El premio más importante del mundo de la composición
Por Nuria Blanco Álvarez | @miladomusical / Enviada especial de CODALARIO a Louisville (Kentucky) / Foto: Steve Satterwhite
Los Premios Grawemeyer son sin duda toda una institución en el mundo de las humanidades. Organizados a través de la Universidad de Louisville en Kentucky, son apenas conocidos por el gran público de España, pero su galardón de composición musical es muy codiciado por artistas de todo el mundo, tanto por su enorme prestigio, como por la suculenta cifra en metálico que le acompaña, nada menos que 100.000 dólares. Se puede decir que es el premio más importante del mundo en esta categoría. Desde su creación en 1985, cuando se alzó con el galardón el compositor polaco Witold Lutoslawski con su Sinfonía nº3, encontramos entre sus premiados a figuras como Esa-Pekka Salonen, Pierre Boulez, John Adams, Krzysztof Penderecki, John Corigliano y Gyorgy Ligeti, pero también otros autores menos conocidos como Lei Liang, el ganador de la última edición con su obra A Thousand Mountains, a Million Streams. La entrega de los galardones de este año, prevista para el 13 de abril, ha sido pospuesta hasta nuevo aviso debido a la situación actual de pandemia mundial.
Una de las particularidades de este premio es su sistema de elección, en tres fases, con las que se intenta controlar al máximo la posible influencia de aspectos externos a la obra en sí: el primero es un tribunal académico constituido por profesores universitarios de composición, el segundo por un jurado internacional de profesionales del mundo de la música y el tercero, por un jurado de aficionados no profesionales, pero bien informados. Se protegen con absoluto secretismo los nombres de los que van pasando los filtros, nunca hacen público los nombres de los semifinalistas ni finalistas de cada edición, dándose a conocer únicamente el del vencedor anual.
Los candidatos, han de haber sido propuestos por alguna persona o entidad relevante del mundo de la música (intérpretes y agrupaciones, directores de orquesta, críticos, editores, directores de escuelas y departamentos profesionales de música), sin ser válida la autonominación. La obra que participe ha tenido que ser estrenada dentro de los cinco últimos años. Para su consideración, se envían las partituras completas, un CD con la grabación de la obra, una carta de presentación de la entidad que hace la propuesta y una biografía del compositor, comprometiéndose el afortunado a recibir en persona el galardón en la ciudad de Louisville y participar durante cinco días en diferentes actividades en su universidad: ofrecer una conferencia, tener encuentros con los estudiantes, impartir clases magistrales, seminarios, hacer presentaciones de sus trabajos, etc. Efectivamente, los premios Premios Grawemeyer están indisolublemente unidos a la ciudad más poblada del estado norteamericano de Kentucky, tierra de caballos, bourbon y pollo frito. Todo lo que tenga que ver con estos premios ha de tener lugar físicamente en Louisville, incluida la realización de esta entrevista para Codalario, único medio español que ha conseguido entrevistar al director del premio de composición. Su creador, el magnate Charles Grawemeyer (1912-1993) deseó expresamente que parte de su fortuna, conseguida con su propia empresa como ingeniero químico, revirtiera de manera directa en la vida cultural de su ciudad natal, tanto dando a conocer su nombre por el mundo, como al recibir anualmente a una serie de prestigiosas personalidades de diferentes ámbitos que contribuirían a enriquecer culturalmente a sus conciudadanos. Actualmente son cinco las categorías que se premian, siendo la de composición musical la pionera, de la que reciben más de un centenar de candidaturas cada año. El director del premio dedicado a la composición musical, Marc Satterwhite, nos recibe en su despacho de la Escuela de Música de la Universidad de Louisville.
¿Desde cuándo es profesor en este centro y cuándo comenzó su relación con los premios Grawemeyer?
Ya he cumplido 25 años como profesor de esta universidad ¡acaban de darme una placa por el aniversario! Respecto a los premios, formé parte del comité de músicos en el jurado desde el inicio y soy el director del apartado dedicado a la composición desde 2004.
Usted tiene una amplia trayectoria como compositor, aunque al principio trabajó como contrabajista en varias orquestas de Hispanoamérica.
