Por Roberto Relova Quinteiro
Vigo. Teatro Afundación Abanca. 20/4/2017. Temporada Sociedad Filarmónica de Vigo. Orquesta Sinfónica de Galicia. Director musical: Eliahu Inbal. Piano: Francesco Piemontesi. Obras de: Antonin Dvorák y Johannes Brahms
La Sinfónica de Galicia volvió a llenar el pasado jueves la sala de conciertos Teatro Afundación Abanca, sus fieles seguidores se dieron cita ante el gran sello de calidad de la cultura de nuestra comunidad. La Sinfónica de Galicia es el instrumento perfecto para convertirse en un vehículo de nuestras emociones, el excepcional director invitado Eliahu Inbal lo sabía y por ello realizó un titánico esfuerzo para dar a conocer su pasión por comunicar belleza y dramatismo. Digo titánico esfuerzo porque las condiciones acústicas de la sala y la colocación de los profesionales de la Sinfónica en el escenario impidieron en la primera parte del programa estabilizar los planos sonoros, apagando los brillos de la sección del viento madera y endureciendo los resultados canoros del viento metal. El público lo pasó mal, peor la orquesta. El escenario se quedó muy pequeño para tantos e ilustres visitantes.
El gran Eliahu Inbal elevó, con su sabiduría y experiencia, el gran potencial de la Sinfónica de Galicia. Navegó como pudo y con pragmatismo, por algo está considerado actualmente como uno de los grandes directores del mundo.
El pianista suizo Francesco Piemontesi destaca por su consolidado prestigio, es un músico que investiga y profundiza la complejidad del repertorio que interpreta. En este caso el Concierto para piano y orquesta en sol menor, op. 33 de Dvorák. Su extrema concentración nos arrastró a territorios de una lumínica experiencia sonora. Piemontesi cumplió con cualquier normativa no vigente acerca de la poética de las emociones, y esculpió con belleza inusual toda una galería de sentimientos, ambiciones, obsesiones bajo la armónica idea de que la música casi todo lo puede resolver o incluso poner las cosas en su sitio y a su debido tiempo. Bajo esta premisa mozartiana, se vivieron momentos donde los paisajes fueron dueños del espacio teatral. Piemontesi logró sobrevolar la realidad, su ejecución técnica fue perfecta, pero insisto, con su poética, su fraseo y articulación logró escribir una gloriosa página de la interpretación musical.
Con la Sinfonía nº 1 en do menor de Brahms la Sinfónica de Galicia respiró e incluso pudo cantar. Bajo la batuta de Eliahu Inbal nos hizo imaginar que la orquesta no existía y que milagrosamente sola, la música en estado puro, la verdad desnuda era la única realidad posible. Todo ello se consiguió dominando un instrumento eficaz y una orquesta pletórica de posibilidades tímbricas y con un amplio abanico de matices, impresionantes los violonchelos y contrabajos y excelente todo el conjunto orquestal que demostró una extraordinaria profesionalidad, entregado y dichoso de ser dirigido por el maestro israelita. Así lo vivimos en la sinfonía en la que el compositor ejerce con su música un poderoso efecto emocional sobre el espectador gestionando los diferentes temas.
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