Sílvia Pujalte
Barcelona. 4/5/2015. Palau de la Música Catalana (Petit Palau). Ciclo "Intèrprets catalans". Elena Copons (soprano) y Francisco Poyato (piano). Obras de Toldrà, Mompou, Granados, Vives y Serra.
El martes 5 de mayo tuvo lugar en el Palau de la Música Catalana el recital de Elena Copons y Francisco Poyato que cerraba la presente temporada de Intèrprets catalans, un ciclo que ha dedicado tres de los seis conciertos a la canción (anteriormente habían participado Joan Martín-Royo y Marco Evangelisti y David Alegret y Rubén Fernández-Aguirre). Esta vez no sólo eran catalanes los intérpretes, también lo eran los compositores incluídos en un programa que, muy didácticamente, nos recordaba dos ideas básicas: que la canción responde a la lengua de los poemas y que a menudo está arraigada (más o menos profundamente) en la música tradicional. Así el programa tuvo mucho mar y mucho Lavapiés.
El recital se inició con cuatro canciones de Eduard Toldrà (entre ellas Festeig y Camins de fada, las dos primeras apariciones del mar) con las que Elena Copons comenzó a mostrar sus fortalezas: un timbre bonito y homogéneo, facilidad para moverse en todo el registro y expresividad, pero también una debilidad: una dicción no suficientemente precisa. Es cierto que las sopranos lo tienen por naturaleza más complicado, sobre todo en el registro agudo, pero cuanto más cercana nos es la lengua más conscientes somos de la importancia de la inteligibilidad en las canciones y algunos versos de las canciones de Toldrà se nos perdieron.
Tendemos a considerar las obras que preferimos especialmente como verdades universales, y el Combat del somni de Mompou es para esta cronista una obra muy querida. Muy querida significa muy escuchada, muy leída y probablemente muy idealizada, capaz de eclipsar el resto del programa, como si el nombre de las cinco canciones estuviera escrito con un cuerpo mucho más grande que el de las demás. Explico esto porque cuando escuchamos una obra tan querida nos encontramos de alguna manera abocados al desencanto, divididos entre la necesidad de escuchar la versión perfecta y la certeza de que la perfección no existe. La versión de Elena Copons y Francisco Poyato no fue, por tanto, perfecta, pero tampoco fue en absoluto un desencanto. Fue sincera y sentida; lució Elena Copons en Aquesta nit un mateix vent, lució Francisco Poyato en Jo et pressentia com la mar y lucieron ambos con una estupenda interpretación de Ara no sé si et veig, encar.
Después del intimismo de Mompou fue todo un cambio la aparición de Enric Granados y tres de sus Tonadillas, que sustituían a las Canciones amatorias inicialmente programadas; sencillamente encantadora El majo discreto. Seguimos por el mismo camino con la selección de las Canciones epigramáticas de Amadeu Vives, ahora sí cantadas con muy buena dicción; no nos perdimos palabra de los sobreentendidos que escondían los versos ni los dardos que, directamente, lanzaban. De este grupo, cantado con gracia y sin afectación, destacaron especialmente Madre, la mi madre (con poema de Miguel de Cervantes) y la divertidísima El retrato de Isabela.
Volvíamos al mar y a la intimidad tras las expansiones de las canciones de Vives con una selección de las Cançons líriques i amoroses de Joaquim Serra; con permiso de Elena Copons, que hizo una buena interpretación de las cinco, cabe destacar el piano de Francisco Poyato en Cançó. Por último, dos propinas de Toldrà: Els obercocs i les petites collidores, o como unos sencillos albaricoques pasados por las manos de Carner y Toldrà y con dos buenos intérpretes se convierten en una canción deliciosa, y la adecuada Maig.
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