Toqué en Hispanoamérica durante seis años: dos años en El Salvador, dos en Guadalajara y otros dos en Ciudad de México, en su Orquesta Filarmónica, que era por entonces la mejor del país. No tocábamos mucha música hispana, solo los clásicos: Chávez, Revueltas…, sin embargo, fue una oportunidad para mí al tocar un repertorio que no conocía y fue todo un gran placer. Parece que ahora están tocando más esa música, han hecho un festival internacional anual de música contemporánea en México, en el que han tocado mi música en varias ocasiones.
En la música que usted compone, utiliza con frecuencia títulos en español y se basa incluso en ideas extramusicales, como poemas o fotografías, ¿esto también repercute en el uso de elementos técnicos de música española o hispana dentro de su obra o quizá es más a nivel conceptual?
Sobre todo, en la idea, pero en algunas cosas sí que hay influencias, sobre todo en los ritmos. Ya antes de vivir en Hispanoamérica tenía interés en la polirritmia y en el uso de la hemiola, y la música hispana tiene mucho de eso, que continúa influenciándome. No tanto porque use melodías o modos que suenen a español, pero de vez en cuanto sí lo hago. Cuando escribo para guitarra uso mucho el modo frigio.
¿Qué compositores actuales considera interesantes? ¿alguno español?
Hay tantos. Por mencionar alguno español, hay un joven compositor muy interesante, Gabriel Erkoreka, también están los Halffter, claro.
El señor Grawemeyer era un empresario de éxito, pero ¿qué vinculación tenía con la música para querer crear un premio dedicado a ella? Llama la atención que ninguno de los cinco galardones actuales tenga relación con el mundo científico o técnico, siendo él mismo ingeniero químico.
Efectivamente, a pesar de que él fue químico y empresario, siempre tuvo un interés por las humanidades, todas las categorías de los premios son de este campo. Él tenía interés personal por la música contemporánea.
El premio de música se instauró en 1985, lleva ya una larga trayectoria de 35 años, y se ha convertido en el premio más importante del mundo en composición ¿qué cree usted que lo diferencia de otros premios para hacerlo tan importante, aparte de la cuantiosa cantidad económica que conlleva?
No cabe duda de que la parte económica es importante. Un premio de 1.000 dólares no es muy llamativo, 100.000 dólares es otra cosa. Sin duda nuestra dotación económica es un gran factor, no obstante, yo creo que es el proceso de selección el que marca la diferencia. Son tres etapas y se hace de tal manera que se elimina cualquier factor político, solamente hay debate en la primera etapa, cuando mis colegas y yo evaluamos las propuestas recibidas, y decidimos cuáles van a pasar al siguiente nivel.
En ese primer nivel en el que está el comité de músicos ¿lo conforman únicamente profesores de la Universidad de Louisville? ¿En ese punto conocen los nombres de los concursantes?
Sí, lo forman los profesores del departamento de composición. Efectivamente, en ese primer punto, conocemos los nombres de los aspirantes. A veces nos hemos planteado cambiar esto, pero realmente creemos que al final sería menos justo porque conoceríamos a algunos de los compositores por su estilo o podríamos reconocer alguna obra por haberla escuchado en su estreno, y no las obras de otros. Solemos recibir entre 125 y 150 propuestas cada año y, aunque no hay una norma establecida sobre el porcentaje o número de obras que pasan a la siguiente fase, estas suelen ser entre 12 y 20.
Tras esta selección previa, basada en criterios de excelencia y originalidad, pasa después a un jurado internacional compuesto por tres miembros: un compositor, un director y un crítico. ¿Cómo se eligen a esas personas? ¿Es un jurado fijo?
Normalmente así está formado el jurado. Hasta ahora, nunca se ha repetido ningún miembro en las distintas ediciones. Yo, como director del premio de composición, soy quien elige a este tribunal. Lo hago basándome en su reputación mundial, en algunos casos los conozco personalmente y siempre se lo ofrezco al último ganador del premio.
