Por Aurelio M. Seco
Qué duda cabe que Emilio Casares es el padre de la musicología española. Esta semana se le rindió homenaje en Oviedo, en el Seminario de Musicología del edificio histórico del Campus del Milán donde él mismo impartió docencia durante años y que ahora lleva una placa con su nombre: "Seminario de Musicología profesor Emilio Casares Rodicio". No podía ser de otra forma. Casares fue quien logró que, en 1984, se aprobase el plan de estudios de la especialidad en dicha universidad, un hecho histórico para la música en nuestro país, que todavía no se ha marcado con letras de oro en suficientes lugares porque, aunque es verdad que la musicología es una disciplina desconocida para la mayor parte de los ciudadanos, muchas de nuestras personalidades musicales de mayor peso de los últimos 30 años están ligadas a este campo, de una u otra forma. Casares inició entonces un camino importante, ya que era la primera vez que se impartía esta titulación en España y se hacía en la Universidad de Oviedo, entidad que todavía hoy puede jactarse de poseer una de las carreras de musicología más prestigiosas de España, puede que incluso de Europa. Muchos de sus actuales profesores han sido alumnos del propio Casares. Nombres como los de Ramón Sobrino, Ángel Medina, María Encina Cortizo o Celsa Alonso firman con mayúsculas todo lo que hacen y ven su prestigio crecer día a día. No podemos olvidarnos de otro de los más carismáticos, el siempre añorado Luis G. Iberni, figura fundamental de la crítica musical en nuestro país y uno de los gestores musicales de mayor talento que hemos conocido.
La primera vez que escuché el nombre de Emilio Casares fue durante mis estudios de BUP. En primero, impartía la materia de música una profesora con pocos conocimientos pero que cantaba bastante bien. Leía el libro de Casares al pie de la letra. “¿Alguien sabe qué es el dodecafonismo?”, preguntaba la profesora con el libro delante. Un libro magnífico, por cierto. Entonces, el “profesor Casares” ya era muy conocido entre el gremio, por su nivel de erudición y por su capacidad gestora.
Una vez instaurada en Oviedo, la especialidad se instaló con más naturalidad en otras universidades españolas, cada una con sus características y prestigios. De Oviedo, Casares se trasladó a Madrid. En una conferencia recordó el hecho como algo necesario. “Era lo que tocaba”, dijo entonces. Madrid es la capital y la musicología debía estar en el centro de las cosas importantes. Y Casares con ella. En la Universidad Complutense de Madrid comienza en el año 1988, donde ejerce como catedrático y como fundador y director del ICCMU (Instituto Complutense de Ciencias Musicales), un puesto en el que ha desarrollado una labor ingente de recuperación de nuestro patrimonio musical. No sé cuántas veces se ha cansado de recordar las miles de zarzuelas que existen en los archivos de la SGAE.
En mi etapa universitaria en Oviedo, observé en alguna de sus publicaciones una erudición poco usual. Revisé con interés una que incluía información sobre el Barroco, que había servido de referencia a muchos estudiantes en los primeros años de la especialidad y me llamó poderosamente la atención lo actualizado y profundo de la información. Más tarde, cuando empecé a interesarme por el mundo de la zarzuela, sobre todo a través del teatro bufo de Arderíus con sus suripantas de somatén, volví a ser consciente del inmenso trabajo que Casares había realizado dentro del género, ya no como promotor sino como investigador. Su biografía de Barbieri es una referencia, no solo por el compositor y su obra, también para entender el contexto musical del siglo XIX. En una de sus charlas, que siempre me han parecido de interés, presentaba el libro Memorias de un violonchelo, del chelista Carlos Prieto, en otra, hablaba sobre la vida y obra de Cristóbal Halffter. Y creo que este ha sido otro de sus grandes aciertos, usar la musicología para dar a conocer la obra de nuestros compositores. En esto, Casares me recuerda al insigne Adolfo Salazar, cuyos pasos musicológicos parece haber seguido pero dándole su propia personalidad con el leve perfume de la zarzuela, que me parece el género que ha defendido con más sinceridad, siempre desde España y contra la sinrazón. No parece casualidad que el propio Casares haya trabajado en el catálogo de Salazar a finales de los 70. Con todo, tengo la impresión de que uno de los trabajos que le hace sentir más orgulloso es la publicación del Diccionario de la Música Española e Hispanoamericana, obra monumental que su sucesor en el ICCMU, Álvaro Torrente, a buen seguro se encargará de ampliar, divulgar y actualizar.
Me ha sorprendido la manera en la que ha dejado el ICCMU, sin grandes alharacas, como si no tuviera importancia. Y eché en falta su discurso el día que recogió en nombre de dicha entidad el "Premio Lírico Teatro Campoamor" como institución que ha contribuido significativamente al mundo de la lírica. Menudo fallo de los organizadores del evento. No recuerdo quién me dijo hace años que le encantaba la ciudad de Roma, y que no le importaría pasar allí buena parte del resto de su vida. No sé si será cierto. Esperemos, en cualquier caso, que todavía permanezca mucho tiempo trabajando en España, porque su figura sigue siendo fundamental.
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