tener por nacer o crecer artísticamente en una situación tan difícil. Creo que parte del éxito de esta generación es su capacidad de lucha y de superación.
Amén de talento, ¿qué hace falta para que una trayectoria profesional como solista, “cuaje”? ¿Es una mezcla de suerte, contactos, disciplina, etc.?
Más importante que el talento es la capacidad de trabajo, la disciplina. Hay grandes talentos que se han perdido por no tenerla y al contrario, talentos que al principio parecían más limitados han llegado a despuntar con creces a base de trabajo. Y el motor de esa disciplina es sin duda la pasión. Hay momentos difíciles, momentos de incertidumbre en los que la fe en la música y en uno mismo es imprescindible. Así como la paciencia, no por ir más deprisa se llega mejor, lo importante es que cada paso esté bien anclado. En cuanto a la suerte... no creo demasiado en ella ni espero a que aparezca. Prefiero ir a llamarla creando proyectos.
Pasado ya un tiempo desde su publicación, ¿cómo siente a ese nuevo y último hijo, su último disco? ¿Parir un disco es lo más parecido a la maternidad/paternidad para un músico?
Aún no he sido madre pero desde luego, ¡creo que tiene que ser algo parecido! Meses y meses (en el caso de Aura, más de un año) de “embarazo” y de preparación hasta que sale a la luz. Aura ha sido un disco tremendamente especial para mí. Por su contenido, con música que llevo desde mi infancia tocando, y por el recorrido que me ha regalado desde el inicio de la idea, la grabación, la edición y su lanzamiento. Estoy muy agradecida a la acogida que está teniendo.
Tengo la sensación de que desnuda un poco el alma en cada disco. ¿No da vértigo esa exposición? ¿O es precisamente lo que más le motiva para llevarlo a cabo?
Sí, precisamente con Aura cuando estábamos con los retoques finales para el lanzamiento sentí un vértigo y hasta un pudor que nunca antes había sentido. Pero mientras no paralice, ese vértigo o miedo también es parte del motor que te hace significarte, sentirte vivo y querer dar el máximo siempre. Qué sería de nosotros sin la adrenalina...
De tanto en tanto hay repertorios que se programan de forma insistente y súbitamente desaparecen. Y sin embargo hay tanta música ahí fuera que apenas se programa. ¿Cómo escapar a las modas?
Para mí lo ideal es mezclar parte del repertorio “popular” con otra más innovadora o menos conocida. Lo popular nos ayuda a que el público no tenga miedo del concierto y descubran una vez allí a autores que pueden ser nuevos para ellos de una forma natural. Más allá de las modas, de lo tradicional o convencional, lo principal es encontrar un perfil propio. No tiene por qué significar decantarse por un estilo o un carácter general, puede ser ecléctico, pero sí que tenga un sello, una concordancia con lo que uno es en esencia.
La experiencia de producir usted misma sus grabaciones le predispone también a responder una pregunta en línea con la anterior. ¿Cómo escapar a la gran industria discográfica y sus dictados?
Mi decisión no fue tanto por escapar de ella sino por tener el deseo de ser libre desde el principio. Libre para decidir qué grabar, cuándo, con quién, dónde... Llevar a cabo un proyecto desde todos los ángulos supone también un sacrificio -¡y unas cuantas horas menos de sueño!- pero hasta ahora, me ha merecido la pena. Considero la libertad como vital en el proceso creativo.
Creo que hay un compositor con el que guarda una afinidad muy especial. Por eso creo que cabe preguntarte por él en estos términos tan directos: ¿Quién es Mompou?
Mompou es la esencia, la verdad, la pureza. La desnudez de la música, su mayor intimidad. En su universo no hay lugar para las imposturas, su sencillez desarma y cautiva. Mompou es ese lugar al que siempre quiero volver.
De los grandes de hoy, de Argerich a Achucarro, de Sokolov a Pollini, de Barenboim a Pires, de Volodos a Uchida… la lista es interminable. ¿Qué has aprendido y qué admiras de cada uno de ellos?
De todos admiro algo -o mucho- e intento aprender sobre ello cuando les escucho, bien sea en directo o en grabación. Hay muchísimos, pero por citar a algunos: de Achúcarro admiro su incombustible capacidad de trabajo y su búsqueda de sonido. Hace años tuve la suerte de participar en unas master-classes con él y pude escucharle estudiar detrás de la puerta: nota a nota, pasaje por pasaje, con una rigurosidad incansable. Argerich me fascina en todas sus facetas, esa naturalidad, ese talento bestial. Escuchar a Sokolov es tener una clase directa de análisis, de estructura, de arquitectura musical. Y con Pires, una de elegancia, una inspiración de timbre y honestidad transparente. Igual que Uchida, su Mozart me parece adictivo, te transporta con el sonido a otra esfera desde la primera nota. ¡La lista es tan larga que podríamos hacer la entrevista sólo con esta pregunta!