¿Este tribunal conoce el nombre de los preseleccionados o solo se les hace llegar las obras? ¿Cómo se realiza esta segunda fase del concurso?
Sí, los conocen. Vienen aquí, a Louisville, de uno en uno, sin coincidir entre ellos. Se quedan un par de días escuchando las grabaciones de las obras y revisando las partituras en mi despacho. Conocen los nombres por las mismas razones que le he dado antes, seguramente conocerían a unos sí y a otros no, y no sería justo. Les facilitamos todos los nombres y materiales. Cada uno de ellos puede elegir hasta tres obras y esta elección es secreta, no la van a conocer los demás miembros del jurado. La mayor parte de las veces escogen solamente una o dos y normalmente quedan como finalistas cinco o seis compositores.
Se llega entonces a la tercera etapa, donde un comité de siete personas que no son profesionales del mundo de la música, aunque sí tienen conocimientos en la materia. Esta parte más popular es otra cosa que hace al premio tan especial.
Son todo tipo de personas, algunos son abogados o médicos, otros son miembros de la comunidad que tienen una tradición de música clásica a sus espaldas, pero sobre todo, que tienen interés por la música contemporánea. Toman esta responsabilidad con muchísima seriedad, es impresionante cada año, y ellos tampoco se reúnen juntos. Este proceso ya es anónimo, no conocen los nombres de los candidatos, tan solo se les facilita la grabación de la obra y unas notas al programa, que yo mismo elaboro, basándome en los materiales que han aportado los compositores, eliminando su nombre y el de la agrupación que lo está interpretando. Son votaciones individuales y que no conocen los demás miembros del jurado, en las que hacen un ranking ordenado de la que más a la que menos les han gustado. Yo sumo las puntuaciones y hay un resultado matemático. La única etapa en la que hay debate entre los miembros del jurado es en la primera fase y solo se discute cuántas obras se mandan ese año. Ninguno de los demás jueces hablan entre sí, así que no hay posibilidad de que, por ejemplo, una personalidad fuerte dentro del jurado, pueda dominar al resto con sus opiniones ni influir en el proceso.
¿Ha ocurrido alguna vez que dos obras obtuvieran la misma puntuación en esta última etapa?
Sí, por eso tenemos un jurado con un número impar de miembros, para intentar que esto no suceda. Si aún así se produce un empate, se revisan las puntuaciones únicamente de esas dos obras y al ser un jurado impar, sale el ganador.
Las obras que ustedes reciben para su valoración pueden ser muy diferentes entre sí: ciclos de canciones, música sinfónica…, tan distintas que no siempre es fácil comparar una con otra. ¿Tienen algún tipo de norma, aunque sea no escrita, de ir rotando el tipo de agrupación o formato de la obra ganadora?
Efectivamente es muy complicado ¿cómo comparar un cuarteto de cuerda con una ópera? ¿o un estilo con otro? En la primera fase es más fácil, porque enviamos un grupo de obras, que pueden ser variadas. En las demás etapas, el asunto es más complicado, porque tienen que hacer una selección más concreta. No hay ningún tipo de norma sobre el tipo de obra ganadora cada año; si se fija en la lista de ganadores observará que hay muchos conciertos, sobre todo para cuerdas, violín y chelo, creo que se aprecia que en la última fase los jueces no son profesionales y tienen una atracción por la grandeza de un concierto, normalmente una sinfonía, no es frecuente premiar música de cámara, aunque ha habido excepciones, como los Estudios para piano de Gyorgy Ligeti (1986), la ópera de cámara Static de Sebastian Currier (2007) o Sur Incises de Pierre Boulez (2001) para una particular agrupación de cámara con tres pianos, tres arpas y tres percusionistas.
Los premios Grawemeyer, que comenzaron con el de composición, han sumado con el tiempo otras cuatro categorías más. En el de «Contribución al orden mundial» (creado en 1988) ha sido premiado Mijaíl Gorbachov ¿qué impacto tuvo su llegada a Louisville para recogerlo?
