Por Alejandro Martínez
El pasado 30 de julio Helga Schmidt, a la que todo el mundo llama Doña Helga, cumplía 74 años de edad. Nacida en 1941, el mismo año que Plácido Domingo y Riccardo Muti, ha sido hasta el nombramiento de Davide Livermore la única intendente y directora artística que ha conocido el Palau de Les Arts de Valencia, que a decir de la propia ex-intendente hoy parece minimizar ya el apelativo de la Reina Sofía con el que se inauguró. Doña Helga acaba de regresar por fin a su residencia en Italia, pero antes de su traslado temporal allí nos recibió en el hotel Las Arenas de Valencia para una entrevista en exclusiva. Amable y cordial, con un fuerte temperamento hoy algo alicaído, se muestra verdaderamente noqueada por todo lo sucedido en los últimos meses. Imputada y a la espera de poder declarar, si bien transmite una imagen muy premeditada de sí misma, su situación inspira una cierta lástima, pues no deja de ser una mujer de avanzada edad con una salud muy mermada. Las tres horas de conversación que mantuvimos transcurrieron con lentitud, con Doña Helga un tanto confusa y fatigada, pero capaz de rebuscar datos y más datos en su cansada memoria. De tanto en tanto arrojaba unas migas a unos curiosos pájaros que se nos aceraban, al tiempo que añadía: “un po´ di gioia”, como si esa fuese ya la única alegría que le quedase. Herida en su orgullo, reconoce que no da a torcer su brazo con facilidad y nos queda así la sensación de no haber sido una mujer fácil en la distancia corta en su plenitud. Pero nos llevamos asimismo la certeza de estar ante una trabajadora concienzuda y de firmes principios. La justicia dictaminará, al margen de todo esto, si es o no culpable.
¿Por qué está viviendo recluida en el hotel Las Arenas? ¿Y desde cuándo?
Llegué a este hotel el 25 de noviembre. Llevo aquí 7 meses encerrada. En Valencia las críticas circulan y se manipulan con facilidad. Es cierto que tuve unos honorarios como intendente y también un complemento por estancia porque de hecho yo no vivía en Valencia, mi núcleo familiar estaba y está en Italia. Cuando vine en el año 2000 se me dijo que tenía derecho a unos gastos de alojamiento. Y por eso he vivido en un hotel. Nada de lujos ni de divas caprichosas. Yo pasaba todo el día en el Palau, de la mañana a la madrugada. Viviendo sola aquí en Valencia no me servía para nada una casa, un apartamento. En un hotel no tengo problemas de fontanería, de limpieza, etc. Duermo aquí y me dedico a mi trabajo, eso es todo. Por eso estaba viviendo en el Astoria, si bien el dueño del hotel Las Arenas, un estupendo melómano, me propuso venir aquí y al mismo precio que el Astoria. Finalmente he venido aquí y lo pago de mi bolsillo, por supuesto, a la espera de recuperar el pasaporte y no tener que hacer la firma ante la policía a la que estoy obligada dos veces al mes. Quiero declarar y decir toda la verdad. No hay más que lo que Plácido Domingo decía hace unos días cuando pasó por Valencia y lo que Zubin Mehta ha dicho mil veces desde enero: soy inocente. Mis abogados han mirado de arriba a abajo los miles y miles de papeles que la policía maneja y no hay en ellos nada, absolutamente nada, que me pueda inculpar delito alguno. Tras dieciséis horas de registro no hay nada. Simplemente me he visto en medio de personas que sí han sido corruptas. Pero digo alto y claro que mi Palau de Les Arts no ha sido corrupto y que estoy orgullosa de quince años de intendencia intachable. Estoy muy sorprendida de toda la corrupción que ha rodeado la gestión política en valencia pero puedo decir alto y claro que la corrupción no ha entrado en mi Palau. Cuando el juez se reponga, porque está en enfermo, y yo pueda declarar, todo se aclarará de inmediato
El registro policial, ¿no le resultó exagerado en sus formas?
Parecía que estaban localizando a un terrorista. Desde primera hora de la mañana estuve con diez policías a mi lado, helicópteros alrededor del Palau… ¿Y todo eso para qué? Todavía me lo pregunto. Debo decir que la policía fue amabilísima y gentil conmigo, preocupados por mí en todo momento, por mi salud. El mismo juez terminó el registro a la una y media de la noche y me dijo que me podía ya ir a dormir “tranquila” a mi hotel tras un día muy difícil. Verá, antes del registro habíamos tenido dos intervenciones y en ambas se concluyó que no había ningún delito, como mucho alguna irregularidad contable, que la sindicatura de cuentas archivó.
¿Por qué vino a Valencia?
Fue en enero del 2000 cuando Zaplana me invito. Ese año tuvo lugar el acto oficial por el cual yo aceptaba el encargo de inaugurar el Palau de Les Arts para el año 2003. Cuando vi la maqueta de Calatrava enseguida advertí lo que se podía hacer en ese estupendo edificio. Yo estaba en un momento en el que no quería trabajar más. Tras mi paso por el Covent Garden quería retirarme a mí casa con mi familia. Pero la maqueta de Calatrava ejerció en mí una gran fascinación y enseguida percibí que podíamos condensar ahí todas las formas de arte en torno a la música.
¿Cuál ha sido su relación con la política en Valencia?
