Crítica de Agustín Achúcarro del concierto de la Sinfónica de Castilla y León bajo la dirección de Elim Chan y con el chelista Ivan Skanavi como solista
Elim Chan, una directora de inmenso talento
Por Agustín Achúcarro
Valladolid, 13-XII-2024. Auditorio de Valladolid, Sala Sinfónica Jesús López Cobos. Orquesta Sinfónica de Castilla y León. Solista: Ivan Skanavi, violonchelo. Directora: Elim Chan. Obras: Concierto para violonchelo y orquesta en si menor, op. 104 de Dvorák y La consagración de la primavera (Cuadros de la Rusia pagana en dos partes) de Stravinski.
La directora Elim Chan puso en práctica unos planteamientos musicales certeros, que materializó de manera tan concisa como atrayente, a través de una personalidad musical muy elevada. A esto se sumó el que la orquesta se volcó con la propuesta de la directora, como si estuviese absolutamente convencida de que ese era el camino. Chan pareció tan rigurosa como flexible a la hora de abordar las obras; apoyándose principalmente en el color, la densidad de texturas y la melodía en el Concierto para chelo de Dvorák, mientras que en Stravinski se basó en el ritmo y el timbre, para ahormar una versión electrizante de La consagración de la primavera.
En la segunda de las partituras, ante una profusa plantilla orquestal, la directora se alejó rotundamente de cualquier atisbo romántico, entendido en el sentido más genérico, para crear un mundo sonoro articulado en torno a la variedad de ritmos y la profusión de los distintos timbres orquestales, tanto en lo referente a las intervenciones solistas, como de las distintas secciones y en los tutti orquestales. Esa percepción de lo caótico, de la naturaleza que respira con su ritmo palpitante, obedeció a un milimétrico control de la orquesta, expuesto en la variedad de acentos, en las entradas virulentas de los distintos instrumentos, en métricas superpuestas. Todo articulado con autoridad, desde la inicial y sugestiva entrada del fagot, para comenzar La adoración de la tierra y seguir con los juegos entre las maderas, versátiles en su manera de abordar el sonido. A esto siguió una irrupción acerada de trombón, tubas y timbales, a los que se sumaron el efectismo incisivo de las trompetas, la sobrecogedora fuerza del bombo, en la «Danza de la tierra», convertido en el pulso de la orquesta. Después, llegaría El sacrificio con el entretejido entre las cuerdas, las voces diversas de las flautas, o las intervenciones eléctricas de todos los metales. Al final, ese dúo de clarinetes bajos que condujo a un frenético empuje orquestal. Chan recreó una exposición de la obra como diciendo ahí tenéis la música sin aderezos, al alejarse de descripciones o evocaciones y conformarlo todo a través de los variados planos sonoros, en base a las innovaciones que plantea la obra en términos armónicos y rítmicos.
Antes, en la interpretación del Concierto para violonchelo de Dvorák, la directora había incidido en la densidad sonora orquestal, en una dúctil y fructífera relación con el solista, Ivan Skanavi. Desde la larga sección inicial que precede a la entrada del solista, se percibió un anhelo romántico. ¡Qué impresionante el solo de trompa! Mientras, Skanavi realizó su primera intervención con apasionamiento, cumpliendo con esa indicación de «grandioso» del compositor. El chelista emitió un sonido siempre bien articulado, pasional en muchos pasajes, lírico en otros, sacando adelante las no pocas dificultades técnicas, recreándose en el movimiento intermedio con su tema canción. También magnífico el clarinete en su solo de este tiempo. Las melodías irán surgiendo en el tercer movimiento, en una relación de marcada simbiosis entre solista y orquesta. Chan consiguió texturas realmente atrayentes y una relación bien equilibrada entre solista y orquesta, cuidando los balances, combinando los momentos de diálogo con los pasajes en el que el chelo fue absorbido por la orquesta, en una suerte de conjunción total. La directora supo desarrollar toda la fuerza de la orquesta, sin por eso ahogar el sonido del chelista.
En ambas obras, la Sinfónica de Castilla y León alcanzó un alto nivel, tanto en el apartado de solistas como en la labor de conjunto y Elim Chan dejó la sensación de ser una espléndida directora. Un lleno en el Auditorio, para escuchar un concierto de elevadas cotas artísticas.
Foto: OSCyL
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