A decir verdad, normalmente no tengo la oportunidad de conocer a los otros ganadores porque estoy muy ocupado atendiendo al mío y normalmente no puedo asistir a sus charlas, aunque es una pena, pero es que todo coincide en la misma semana. Los premios se anuncian a principios de diciembre y en abril todos los galardonados vienen a Louisville durante una semana donde ofrecen conferencias y asisten a diferentes actos.
También hay premios de Religión (desde 1990), Psicología (desde 2000) y Educación (desde 1989), esta última muy importante para el Sr. Grawemeyer, de la que él mismo formaba parte del comité de selección. De hecho, la propia universidad, gracias a la fundación de los premios, concede 10 becas a estudiantes para que puedan formarse aquí. Por tanto, el impacto de estos premios no es solo para los ganadores, sino que redunda en la sociedad de Louisville y en su vida universitaria. Los galardonados tiene una intensa actividad durante la semana de los premios y además se comprometen a estar durante cinco años en contacto con esta universidad y colaborar con ella.
En lo que al premio de composición se refiere, no somos muy estrictos en este punto, porque entendemos que son personas muy ocupadas y no pueden comprometerse durante cinco años, pero lo que sí hacemos con frecuencia, es tener a alguno de los ganadores como compositor invitado en el Festival de música contemporánea y regresan para ese evento. No obstante, todos los galardonados ofrecen, además de alguna conferencia, clases magistrales a nuestros alumnos, es una oportunidad que no tienen en ninguna otra universidad. El año que vino Esa-Pekka Salonen (2012), hizo una clase magistral con nuestros estudiantes de dirección que dirigían nuestra orquesta universitaria tocando obras de nuestros propios estudiantes. Fue magnífico. Esta oportunidad para nuestros alumnos de interactuar personalmente con los galardonados es algo muy especial y, a veces, ha habido algún resultado concreto más allá de esta experiencia, un alumno que ha ido después a la universidad donde enseña algún premiado a hacer el doctorado, otro fue a invitado a Japón para el estreno de una obra suya.
¿Se organiza algún tipo de evento para que se toque la obra ganadora aquí en Louisville?
No podemos ofrecer eso porque no tenemos ni idea de qué tipo de obra va a ser la ganadora de un año a otro, tampoco sabríamos si podríamos afrontar su interpretación si se necesitase una gran plantilla orquestal o instrumentos étnicos concretos, por ejemplo. No obstante, si es posible, sí se intenta que la Orquesta de Louisville toque en algún momento la obra ganadora y si no, al menos, otra obra del compositor.
¿Existe algún CD que tenga una compilación de las obras ganadoras de diferentes años?
Sería muy buena idea, pero son obras con copyrigth y es muy complicado llegar a un acuerdo con las compañías discográficas, aunque me encantaría poder hacer una serie con ellas.
Todas las partituras que llegan aquí en busca del premio, se archivan en una sección especial de la Biblioteca de Música de la Universidad de Louisville. Debe ser una biblioteca de referencia en el mundo de la música contemporánea al albergar tantas obras desde hace tantos años y de tantos autores. ¿Pueden consultarlas los alumnos e investigadores? ¿Cómo se compatibiliza esto con el anonimato que siempre está presente en estos premios, en los que no se da a conocer al público el nombre de los semifinalistas ni de los finalistas, tan solo el del ganador?
Realmente sí son públicos los nombres de todos los que han enviado su propuesta de participación en el premio, pues se hace un catálogo con todas las obras, donde se especifica la instrumentación de cada obra, su duración, dónde está publicada, etc. No anunciamos nunca el nombre de los semifinalistas ni finalistas, pero la lista de todo el conjunto de los que han enviado su candidatura cada año sí es pública. Son además materiales accesibles a quien lo solicite con credenciales, pero deben venir aquí, a la Universidad de Louisville a consultarlos y no pueden salir de la biblioteca. Muchas de las partituras son solo para alquilarlas, no para venderlas, y muchas de ellas no se encuentran en ninguna otra biblioteca del país.
En 2015 se entregó un premio muy especial y único, «Spirit award» al Sr. Mohamed Alí, justo antes de que falleciera; fue con motivo del 30 aniversario de los premios y se otorgó a un personaje de fama mundial, nacido aquí, en Louisville, ciudad en la que además tiene su propio museo ¿cómo fue de especial ese momento?