Yo he sido siempre una persona apolítica en un plano profesional. Tengo mi ideología, por supuesto, y voto lo que yo quiero. Pero yo sólo he mirado por la alta calidad y profesionalidad del contenido artístico del Palau, como en todos mis anteriores trabajos. Y eso tiene su coste, y así lo dije desde un principio. Par poner en marcha este proyecto necesitaríamos formar una orquesta ex-novo. En España no había una orquesta de primerísimo nivel; había muchas orquestas buenas, pero ninguna excelente. Y España tiene muchísimos músicos de gran nivel, geniales, pero que trabajan en el extranjero. Recuerdo que mi primer encuentro con Gustavo Gimeno fue en Amsterdam y lo mismo me ha sucedido con otros muchos músicos españoles espléndidos por todas partes, en Nueva York, en Zúrich, etc. Pero para formar una gran orquesta hacía falta un gran director musical y eso de nuevo implica unos costes. Yo los puse sobre la mesa y Zaplana y Camps dijeron que eso era lo que querían. Yo estaba perfectamente en mi casa, viajando poco, con mi familia, haciendo alguna asesoría puntual. Yo no necesitaba venir a Valencia. Pero Valencia me invitó a desarrollar el único proyecto que, a esas alturas de mi vida, me podría haber sacado de casa. Y de hecho mi marido [el barítono Wladimiro Ganzarolli], que todavía vivía entonces, me animó a aceptar la propuesta. Vine como intendente y como director artístico. En realidad no me interesaba tanto la labor de director artístico, que ya había desempeñado anteriormente, pero sí me fascinaba la posibilidad de generar un proyecto nuevo como intendente.
Y ahora mismo, ¿no se siente muy triste, viendo cómo ha terminado todo?
No un poco triste, sino tristísima, desilusionada, verdaderamente mal, deprimida, con una salud muy depauperada. Fue algo brutal, entraron diez personas en mi habitación del hotel a primera hora de la mañana. Yo estaba convaleciente de una fortísima pulmonía, en la cama, sola, tomando sólo agua y fruta; perdí treinta kilos en un periodo breve. Estuve mal, muy mal. Fue un shock tremendo: enferma, a primer ahora de la mañana, la policía entró sin previo aviso en mi habitación, hablándome en alemán incluso. Me trajeron al Palau, allí habría muchos fotógrafos, luego supe de los helicópteros… Todo eso me sacudió de una forma de la que todavía no me he recuperado. Han pasado seis meses y nada ha avanzado. Yo estoy muy tranquila conmigo misma porque se que no he hecho nada malo. Desde mi infancia tuve una educación espartana por parte de mi padre, con un ideal moral altísimo. Tengo altos ideales de justicia y lealtad. He sido ejemplar siempre en mi gestión. He tratado siempre el dinero público con más cuidado incluso que si fuese mi propio dinero. Yo misma envié al demonio a todos los que venían al Palau con intención de corromperlo. Y eso me generó muchas enemistades e incomodó a mucha gente, sobre todo en la política valenciana.
¿Quiere decir que su negativa a corromperse es lo que ha terminado con sus huesos fuera del Palau?
No sólo eso. Yo he hecho siempre las cosas con justicia y transparencia. Tengo una fuerte personalidad. No digo que sí a todo, pero sí doy mi beneplácito a las cosas razonables. Yo cuidé siempre por el bienestar del Palau. Tuve en todo momento una firma mancomunada con el director de administración y detrás de él cada firma lleva implícita una fila de ojos que la han observado antes, ya sean directores jurídicos, técnicos, etc. Es un sistema SAP que funciona y garantiza la limpieza de la gestión. Mi mandato pues no es absoluto. Pero, por supuesto, no he permitido lo que no me parecía limpio y correcto para el Palau. Y he dicho que no más de una vez y eso me ha hecho persona non grata ante muchos. Y mi gente lo sabe, lo mismo que saben que no he sido fácil. Aquí hemos conseguido costes muy competitivos. He peleado mucho los cachés. Incluso Mehta y Maazel han estado comprometidos en este proyecto en condiciones muy estrechas para su cotización de mercado. Maazel cobraba mucho caché, pero no nos pidió nada por el trabajo de formar la orquesta, sólo que corriésemos con sus gastos de viaje y hoteles de lujo, algo que pagamos porque entendíamos que era justo para la ingente labor que hizo con la orquesta. Y Plácido lo ha dicho claramente: lo que él ganaba, que es el caché máximo del Palau, al principio 20.000 € y ahora 18.000 € por función, tras consensuar su caché máximo con otros teatros españoles, está por debajo de lo que podría ganar en otros teatros fuera de Valencia. Pero en valencia se siente en casa, está feliz y se puede entregar a su trabajo. Así que sólo se le puede dar las gracias por haber venido, cuando claramente podría haber ganado más en Londres o Nueva York. No entiendo a los que critican el mucho dinero que ha ganado Plácido en Valencia sumando lo de todos estos años. Es absurdo. Y lo mismo con Mehta, que podría haber ganado mucho más en Shanghai y en todos los grandes teatros europeos que se lo rifan.
También se han criticado mucho sus propios gastos como intendente, en sus viajes.
Sí, decían “la caprichosa diva austríaca va a Milán y gasta dos o tres mil euros en un viaje”. Lo que no dicen es que eso corresponde a tres o cuatro viajes a Milán, no a uno sólo. Verá, yo aprovecho mucho los viajes, los hago muy intensivos, como mucho dos días en ese destino. Y voy sola, sin secretarias ni asistentes. Voy, hago mi trabajo con rapidez e intensidad y vuelvo. Pero se manipula mucho la información en este sentido. Es fácil y gratuito mentir con los gastos: se dice lo que gasté en total pero no se detalla en qué y en cuántos viajes.