Ante fenómenos como el de Lang Lang, tan aplaudido como cuestionado, ¿cuál es la mezcla de talento, técnica y propaganda?
Interpretativamente uno puede tener sus preferencias pero me temo que estos fenómenos no son cuestionables a nivel de talento o técnica. Hay un sector muy conservador en nuestro mundo que no acepta la apertura de la clásica a la promoción o a los nuevos formatos. Yo creo que no es una opción, es una necesidad: necesitamos abrirla para sobrevivir. El rigor no desaparece y la música no se pervierte por tener iconos que ayuden a darle un nuevo aliento y una posibilidad de regeneración. Si ponemos como ejemplo a este pianista lo que su impacto ha conseguido en China es espeluznante y lo viví en primera persona hace unos meses cuando estuve de gira por el país, donde cientos de niños acudían a los conciertos y estudiaban música.
Hablemos del programa de este ciclo con el CNDM, las sonatas de Beethoven. ¿Qué reto te han supuesto y cómo las has afrontado?
Tocar 4 Sonatas de Beethoven en un concierto es un reto, ¡y una osadía! Sus Sonatas son a un pianista lo que los ocho miles a un alpinista, esas cumbres que parecen inalcanzables incluso cuando uno las está escalando. Está siendo un proceso de aprendizaje inmenso para mí, una base para llegar en unos años a la madurez con ellas, pues creo que son obras que necesitan reposar para enfrentarlas con plenitud. Por otro lado, me ha ayudado el hecho de que mi selección es en gran parte de la primera etapa, más unida a la tradición clásica, haydniana, en la que puedo aportar la frescura y juventud que de por sí tienen estas Sonatas.
La idea de una "política cultural" está cada día más cerca de convertirse en un verdadero oxímoron. Y sin embargo de tanto en tanto aparecen iniciativas, seguramente por obra y gracia de gestores y programadores y no desde luego por impulso de los políticos, que contrastan sobremanera con esa realidad. Me refiero a algo tan intenso como el ciclo Música en Vena, en el que también participas. ¿Qué estamos haciendo con nuestra música y nuestras instituciones para que algo como Música en vena sea de hecho una excepción, cuando debería ser casi la norma?
Completamente de acuerdo. Un país con música, con arte, con cultura es un país más rico, más sensible, más tolerante, más abierto. Un país claramente mejor. Si apostáramos por ella nos ayudaría a parar el devenir de la sociedad en la que nos estamos convirtiendo: una sociedad cada día más agresiva e individualista en la que demasiadas veces falta el compromiso y la lealtad.
En su entrevista para Codalario, el maestro Michel Plasson nos decía que nuestro mundo necesita hoy la música más que nunca. ¿Qué es exactamente lo que pueden hacer los músicos por este mundo?
Más que los músicos, la música. Nosotros somos unos meros transmisores de su mensaje. La música puede unir, curar y reparar heridas entre pueblos enfrentados. Nos hace más fuertes e inteligentes. Como decía arriba, nos hace más sanos, más humanos y más civilizados. En un mundo como el de hoy la música puede ser una buena vacuna.
En mi reseña en Codalario de su última grabación, Aura, deslizaba algún comentario crítico sobre la toma de sonido. Una toma de sonido que por lo que he podido saber tiene mucho de premeditado y con la que se buscaba un sonido muy particular. ¿Qué nos puede explicar sobre esto?
El piano nos dio el sonido que buscábamos, un Steingräber muy personal, cantable y a la vez profundo. Más opaco que brillante; más antiguo que nuevo. Quisimos que el sonido fuera envolvente y cercano, lo más parecido a una escucha real.
¿Con qué sueña Judith Jáuregui para su siguiente disco?
Con seguir el viaje. Después del impresionismo con Liszt, Debussy y Mompou hay muchos destinos posibles. Tanto geográficos como cronológicos. Aún estoy digiriendo ideas... Pero siento que pronto se concretarán. Y después empezará el cómo conseguir que se hagan realidad desde cero. De nuevo, vértigo. Pero la ilusión gana siempre la batalla.
Fotos: www.judithjauregui.com
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