Asistí a la presentación y fue muy impresionante, a pesar de que él ya no podía levantarse de su silla y no podía hablar, pero solo la presencia de una leyenda ya era algo especial. A mí no me gusta el boxeo en absoluto, si por mí fuera, sería ilegal, sin embargo, Mohamed Alí es Mohamed Alí, y estar en la misma sala que él, siendo además oriundo de Louisville, creó una atmósfera muy especial, la sensación de emoción y admiración que se pudo vivir en el auditorio, es algo que nunca antes había experimentado.
Uno de los alicientes de estos premios, del que hablábamos al principio, es la suma económica que lo acompaña. La fundación comenzó con nueve millones de dólares en su haber, pero a lo largo del tiempo, las cantidades que se han ofrecido a los ganadores han sufrido alguna modificación en función del resultado de las inversiones que se hacen ¿Todo el dinero viene de la Fundación Grawemeyer o hay otros inversores privados? ¿Quién gestiona la fundación? ¿Está garantizada su continuidad en el futuro?
Efectivamente, según la fluctuación del mercado en la bolsa, ha variado la cantidad que se entrega a los galardonados. Al principio la cuantía era de 150.000 dólares por galardón. Cuando el mercado bursátil mejoró, en el año 2000, los premios se incrementaron hasta los 200.000 dólares y en 2008, con la crisis, la cantidad disminuyó a 100.000 dólares. A menos que haya una catástrofe en la bolsa, su viabilidad económica está garantizada por muchos años. La fundación es parte de la universidad, que es quien la gestiona, al igual que lo hace con otras donaciones particulares que recibe y otros premios y fundaciones que también dirige. En los últimos años se descubrió un fraude en la gestión y va a llevar algún tiempo recuperar las pérdidas, pero esperamos poder volver a llegar a los 150.000 dólares por galardón, que era la dotación inicial.
Tras la entrevista con Marc Satterwhite, tuvimos la oportunidad de contactar con Matt Ertz, director asistente de la Biblioteca de Música de la Universidad de Louisville y que está haciendo un estudio de las obras premiadas, que será publicado inminentemente, y del que ha tenido la amabilidad de compartir con nosotros algunos datos en primicia que le hemos solicitado, pues deseábamos conocer los nombres de los compositores españoles que en alguna ocasión optaron a este premio. Teniendo en cuenta que no podemos conocer los nombres de los que han llegado a la semifinal ni a la final, pues como venimos diciendo, ese dato es secreto, sí hemos tenido acceso al listado público de los que han presentado su candidatura. Según sus datos, la mayor parte de los candidatos son estadounidenses, si bien en el inicio de los premios, en los años 80, hubo algunos hispanoamericanos. En lo que a españoles se refiere, de los 2.022 compositores que han optado al premio, 29 son españoles (un 1.5%), aunque ninguno lo ha ganado, y el señor Ertz se extraña de que algunos tan destacados como José María Sánchez-Verdú, Héctor Parra, Elena Mendoza, Jesús Rueda y Ramon Lazkano nunca se hayan postulado. En orden alfabético, estos han sido los candidatos españoles a lo largo de la historia de los premios:
Adam Fererro, Bernardo
Alvear, María de
Balada, Leonardo
Beviá Cantó, José Miguel
Casablancas, Benet
Coll, Francisco
Erkoreka, Gabriel
Ferrero, Lorenzo
García Demestres, Alberto
García Fernández, Voro
Gómez Lopera, Alejandro
Gosálvez-Blanco, Mario
Guinjoan, Joan
Halffter, Cristóbal
Humet, Ramón
Igoa, Enrique
López, José Manuel
Manchado, Marisa
Marco, Tomás
Martínez, Israel David
Orbón, Julián
Posadas, Alberto
Roig-Francolí, Miguel Ángel
Soler, Josep
Sotelo, Mauricio
Soutullo, Eduardo
Torres, Jesús
Valero Castells, Andrés
Gálvez-Toroncher, Miguel
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