¿Podría aclararnos lo que pasó con la Comisión de Patrocinios?
Es un asunto muy fácil de explicar. Los papeles son clarísimos al respecto. Desde el principio tuvimos un despacho interno con dos o tres personas que gestionaban el patrocinio. Más tarde llegaron los señores Noguera y Maldonado y propusieron externalizar la gestión de patrocinios porque en Valencia hay muchos empresarios que podrían involucrarse en el proyecto del Palau si se hacía así. Me pareció una buena idea, pero ya dije que no era asunto o capítulo mío, sino de la Generalidad que es quien nos da el presupuesto al fin y al cabo. Yo podía apoyar esta propuesta si así se me decía desde la Generalidad, pero nada más. Y así fue, tras llegar la idea al vicepresidente Rambla, después a Comunicación y finalmente al a Consejera autonómica con su Secretario. Tuvieron muchas reuniones para discutir la cuestión en un plano legal. La consejera pidió una reunión, la hicimos, me dijo que el proyecto era bueno y que íbamos adelante. Y todo el procedimiento para poner en marcha la Comisión de Patrocinio pasó a la Comisión Ejecutiva para ser aprobado. En el Covent Garden habíamos trabajado muchísimo con esta cuestión del patrocinio sin el más mínimo problema. Partiendo de ahí yo no vi inconveniente en impulsar el proyecto de crear una comisión de patrocinios, pero dije desde el principio que necesitaba una persona que me dieran apoyo para esta cuestión. Y fue nombrado Vicente Garrido, que estuvo conmigo en las reuniones cuando nos informaron del estado de las negociaciones con la generalidad. Yo estaba tranquila con su asesoramiento, porque además es abogado. Probablemente mi único error, que no delito, estuvo en lo siguiente: la Comisión de Patrocinio nos invitó al Consejo de inauguración; yo consulté a Vicente porque mi jefa jurídica estaba en excedencia. Se me dijo que no había inconveniente en acudir, para conocer a los patrocinadores y contarles mi experiencia en el Covent Garden. Fuimos sólo una vez al Consejo. Cuando mi jefa jurídica estuvo de vuelta me advirtió de que podría haber un conflicto de compatibilidad en mi caso asistiendo a esa Comisión de Patrocinio. De inmediato hablé con la Comisión, les puse en contacto con mi jefa jurídica y decidí, en la duda, apartarme. Escribí una carta a Patrocinio, llamé a Vicente y le dije que no iría a ningún otro consejo de administración. Ante la duda, insisto, me aparté de la Comisión. Vicente acordó no ir tampoco, si yo abandonaba la Comisión y lo oficializamos con una carta a Patrocinio y una carta al Registro. Esto fue en junio de 2009. Con el verano por medio, nuestra renuncia a formar parte del consejo de administración se aprobó cuatro o cinco meses después, pero nuestra carta está registrada en junio, que es cuando se remitió. Y todo esto no es ningún delito, es una cuestión civil, mero asunto de incompatibilidades. La Sindicatura de Cuentas lo conoció y lo archivó.
Otro capítulo distinto es cuando Intervención se ocupó del asunto de un ex jefe de marketing, Javier Colina, al que desafortunadamente tuvimos que despedir y sancionar por algo que hizo. La consejera de cultura y hacienda quisieron entonces que viniera un interventor, que estuvo desde enero de 2010 a junio de 2012. Esto es, dos años después de que todo lo relativo a patrocinios estuvo archivado la Consejera Catalá y la Consejera de Hacienda decidieron sin embargo que viniese el interventor. Vino, lo recibimos, y no lo volví a ver hasta mas de un año después cuando terminó su trabajo. Lo raro en todo esto es que todas las irregularidades que se pudieron señalar fueron meras cuestiones civiles, administrativas. Y mi jefe jurídico alegó una por una todas esas cuestiones explicándolas. Pero la consejera Catalá no quería incluir alegaciones y se quedó simplemente con la palabra de los interventores. Yo no entendí esto porque las alegaciones existen para explicar publica y jurídicamente las cosas. Después de esta primera intervención vino una segunda. ¿Por qué ? Quién lo sabe… De nuevo lo mismo y ahí sí que se incluyeron las alegaciones. Pero insisto en que hablamos siempre de pequeños errores administrativos, parte del procedimiento regular de gestión y en modo alguno cuestiones susceptibles de tratarse en un plano penal.
