A La Creación le gustó más el Caos
Por Óscar del Saz | @oskargs
Madrid, 5-XI-2021, Teatro Monumental. Ecos de la Belle Époque – Planeta Tierra. La Creación, de Franz Joseph Haydn (1732-1809). María Espada [soprano], Francisco Fernández-Rueda [tenor] y Fulvio Bettini [barítono]. Orquesta Sinfónica y Coro RTVE. Marco Antonio García de Paz, director del Coro. Enrico Onofri, director.
Nos convocó a la velada de esta fría tarde-noche de Madrid el violinista y director de orquesta italiano Enrico Onofri, director invitado, conocido en el ámbito de interpretación de las obras [vocales e instrumentales] de toque más historicista, con el aliciente de la preparación –como flamante director del Coro de RTVE–, del asturiano Marco Antonio García de Paz, que ha sido el encargado de preparar al coro, recordando a nuestros lectores que estos conciertos serán retransmitidos por Radio Clásica y por TVE, dentro de su programa Los conciertos de La 2.
Desde luego estamos muy de acuerdo en que La Creación, de F. J. Haydn es una obra muy apropiada para vestir la temática que la Orquesta y Coro de RTVE ha dado en llamar «Planeta Tierra»: «En un momento histórico tan crucial como el que vivimos, recordamos la importancia de nuestro planeta, no sólo como nuestro hogar biológico, sino también como fuente de inspiración de innumerables obras maestras de la historia de la música». Y sí, con la Creación empieza todo… El caos que antecede a la formación del Universo y –muchos miles de millones de años después– la aparición de la vida en La Tierra y de nosotros mismos, como último eslabón, sucesores enésimos del primer hombre y de la primera mujer.
Es verdad que no hay nada como la música -salvo la física y las matemáticas- para describir la «armonía de los cuerpos celestes», o –como analogía– la belleza de la estructura del Universo… Y es precisamente en eso en lo que pensó Haydn cuando diseñó su obra: lo sublime de la música, limando cualquier aspecto de conflicto o negatividad. En su obra nunca se habla de «El Pecado Original», o se alude a la culpa que el Cristianismo otorga a la mujer (Eva) mordiendo la fatídica manzana.
Haydn nunca dejó de lado el carácter sinfonista del acompañamiento orquestal, que tiene una entidad propia muy marcada, con momentos de plena descripción en la ambientación del caos o de los sonidos bucólicos de la naturaleza, así como de los animales que la pueblan. Y si bien se le achaca a Haydn una excesiva recreación Haendeliana en la concepción de los coros, también es verdad que dotó a la obra –y es quizá ésta su seña más propia– de un discurso narrativo-dramático que se asemeja muchísimo a una ópera, si bien no escenificada, de ambiente bíblico-pastoral, cuyo argumento es la narración de la Obra del Creador –dividida en días–, incluyendo además la creación de Adán y Eva, así como el nacimiento de su amor.
Según la forma clásica del oratorio haendeliano, La Creación está dividida en tres partes y se compone de coros, dúos, tríos, recitativos y arias. En la primera y segunda parte, los solistas son los arcángeles Gabriel, Uriel y Rafael (soprano, tenor y bajo); en la tercera parte, los personajes cambian a Uriel, Adán y Eva (tenor, bajo o barítono, y soprano). Estos roles fueron acometidos con distinto grado de desacierto por los solistas convocados para la ocasión.
La soprano extremeña María Espada (Arcángel Gabriel, Eva) se mostró tensa e incómoda durante todo el concierto, con una voz y un carácter musical y dramático irregular, poco adecuados para el estilo necesario en Haydn, que debe ser más liviano y refinado, sobre todo en los recitativos, cantando siempre con feas gesticulaciones. Algo mejor estuvo en las arias, aunque debió cuidar más ciertos excesos vocales en los volúmenes puestos en juego y en la fijeza de su emisión, que se hizo muy patente en los saltos interválicos ascendentes, ya que dio la sensación de que la voz iba y venía sin razón aparente. En el famosísimo dúo con el barítono, Von deiner Güt, o Herr und Gott, cargó en exceso las tintas heroicas, con escasa capacidad de matización en las dinámicas en un dúo al que –como poco– se le debe pedir elegancia y nunca planicidad.
