Una entrevista de Álvaro Menéndez Granda
Fotografías: Fernando Frade/Codalario
Traducción del inglés: Paula Villanueva
Son las doce y media de la mañana. En el Real Conservatorio Superior de Música de Madrid, en un despacho aislado en la segunda planta, se encuentra Emanuel Ax. Recién llegado a nuestro país desde los Estados Unidos para afrontar su gira europea, acusa el cansancio del largo viaje, el jet lag, los aeropuertos, los hoteles, y las horas que lleva al piano trabajando en el denso programa de sus próximos recitales. Sin embargo y pese a ello, lejos de exhibir actitudes excéntricas o altivas, el maestro nos recibe con expresión sonriente, suaves maneras, y una amable disposición a compartir unos minutos de forma distendida con quien, humildemente, pretende conocer un poco más en profundidad su forma de entender la música y el instrumento al que ha dedicado su vida.
El programa que ha escogido para su recital en Madrid parece estar pensado por y para un pianista en su madurez. La interpretación de Schubert es siempre un reto para la sensibilidad y el intelecto del pianista, y qué decir de la imponente Sonata op.58 de Chopin. ¿Cuál ha sido la motivación que le ha llevado a escoger estas obras?
Ambos son grandes compositores, y siempre es agradable tocar buena música. Llevo muchos años tocando la tercera sonata de Chopin. Desafortunadamente me estoy haciendo viejo y las cosas se hacen más difíciles de lo que eran, en lugar de hacerse más sencillas. Schubert es bastante más nuevo para mí, y los Impromptus de Chopin son completamente nuevos. Me alegra haberlos aprendido, son muy difíciles. Creo que son piezas que a todo pianista le gustaría tocar en algún momento. Simplemente intentas hacerlo lo mejor posible, es todo lo que puedes hacer.
Al hilo de eso, recuerdo que una vez dijo en una entrevista que hay obras que le encantaría tocar pero que, desafortunadamente, ya es demasiado tarde. Según su opinión, ¿hasta qué punto la edad condiciona el repertorio?
Una de las cosas que veo en la gente joven hoy en día es que aprenden obras nuevas y de muy diferentes estilos muy, muy rápido. Hablando de alguien de mi generación, Daniel Barenboim lo toca todo porque su padre era un gran profesor y cada tres semanas le hacía aprender un programa nuevo. Cuando no puedes tocar cinco o seis veces lo mismo, todo es novedad, novedad y novedad. De esta forma cuando hoy en día [Barenboim] toca cualquier pieza, en realidad ya es una vieja conocida. Y yo creo que esa es la clave, porque cuando llegas a mi edad es realmente difícil aprender cualquier cosa. Por eso estoy orgulloso de haber aprendido los Impromptus de Chopin. Cuando tenía sesenta y dos años trabajé los Estudios sinfónicos de Schumann, pero es muy difícil. Tengo mucha suerte de haber trabajado los dos conciertos de Brahms cuando era joven, así todavía puedo intentar tocarlos. Por eso mi mayor consejo a los jóvenes es que estudien y aprendan toda la música que puedan. Yo no estudié la sonata Hammerklavier cuando era joven, y ahora es demasiado tarde.
Echando un vistazo a su agenda sorprende ver tres programas diferentes en apenas un mes. ¿Cómo se compaginan los días de viaje con las horas de estudio para mantenerse siempre al nivel que se espera de un pianista de élite?
Cuando viajo intento estudiar siempre por la mañana, temprano, hasta la tarde. Después voy al aeropuerto, procuro volar siempre al final del día habiendo hecho ya todo el trabajo. Un pianista tiene que estudiar siempre muchas cosas diferentes y hacerlo con planificación. Tengo el estreno del H.K. Gruber en enero y he estado trabajando muy duro en esta obra. Adams llegó tarde y tendrá que esperar un poco, pero ya lo practico a diario. Practico este programa [el de la gira europea] todos los días, practico el concierto de Mozart todos los días. Para un pianista es lo normal.
Quisiera conocer su opinión acerca de los nuevos jóvenes pianistas que están comenzando a tener éxito internacional. ¿Cree que actualmente es más importante la técnica que la musicalidad?
No veo eso. Lo que creo es que en algunas personas está instalado el prejuicio, podríamos decir, o la idea de que el hecho de que un pianista que toque perfectamente implica que no es musical. Creo que esto no es cierto. Vivimos en un momento increíble para el piano. Nunca había visto este nivel de talento. Por supuesto, siempre hay grandes figuras (Rubinstein, Horowitz). Uno no toca mejor que ellos, o que Ashkenazy o Michelangeli, pero ahora el nivel general es simplemente fabuloso. Y creo que hay muchos pianistas que tocan perfectamente y, además, con corazón y con cabeza. Lo tienen todo.
Frecuentemente se asocia la figura del intérprete al ego y a la soberbia. Sin embargo su caso es conocido por ser justamente lo contrario. ¿Cree usted que para acercarse a la música clásica adecuadamente es necesario ese punto de vista basado en la humildad y la modestia?
Bueno, creo que la interpretación es un ejercicio de modestia, porque interpretas música escrita por gente cuyo talento no llegas a comprender. Sí, puedo tocar el segundo concierto de Brahms, pero no puedo escribirlo. O pensando en las primeras sonatas de Beethoven: la idea de ir a Viena y tocar estas obras magníficas (tan brillantes, difíciles y profundas) y escribirlas es algo que se me escapa. Desde ese punto de vista eres completamente modesto. Por el contrario, cuando tocas una obra como la Appassionata, por ejemplo, debes ser también un exhibicionista, de algún modo. Tienes que exhibir la música, tienes que actuar la música. Es como un actor que interpreta las grandes obras de Shakespeare. Por supuesto es Shakespeare, pero tienes que hacerlas propias. Es una divertida combinación. Personalmente intento ser arrogante si la música es arrogante; si la música es modesta trato de ser modesto. En casa soy bastante normal [risas]. Soy un tipo corriente. Hay una hermosa frase de Churchill que dice "Es un hombre muy modesto. De hecho, tiene mucho por lo que ser modesto". Y yo siento eso, creo que tengo muchas cosas sobre las que debo ser modesto.
Me gustaría conocer, desde mi perspectiva de joven pianista, cómo trabaja Emanuel Ax. ¿Cómo se acerca a una nueva obra?
Si se trata de una pieza del repertorio habitual, que probablemente haya escuchado muchas veces, ya tengo una idea previa de sus dificultades y de cómo me hace sentir la música. Y probablemente pondría la partitura en el atril y comenzaría a leer muy despacio, porque ya no puedo hacerlo deprisa [risas]. Soy bastante lento, así que necesito muchos días de preparación, muchas semanas, a veces muchos meses. No soy alguien que pueda aprender una obra en, digamos, una semana. Incluso si practico cinco horas al día una pieza, una semana no es suficiente, eso no funciona conmigo. Tengo que trabajar una hora al día durante mucho tiempo. Hay gente que puede comprimir el proceso y hacerlo muy rápido. No soy uno de ellos. Si la pieza es totalmente nueva, debo trabajar en qué nota es cada nota. No hay atajos para mí. Todo es lento.
Cuando usted toca, hasta las obras más exigentes parecen fáciles y sorprende la naturalidad de sus movimientos. ¿Hay un trabajo específico de reflexión sobre el movimiento y la gestualidad?
No demasiado. Creo que es mi manera natural de acercarme al piano. No pienso mucho en ello. Creo que hay gente que se mueve de una manera inadecuada, acaban...
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