Patrocinio propuso también el proyecto Viva Europa. Fue una invención sugerente, importante para generar recursos y visibilidad. La Generalidad iba a utilizar sus conexiones con Bruselas, y ahí están las cartas intercambiadas entre el Presidente de la Generalidad y Bruselas, a lo largo de 2009. La idea del proyecto era promover una red de retransmisiones de nuestras funciones que dieran visibilidad al Palau y a Valencia en el exterior. En mi caso, de nuevo dije que yo no tenía que decir nada al respecto, más allá de dar mi visto bueno a la idea, e indiqué que la tramitación se pasase a la Generalidad. Presidencia y Comunicación se encargaron de todo ello. Lo único que me pidieron es que me encargase de la cuestión artística. Yo dije que para poder retransmitir necesitábamos pagar un caché extra a Domingo y a Mehta, como constaba en sus contratos para estos casos. Pero desde Viva Europa me dijeron que no tenían ese dinero. Hable con Domingo y Mehta y les expliqué que era una gran publicidad para nosotros y ambos lo entendieron, y así dieron su visto bueno par hacer esa Walkiria sin pedir un caché extra por retransmisiones, algo insisto que de hecho tenían ya en su contrato contemplado. Pero ambos dijeron que si era para el bien del Palau, adelante. Ambos generosos como siempre para el Palau. Pero no sólo no se pagó ese caché sino que se nos solicitó una cifra de inversión para el material publicitario del proyecto. En principio había gastos que iba a cubrir la Generalidad y que al final cubrió el Palau. Yo no estaba conforme, pero como el proyecto se planificaba a varios años vista, entendí que el primer año podría ser necesario hacerlo así. De hecho el tercer año que se hizo Agua de Valencia pagó si no recuerdo mal una cifra de 100.000 euros. Los primeros años vino un cifra menor, no recuerdo cuánto, de Comunicación de la Generalidad. Insisto en que yo no quería dedicar parte de nuestro presupuesto a esto, pero entendimos que al final era la única forma de sacarlo adelante. El primer año no hubo tantas ciudades en sumarse a las retransmisiones, pero el segundo aumentó y el tercer año me parece que llegaron a incorporarse más de cincuenta ciudades, todo un éxito. Después no se hizo más porque llegó la intervención y se paralizó todo eso de forma provisional. Y ya ve, soy yo la que estoy aquí, imputada, por algo que ni la Sindicatura de Cuentas ni la Intervención encontraron que fuese susceptible de delito.
Si nadie ha encontrado nada, ¿cree usted entonces que ha sido víctima de una vendetta política?
No hablaría de vendetta. Pero sin duda he sido una persona inconveniente para algunas personas en la política valenciana. Generalmente la política aquí ha respaldado al Palau y a mi gestión, pero cuando me he negado a dar mi consentimiento a algunas cosas que no consideraba buenas para la institución he pasado a ser alguien inconveniente. Fui muy inconveniente por ejemplo cuando dije de donde viene el déficit del Palau. ¿Sabe de dónde viene? Porque no viene de al gestión o de la programación, ni mucho menos, sino del hecho de que cada año hemos tenido abonar un canon de 5,5 millones de euros, tras firmar un contrato con la Ciudad de las Artes. Al principio se habló de una peseta simbólica y al final fueron 5,5 millones. Se supone que ese dinero tenía que llegar de Hacienda, de ahí pasar a Cultura de la Generalitat y de ahí al Palau, que lo abonaría a la Ciudad de las Artes, que curiosamente a su vez es de Hacienda. Pero ese dinero no llegó, y nosotros lo hemos tenido que contabilizar igualmente, porque teníamos un contrato en vigor. A veces llegaba un millón, a veces menos, a veces nada… Pero nosotros teníamos que hacer frente a ese canon, sumado a los recortes que se fueron acumulando cada año sobre nuestro presupuesto una vez que el Patronato ya había aprobado el presupuesto. Es decir, se nos imponía ahorrar sobre un presupuesto ya aprobado. Ese déficit de tantos millones que acumula el Palau no tiene que ver con la gestión sino que emana directamente del contrato del canon y de los recortes impuestos a posteriori sobre nuestros presupuestos, insisto, ya aprobados. Recuerdo por ejemplo que tuvimos que cambiar la programación con Lorin Maazel: teníamos previsto un Murciélago y lo cambiamos por alquilar una Butterfly a la Scala, para ahorrar un dinero antes de fin de año, avisados de esa necesidad entre julio y agosto de ese mismo año. Pero de esos pequeños milagros que hemos hecho no se habla. Verá, el 30 de diciembre de 2013, además de cambiar los estatutos y ponérmelos sobre la mesa, siendo incluso contrarios a mi contrato, se me dijo que teníamos que ahorrar 4,5 millones. La temporada 2013/2014 ya estaba hecha, de principio a fin. Pero 1,5 millones de ese ahorro tenían que salir de la programación artística. El resto tenía que venir de Cultura, que nos iba a ayudar con un millón, con algo más de Hacienda y con patrocinadores. Yo hice mi trabajo y el 30 de diciembre de 2013 estaba ahorrado un millón y medio de euros. Lo ahorré con la cancelación de Manon Lescaut, cancelando una nueva producción de Don Carlo con Plácido Domingo, que iba a inaugurar la próxima temporada y revisando cada euro de nuestro presupuesto, de arriba a abajo, en producción. También tuvimos que renunciar al Rosenkavalier con Mehta, tuvimos que cancelar la Tetralogía para el año Wagner, hicimos La forza del destino con 120.000 euros, poquísimo dinero. Compañeros de otros teatros no se lo podían creer. Esa temporada costó menos de 3,4, millones de euros. Para la temporada que viene van a disponer de 3,7 millones y en 2016 llegarán a 4,4 millones, según he leído en la prensa. Y yo me alegro, pero me pregunto: ¿de dónde viene ese dinero si hace apenas dos días se nos pedía recortar y todavía manteníamos el Festival del Mediterráneo? Yo estoy orgullosa de haber salvado todas las coyunturas que se nos han presentado.
Se alega que ahora se ha ampliado la programación, con más títulos en cartel.
