Por Jordi Maddaleno
29/04/14 Zaragoza: Teatro Principal. Asociación Aragonesa de la Ópera Miguel Fleta. Donizetti: L‘elisir d’amore. Carlos Chausson, Ainhoa Garmendia, Gustavo De Gennaro, Piero Terranova, Ruth Iniesta. Orquesta y Coro Opus Lírica. Andrea Albertin, dir. musical. Giulio Ciabatti, dir. de escena.
Poco a poco la realidad lírica de Zaragoza va recuperando solera y presencia, una presencia antaño de notable tradición, como se explica en el interesante escrito del programa de mano de la ópera, con visitas de cantantes de primer nivel internacional y debuts notables en la ciudad como fueron el primer Edgardo de Lucia di Lammermoor de un joven Josep Carreras en 1971, mismo año en el que se vio en el Teatro Principal por primera vez el Nemorino del reconocido Eduard Giménez, quien firmó un triunfo personal bisando la furtiva lagrima. Lo dicho: solera y cartel.
Opera Aragón presentó su primera coproducción con la compañía Opus Lírica de Donostia, y su segunda ópera (después de la notable puesta en escena de Der Kaiser von Atlantis de Viktor Ullmann, vista el mes de octubre del año pasado también en el Teatro Principal). El reclamo artístico no podía ser más atractivo, la ópera más conocida de Donizetti, obra cumbre del belcantismo italiano, una producción jovial como es el espíritu de la ópera y el tardío debut en su ciudad natal del gran bajo-barítono bufo Carlos Chausson. Aun así la platea del teatro Principal no ofreció el lleno que debería, algo más de media capacidad, a pesar de palcos y pisos visiblemente ocupados, la tradición en la ciudad se recupera lentamente.
Sin desmerecer en absoluto al resto del competente y equilibrado elenco, la función fue y significó un triunfo personal y homenaje del público a un cantante, aragonés universal, y maestro absoluto del arte bufo. Chausson supo aprovechar su impactante entrada en escena ¡con unos patines del siglo XIX!, entroncando con la tradición de grandes apariciones del personaje de Dulcamara a cada cual más esperpéntica o llamativa. Su aria di sortita ‘Udite, udite, o rustici’ simplemente fue un decálogo de lo que es el arte del basso buffo, fraseo, comicidad, dicción, seguridad técnica y presencia actoral. Chausson, quien se escapa del ‘modelo’ tradicional del físico rechoncho y simpaticote del bajo bufo italiano por su físico espigado, sabe hacerse con el público merced a su sabiduría y dominio del escenario, gestualidad calculada pero nunca impostada, naturalidad en la emisión, siempre presente y rotunda, agudos compactos y una generosa comunicación directa con el público al que seduce y conquista. Así fue en toda la representación llegando a otra cumbre, el mejor momento de la función seguramente, en su dúo con Adina del segundo acto, donde su identificación total del personaje junto a su complicidad con Ainhoa Garmendia bordaron una actuación a la altura de la histórica cita. La soprano de San Sebastián mostró sus atractivas armas como Adina, soltura interpretativa, nobleza de timbre y solvencia técnica que la llevaron en una actuación in crescendo hasta el citado dúo con Dulcamara y el precioso dúo final con Nemorino (‘Prendi per me sei libero’) donde surgieron los momentos más bellos de su atractiva personificación. El tenor argentino Gustavo De Gennaro comenzó tibio con una actuación tímida y algo blanda vocalmente hablando, emisión justa y color blanquecino, pero su adecuación en el personaje fue mejorando hasta llegar a una notable ‘Furtiva’ que solventó con candor y seguridad en el agudo final. El Belcore de Piero Terranova, quedó algo lastrado por el enfoque caricaturesco de la régie, la voz es algo mate y por momentos el vibrato afea un material que se impone desde el principio por su claridad en la dicción y control del registro. La soprano zaragozana Ruth Iniesta fue una Gianetta sobrada de medios, que se hacia notar en los concertantes y que lució un timbre penetrante y rico dejando muy buen sabor de boca.
Hay que destacar la labor en el podio de Andrea Albertín al frente de una jovencísima orquesta Opus Lírica, de atractivo y fresco sonido, quienes supieron estar a altura técnica de la orquestación donizzetiana y al adictivo ritmo belcantista con notable precisión y contagiosa energía. El coro sonó estupendo y se movió con soltura en una régie bien estructurada, pero irregular de Giulio Ciabatti. El director escénico juega la atractiva carta de un entorno de chicas pin-up, estudiantes de universidad estadounidense años 50 y entrenador de béisbol trasnochado y ridículo (Belcore), con dos sempiternos ayudantes (algo cansinos y demasiado omnipresentes en escena), aunque sabe llevar a buen puerto la obra con la complicidad y buen hacer de los intérpretes y sobretodo con un Carlos Chausson inolvidable, verdadero espíritu de la función. Otro tanto a recordar para la joven historia de Ópera Aragón, quienes con iniciativas como esta suman los ingredientes necesarios y vitales para que se recupere la tradición lírica en Zaragoza ¡por muchos años!
Foto: Ópera Aragón
Compartir
Sólo los usuarios registrados pueden insertar comentarios. Identifíquese.