El tenor sevillano Francisco Fernández-Rueda (Uriel) demostró unos medios vocales insuficientes para hacerse adecuadamente con esta importante parte, declamando en los recitativos con una voz muy abierta y de afeada oscilación en cuanto debía acometer notas largas, desafinando claramente en algunos momentos. Cuando quiso dar una prestancia más musical o cantábile a alguna de las arias o recitativos, optó por cantarlas en pianísimo aplicando un ineficaz falsete, fuera totalmente del estilo, y haciéndole inaudible en varios momentos.
Por último, el barítono italiano Fulvio Bettini (Rafael, Adán) de voz excesivamente atenorada [la obra pide un bajo] y con falta de claridad en la dicción alemana, planteó unos recitativos anodinos demasiado pegados a la partitura, no sólo porque fuera clarísima la dependencia de la misma, sino porque se limitó a cantar notas sin añadir la obligada expresividad/intención de lo que estaba cantando. En las arias, estuvo un poco más centrado. Consideramos que estuvo correcto en la parte de Adán, donde sí desplegó belleza y cuidado vocal y una encarnación del «personaje» bastante más cuidada. En el dúo con Eva antes citado, consideramos que sí consiguió convencer.
El maestro italiano Enrico Onofri [1967] realizó una lectura de la obra en la que sólo podemos recalcar una palabra: FORTE. La orquesta estuvo permanentemente sonando en forte, tapando en muchos casos a solistas y –en algunas ocasiones– al coro. Querríamos haber escuchado una mayor disección de la obra marcada por las correspondientes distinciones dinámico-sonoras –e incluso tímbricas y de carácter– entre las partes más sinfónicas o sólo instrumentales, las secciones estrictamente corales y aquéllas en las que los solistas ejecutan arias, dúos o tríos…, pero nada de eso fue posible. De alguna manera, el Caos se apoderó del forte desde el principio y no fue posible hacer nada más.
No en vano, la obra se presta tanto a momentos agitados y de alta tensión, con ambientación sonora en los que la orquesta debe describir –por ejemplo– el caos antes de que «se haga la luz» y también a momentos de placidez y felicidad paradisiacas: los instrumentos solistas describen los diversos seres creados y los sonidos que producen, y los arcángeles elevan sus alabanzas al Sumo Hacedor por tan Excelsa Obra… También se refleja la íntima interacción de la primera pareja sobre la faz de la Tierra y cómo surge en ellos El Amor. Pero nada de eso vimos.
En el conjunto orquestal, resaltamos negativamente la sección de cuerdas que estuvo muy «llorona», destemplada, y en algún caso puntual, desafinada por alguno de los integrantes. Se echó en falta unos cuantos puntos menos de volumen en los timbales y una mayor relevancia en el continuo (fortepiano), incluso en los recitativos. Por cierto, creemos que –por su importancia– debería aparecer en el programa el nombre del fortepianista.
Abstrayéndonos de todo lo negativo expuesto anteriormente, que es mucho, el Coro de RTVE realizó una buena versión, quizá mermada en algunos casos de más presencia vocal en tenores y contraltos-mezzos. Supo arropar adecuadamente a los solistas cuando cantó con ellos e hizo frente de forma óptima a las fugas –con velocidad extrema impuesta por Onofri– que existen en esta obra. En general, gestionó adecuadamente los abundantes reguladores expresivos, entradas y salidas sonoras de las cuerdas, adecuada dicción, y un rango dinámico del piano al forte muy homogéneo para los momentos de recogimiento o más estelares.
Como conclusión, diremos que hemos asistido a un planteamiento de La Creación muy alejada de lo conveniente, que no se centró para nada en el punto de vista sonoro, ni tuvo en cuenta todo el potencial, en cuanto a las dinámicas, que merece una obra maestra de este calibre, faltando –a nuestro juicio– un mayor cuidado en los volúmenes sonoros puestos en juego por la orquesta y el coro, contando con un limitado sonido de los solistas, además de con sus flacas prestaciones al lucimiento de la obra. Que a esta Creación le gustó más el Caos, no es un mal chiste, sino el resumen de que hay ciertos umbrales inferiores que no se deben alcanzar, sobre todo en la selección de los solistas y su capacidad contrastada para poder acometer con garantías una obra dada.
Foto: Web Orquesta Barroca de Sevilla
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