No, en absoluto. Esa es otra afirmación que me enfada. Contemos, la temporada que se cierra hemos hecho Manon Lescaut, Luisa Fernanda, Don Pasquale, Norma, Nabucco, El castillo de Barbazul en concierto con proyecciones de Livermore, tres producciones del Centro de Perfeccionamiento (Juditha Triumphans, Qué son las nubes y Narciso), también hicimos el Stabat Mater de Rossini, el concierto Jurowski, el concierto con Carlos Álvarez, el concierto con Gustavo Gimeno, tres conciertos en Castellón, El rey que rabió en el Teatro Principal… Y por primera vez no hemos tenido Festival del Mediterráneo. Y ahora repasemos la temporada que viene: tenemos el Macbeth con Plácido, que lo he programado yo, aunque no con esta producción que ha cogido Davide [Livermore] de Roma; después Samson y Dalila, que yo tenía previsto en una nueva producción con Arrivabeni y Grinda, en coproducción con Montecarlo, que pagaba mucho dinero, pero ahora Davide [Livermore] trae la producción de Roma de La Fura. Queríamos inaugurar la temporada con esa producción de Samson, pero las fechas de Plácido no encajaban con eso. Íbamos a avanzar mucho con esa producción de Samson, hablé con Palermo, con Israel, con Dallas… Al final no ha podido ser y han tenido que traer otra producción ya hecha fuera. Después viene Midsummer Night´s Dream, que Davide [Livermore] ha dicho que es na nueva producción, aunque alguien me ha dicho que ya se ha hecho en Roma con Paul Curran. Vienen después después Idomeneo y Aida. Esa producción de Aida no fue la más afortunad de las colaboraciones con el Covent Garden, pero es de la casa y hay que explotarla. La Bohème es una reposición también, pero con otro planteamiento. No sabíamos qué hacer en otoño y pensamos en una pre-temporada recuperando la producción, que funciona muy bien. Es un título que gusta a los valencianos y se puede hacer con menos costes con los cantantes del Centro de Perfeccionamiento, y ahora con un buen director de orquesta que yo no nombré, no era mi idea. Después hablé con Sagi para una colaboración con el Centro de Perfeccionamiento , para intercambiar su Katiuska por nuestro El rey que rabió, pagando sólo transporte. Yo lo quería en el Martin y Soler pero Davide lo ha puesto en la sala grande, es su decisión. Vienen luego dos producciones del Centro, Silla y Kafka, con dos directores de escena importados de fuera mientras que el año pasado las tres que hicimos se hicieron con Livermore, dentro de sus honorarios, incluyendo el Barbazul ahí también. Davide [Livermore] tenía que dedicar cuatro meses al Centro y ahora ya no puede hacerlo si es el intendente y el director artístico del teatro. Es por eso que él ahora ha invitado a otros directores de escena fuera del Centro para cubrir ese hueco, junto con la invitación a Gregory Kunde, que es una buena idea como incorporación. En resumen, quizá sumando hay más títulos, sí, pero apenas uno o dos, y sin el Festival del Mediterráneo insisto.
Debe saberse que se me dijo en una comisión ejecutiva que teníamos que tender en la autofinanciación a través del ingreso de taquilla. Y eso nos obligaba a cambiar de actitud radicalmente. Bye bye (sic) Les Troyens, Boris, Salome, Prokofiev, etc. Tenemos que hacer óperas populares que el público valenciano conozca. Y lo conseguimos, cubrimos los costes de producción con la taquilla. Con Plácido en el Simon el lleno fue absoluto en todas las funciones. Vinieron políticos pidiendo invitaciones y se quedaron en la calle porque no había nada. Cinco funciones de Simon nos ingresaron en neto más que treinta y siete de Los miserables. Por algo yo no era partidaria de Los miserables. Yo adoro el musical, pero bien hecho. Recuerdo que propuse a la Scala, cuando estaba Muti, hacer West-Side Story a los diez años de la muerte de Bernstein, que soñaba con que su obra se incorporase al repertorio operístico.
El año que viene se hace en Salzburgo con Dudamel y Bartoli.
Yo lo hice antes (sonríe). Fontana y Muti hablaron y me dieron el Ok, siempre y cuando yo me ocupase de todo de principio a fin. Fue un gran éxito y se repuso en el Arcimboldi cuando estaba cerrada la Scala. Recuerdo que querían esconder la amplificación detrás del palco principal y me negué; la gente tenía que saber que es musical y se amplifica. Y fue un éxito fantástico. Invitamos a los hijos de Bernstein, fue magnífico porque hicimos realidad el sueño de Bernstein.
Creo que tuvo usted una estrecha relación con Bernstein.
Sí, en Viena, cuando Karajan se fue. Vino Lenny (sic) e hicimos Falstaff, Fidelio, Rosenkavalier… tuvimos una estrecha colaboración.
En alguna ocasión dijo que tenía intención de producir un musical desde el Palau.
Sí, ya le digo que yo aprecio mucho el musical y con Fabra hablamos de promoverlo. Lo habíamos previsto para el 2016. Un musical de producción propia es algo que puedes amortizar perfectamente cuando lo alquilas, como nuestra Tetralogía, que ya está amortizada y va a empezar a dar beneficio. La calidad es una inversión. Lo que al principio supone un coste, si se hace bien, al final remunera un beneficio y se amortiza. Nuestra Tetralogía además tuvo un coste mínimo comparada por ejemplo con la del Met con Lepage. Y lo mismo con la Turandot; fue un logro conseguir que Ken Chaige aceptase la producción. Llevaba tiempo detrás de él y finalmente tuvimos una reunión en París en la que conseguí convencerlo También el Elisir está funcionando muy bien. Cuando gastamos en algunas producciones al principio siempre se habla de despilfarro. Verá, yo odio esa palabra. Lo que hemos hecho estos años no es otra cosa que gastar el dinero público de forma inteligente para que retorne más adelante.
¿Le parece que Livermore es la persona adecuada para sucederle?
Livermore ha hecho un buen trabajo siempre en el Palau y sin duda estoy orgullosa de él. A Davide lo he traído yo por primera vez a Valencia. Lo puse en el Centro de Perfeccionamiento cuando vi lo bien que trabajaba. Plácido no lo conocía y tenía sus dudas, pero confió en mí. Le hicimos un contrato de un año y mientras hizo el Otello. Después ampliamos su contrato. Es un gran talento y un trabajador infatigable. Lo que no entiendo es cómo puede hacer al mismo tiempo su trabajo como director de escena y también su labor como intendente y director artístico. La labor del intendente es una exigencia constante, de día y noche, veinticuatro horas. Puedes ausentarte unos días, una semana máximo, del teatro, pero hay que estar ahí en el teatro. Él siempre se ha definido además como director de escena, no como intendente o director artístico. Le deseo lo mejor, pero me parece que es incompatible. Luego están todos los problemas con su contrato, por el decreto que le impide ganar más que el director de la generalidad. No es mi problema, desde luego. Catalá anunció que iba a cobrar lo mismo que yo como intendente, han intentado cambiar los estatutos pero eso no cambia de un día para otro. Yo sólo digo una cosa: se me encargó que el Palau fuese una institución con prestigio internacional y que fuera viable y yo lo he conseguido. es la institución artística con más relevancia y visibilidad de Valencia, claramente. Pero si la política dice ahora que quieren el Palau para hacer política con él, entonces no tendrá futuro. El Palau depende de las elecciones. Tenemos que saber claramente qué quiere la política hacer con el Palau, porque es la política la que paga el Palau y la que puede proteger o derribar su imagen. A mí se me ha tirado en la calle y estoy ya fuera de todo esto. Pero Davide debe preguntar alto y claro qué quiere la política del Palau.
Y a hora mismo, ¿usted qué espera?
Mi pasaporte, para poder moverme con libertad. Yo quiero irme de Valencia. Aquí gasto mucho dinero para nada. Y puedo cuidar mi salud mejor en mi casa. Estoy pasando por mi séptima quimioterapia. no estoy bien, porque la quimioterapia tiene muchos efectos secundarios. y todo el shock de la situación que pasé con el Palau y la intervención policial me ha dejado psicológicamente muy tocada y eso tiene también su reflejo físico. Necesito paz y descanso. Cuando vuelva el juez ahora tiene un material enorme que procesar. La documentación es ingente y luego están los testigos. Yo esperaba que todo estuviera aclarado y archivado antes del verano. Quiero recuperar mi libertad. No se imagina lo que es sentir algo así a mi edad
A la espera de ver cómo se resuelve su futuro, hablemos ahora de su pasado. Mucha gente no conoce qué ha hecho usted antes de llegar a Valencia, pero lo cierto es que su trayectoria es muy larga, pasando por Viena y Londres ni más ni menos. Creo incluso que le propusieron dirigir el Metropolitan de Nueva York.
Sí, está bien informado. Vengo de una familia muy vinculada con la música. Tuve una educación muy severa pero muy buena, algo que agradezco mucho a mi padre. He crecido en medio los grandes artistas. No recuerdo qué edad tendría cuando estuve en La fltaua mágica de Salzburgo dirigida por Furtwaengler, con quien mi padre tenía una estrecha amistad. Karajan me conocía ya de entonces y en cuanto llegué a Viena me conocía como la hija del Doctor Schmidt. Mi nombre real es Helga Pittioni pero todo el mundo me conoce desde niña por el nombre de mi padre. Mi primer encuentro con la música fue como le decía en Salzburgo, quizá en el año 41, con esa Flauta escenificada por Kokoschka. Recuerdo perfectamente que yo estuve sentada en primera fila, justo detrás de Furtwaengler en todos los ensayos. A las funciones no me dieron permiso para ir porque era muy pequeña. Aprendí a amar la música desde muy cerca. Estudié música y también ciencias prehistóricas y con poco más de veintidós años el presidente del Festival de Viena me llamó como su asistente, sólo para dos o tres meses. Después pasó a ser co-intendente con Karajan y ambos me llevaron a la Staatsoper. Me dijeron que tenía un gran talento para esto pero tenía que aprender el oficio desde abajo. Así, estuve en el despacho artístico de la Staatsoper, donde fui asistente de Karajan. Pasé muchos tiempo allí hasta que con 33 años fui a Londres. Pero antes de ir a Londres, mientras estaba aún en Viena, contactó conmigo un día Schuyler Chapin, el abogado de Leonard Bernstein y que fue nombrado después director general del Metropolitan. Y me invitó a ir a Nueva York, para hablar conmigo. Me envió los billetes de avión incluso. Quería convencerme de ser la administradora artística del teatro. Así me lo propuso y de hecho a mi vuelta me envió el contrato para cinco años, diciéndome que me liberaría cuando yo quisiera por el cualquier motivo. A mí no me gustaba la ciudad, no me sentía cómoda en Nueva York, pero firmé el contrato y lo envié desde Viena. Y esa misma mañana que lo envié me llamó John Tooley, el director general del Covent Garden, también preguntándome si nos podíamos ver, lo antes posible, al día siguiente. Acepté y a la mañana siguiente fui a Londres. Conocía el Covent porque mi marido Ganzarolli haba cantado allí varias cosas con Solti, etc. A día de hoy aún no se como sabían en Londres lo mío en Nueva York, porque era top secret según me dijo Chapin, pero lo cierto es justo al día siguiente de enviar ese contrato al Met me llamaron del Covent. Me preguntaron si era cierto que tenía intención de cruzar el Atlántico y me ofrecieron lo mismo que allí pero en Londres y junto a Colin Davis. Yo adoraba Londres, el Covent Garden y por supuesto a Colin Davis, que también estaba dispuesto a convencerme de que fuese allí. Les dije sin embargo que ya había firmado con Nueva York pero ellos mismos desde Londres lo arreglaron todo con el Met. Yo misma también hablé con Nueva York y les expliqué la situación, ya que iban a recibir mi contrato firmado por correo al día siguiente. Recuerdo lo que Schuyler Chapin me dijo entonces: “si Nilsson me cancela la Brünnhilde esta temporada sería una desilusión menor para mí que tu renuncia venir a nueva York”. Y esa es la historia por la que finalmente no fui a Nueva York.
¿Cuál es su opinión sobre Kirill Petrenko, el recién nombrado director titular de la Filarmónica de Berlín?
Sin duda es un gran talento. En su día yo intenté tenerlo aquí como director musical titular, cuando Zubin Metha me dijo que no en el año 2000. Hablé mucho con Zubin entonces y me dijo sólo podía comprometerse a venir con frecuencia, pero no estar aquí de forma estable y formar una orquesta. Salió entonces el nombre de López Cobos, como una opción española para la titularidad. Le sugerí entonces a Mehta hacer un festival a la Salzburgo bajo su dirección musical. Así el quedaría como encargado del festival y López Cobos de la temporada y la orquesta. Recuerdo perfectamente cómo se concretó todo con Mehta. Yo estaba terminando unas vacaciones en Filipinas y él estaba en Tokyo. Le llamé y le dije sin rodeos: “vas a ser el presidente del festival y empezaremos con la Tetralogía”. Mehta no daba crédito. Le hablé de la Fura, que él no conocía; yo tenía nociones de ellos por Londres y Bruselas, ya entonces habían hecho Faust en Verona. El capitulo con López Cobos fue muy significativo: con él teníamos todo cerrado, ya programado incluso con qué inaugurar en 2003, todo absolutamente atado. Pero había elecciones a la vista. Me llamó Zaplana y me dijo que la inauguración se aplazaba sin fecha concreta y me pidió coger todo tal y como estaba programado y ponerlo un año después. Pero como le dije, es obvio que esto no funciona así. De modo que tuvimos que deshacer y rehacer todo de 2003 a 2005, si bien finalmente para 2005 tampoco estuvo terminado pero hicimos al menos los conciertos inaugurales. Fue por aquel entonces cuando López Cobos tuvo la invitación para ir a Madrid como titular en el Real. López Cobos escribió en ese momento una carta a Zaplana, que conservo, en la que le decía que vendría a Valencia si éste le firmaba un compromiso escrito para que él fuese el director musical del Palau cuando fuese abierto, sin fechas ni condiciones económicas o artísticas. López Cobos hizo eso, me dijo, porque conocía su país y sabía que nadie iba a firmarle tal cosa, de modo que con era consciente con eso de que estaba diciendo que no a Valencia definitivamente. Yo estuve entonces buscando un titular para el teatro. Hablé con los jóvenes, con Dudamel que estuvo aquí en su primera visita a Europa, también con Jurwoski, con quien había un gran entendimiento, pero con una agenda imposible para varios años vista. Por supuesto hablé también con los Pappano y compañaía. Y en esa ronda de contactos tanteé a Petrenko. Fui a Viena, creo que para una Lady Macbeth que él dirigía. De Petrenko me había hablado muy bien de nuestro concertino por entonces, que había trabajado mucho con él en la Komische Oper de Berlín. Sin mebargo, en ese momento, por una cuestión de salud relativa a su espalda, Petrenko tenía que reducir su agenda y no pudo ser; de hecho tuvo que cancelar varios compromisos en esa temporada. También hablé con otro joven hoy al alza, Philippe Jordan. Y por supuesto, hablé con Abbado. Él y yo éramos amigos desde los tiempos de Viena. Recuerdo que estuve en su concierto de clausura, cuando terminó sus estudios de dirección. Un concierto en le que dirigió la Inconclusa de Schubert en la Academia. Pocos días después estuvimos comiendo y me enseñó el telegrama en el que el intendente de la Scala le invitaba para ser titular. Por aquel tiempo también hablé con Barenboim, que me invitó a su vez a ir con él a Berlín a la Staatsoper, pero yo tenía claro que no quería vivir en esa ciudad. No se si sabe que también el secretario de estado Miguel Ángel Cortés me propuso dirigir el Teatro Real en su día. Pero yo no podía hacerle eso a Cambreleng.
¿Cómo era su relación con Gerard Mortier?
Fantástica. Nos conocíamos hace tanto… Cuando yo estaba aún en Viena él comenzaba en Frankfurt, si no recuerdo mal. Fue muy criticado también allí. Pero entre nosotros siempre nos entendimos muy bien. Intercambiábamos muchas opiniones y pareceres. Cuando él estuvo en Bruselas recuerdo haberle dicho que teníamos la misma educación, el mismo idealismo para nuestro trabajo, sólo que yo estoy para la música y él estaba para la dramaturgia. Le respetaba mucho. Cuando vino a Valencia me dijo que me encontraba muy sola aquí; ahora veo que tenía razón. Yo le dije que en Madrid no iba a funcionar bien su propuesta; tenía que mezclar sus propuestas intelectuales con cosas más comerciales para el público. Ya le había pasado eso en Salzburgo. Por eso hicimos esa coproducción del Elisir, aunque no le interesaba lo más mínimo, pero le venía bien para equilibrar su propuesta. El dinero publico tiene que tener un aprovechamiento más directo por parte del público. Es fundamenta cultivar toda la dimensión intelectual que tanto impulsaba Mortier, pero sin descuidar lo otro. Para mí el mayor elogio posible a mi trabajo aquí ha venido de algunos melómanos valencianos que me decían que ya no tenían que viajar fuera para ver lo mejor, porque lo mejor lo tenían en casa. Me sorprendió mucho el éxito por ejemplo de nuestro Cyrano, que no es ópera fácil, y lo mismo con el Prokofiev, que funcionó mucho mejor de lo previsto.
En Londres habían cantado todos los grandes y lo hacían con regularidad. Yo les dije que quería hacer algo diferente: invitar a todos los directores de orquesta del mundo. Colin Davis me miró entonces perplejo y asustado. Y yo le expliqué que no tenia nada que temer, que eso sería para su bien porque trabajando con grandes directores invitados subiría el nivel de la orquesta. Y así vinieron todos, uno por uno. Carlos Kleiber sustituyó a Levine en Rosenkavalier. Yo llamé a Carlos una mañana y le expliqué que por salud había llegado un telegrama de Levine diciendo que no podía venir a dirigir el Rosenkavalier. Carlos estaba en casa, yo tenía una estrecha relación con él. Recuerdo una estupenda anécdota sobre Kleiber, que habla mucho de su increíble talento: la mujer, ya viuda, de Alban Berg, asistió a su Wozzeck en Múnich y me pidió después que hiciera lo posible para regalarle a Carlos [Kleiber] un abrigo del propio Alban Berg. Cuando le llamé para ese Rosenkavalier que le decía me pidió que le llamase de nuevo en una hora. Así lo hice y entonces sólo me preguntó por el número de ensayos, que ya habían empezado. Me dijo que sí, que vendría, pero cobrando por anticipado y con una suite en el Savoy. Fue un triunfo colosal. Co él hicimos Otello, La bohème y también Elektra. Conseguí reunirlo por fin con Nilsson, que no quería volver a Londres tras unas críticas negativas que había recibido. No fue nada fácil, casi un milagro reunirlos después de insistir mucho a Birgitt [Nilsson]. De nuevo un éxito tremendo. Y recuerdo que Nilsson en la última función me dijo que había sido la única vez en su vida que verdaderamente había podido cantar, gracias a Kleiber. También traje a Maazel, que debutó allí con Luisa Miller. En esa ocasión hubo un problema con él y la orquesta y todo estuvo a punto de venirse abajo. Tuve que pedir a Colín Davis que se disculpase en nombre de la orquesta para arreglarlo. Hicimos después una impresionante Fanciulla del West, también con Maazel y con Domingo, Neblett y Carroli. A Muti le convencí para hacer Aida. De ahí salió la grabación de la EMI. No quería venir para hacer simplemente una reposición de una vieja producción con esa orquesta. Y yo le dije: “jovencito, ¿seguro que no quieres venir a trabajar con esta orquesta, cuando el mismísimo Carlos Kleiber ha venido a hacerlo antes que tú?”. Y vino, por supuesto. En los años siguientes vinieron muchos más: Kempe, Haitink e incluso Solti volvió. Karajan me dijo que no podía venir y fui a verle a Berlín. Me dijo que se había comprometido consigo mismo a no dirigir a ninguna orquesta que no fuese la Filarmónica de Berlín. Y no vino a Londres, no lo conseguí. Fue mi único fracaso, junto con Lenny [Leonard Bernstein[, que tampoco quiso volver al Covent, donde se había sentido maltratado cuando dirigió por última vez. En esos años también vinieron los jóvenes más prometedores: Ozawa hizo su debut, Chailly, etc.
Hablando de directores jóvenes, ¿qué pasó con Omer Meir Wellber? ¿Fue una decepción para usted?
No salió tan bien como esperaba. Fue una gran desilusión. Es un gran talento pero no estudia lo suficiente y tiene un carácter muy particular. No profundiza en las cosas como yo esperaba. Un hombre con tanto talento tiene el deber de aprovecharlo.
Antes de cerrar la entrevista, y sin mediar pregunta por nuestra parte, Helga Schmidt nos dice:
Sabe, hay algo que me duele mucho. Propuse en mayo a Catalá terminar con mi mandato pero no quería dejar el teatro en el aire. Quería dejar resuelta mi sucesión, buscando además un director musical. Hablé con tres y los tres me dijeron que sí, siempre y cuando yo me quedase en el Palau. Vi entonces que todo eso iba a ser un problema y por eso no terminé de irme. Y ahora… ahora me veo ultrajada y triste. Nunca imaginé terminar así. Idealmente quería marcharme en diciembre, cuando estuviera plácido por aquí. Querían darme una medalla y al final me han sacado de mi Palau de esta manera. Teníamos previsto un concierto de despedida en junio con Zubin Mehta. Y me encuentro ahora en mitad de la corrupción cuando en mi palau no ha habido corrupción alguna, y me comparan con políticos corruptos, y yo no me merezco eso. Todo esto tiene su camino burocrático y se aclarará, pero nadie me va a reparar todo este mal tiempo que estoy pasando, física y mentalmente.
Foto: Palau de Les Arts
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