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Crítica:«El oro del Rin» de Wagner en Bolonia

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Autor: Magda Ruggeri Marchetti
17 de junio de 2024

Crítica de la ópera El oro del Rin de Wagner en Bolonia, bajo la dirección musical de Oksana Lyniv

«El oro del Rin» de Wagner en en Bolonia

Épica sin distracciones escénicas

Por Magda Ruggeri Marchetti
Bolonia, 12-VI-2024. Auditorium Manzoni. Das Rheingold [Richard Wagner]. Thomas Johannes Meyer [Wotan], Liviu Holender [Donner], Wolfgang Ablinger-Sperrhacke [Loge], Claudio Otelli [Alberich], Cornel Frey [Mime], Sorin Coliban [Fasolt], Wilhelm Schwinghammer [Fafner], Atala Schöck [Fricka], Sonija Šarić [Freia], Paolo Antognetti [Froh], Bernadett Fodor [Erda], Yuliya Tkachenko [Woglinde], Marina Ogii [Wellgunde], Egle Wyss [Flosshilde]. Orquesta del Teatro Comunale de Bolonia. Director: Oksana Lyniv.

   El oro del Rin es el prólogo de la Tetralogía de Richard Wagner, pero, repensado tras la escritura de las otras tres, además de su propia originalidad  tiene el aliciente de adelantar algunos de los leitmotiv del entero ciclo Der Ring des Nibelungen. La colosal obra plasma la convicción del autor de que la naturaleza es perfecta en su estado natural y que cualquier imposición de un orden jerárquico constituye una infracción. Wotan se sitúa a sí mismo en la cúspide de esa nueva escala de dominio: se rodea de los demás dioses, rebaja a los gigantes a un estamento inferior y reduce a los nibelungos al estrato social más bajo. En las profundidades del Rin el oro agarrado a las rocas libera su energía positiva cuando lo ilumina el sol, pero su fuerza negativa se desencadena cuando lo extrae un ser que ha «renunciado al amor». El robo del oro que custodian las Hijas del Rin es el comienzo de un camino que lleva el mundo al desastre. Wagner expone su cosmovisión a lo largo de este viaje: el orden natural primigenio se destruye cuando el hombre sacrifica el amor a la voluntad de poder.

  Hemos visto la ópera en forma de concierto, opción muy apreciada para quien teme apuestas escénicas con arriesgadas actualizaciones en nombre de la intemporalidad del mito. Presencia escénica, aun estática ante sus atriles en primera fila del conjunto orquestal, gestualidad actoral y vestuario -negro sobrio el masculino y elegante y estilizado el femenino- sin énfasis espúreos, y en general una buena adecuación del physique du rôle de cada uno de los personajes, fueron también méritos de este evento musical. 

   Estuvo al frente de la orquesta del Teatro Comunale Oksana Lyniv, destacada experta en el lenguaje del compositor de Leipzig cuyas obras ha dirigido también en su templo de Bayreuth. La directora inspiró su pulsión a los instrumentistas obteniendo un sonido wagneriano denso, suntuoso, brillante y de calidad, envolviendo al auditorio en sonoridades muy trabajadas y multitud de variedades dinámicas. En la numerosa orquesta hay que subrayar la presencia de cuatro arpas y las tubas cruciales para obtener con fidelidad las atmósferas wagnerianas de las aguas del Rin y las características enfatizaciones de pasajes y personajes. La directora cuidó en todo momento unas voces con protagonismo aumentado por la ausencia de escenografía, recreando las atmósferas wagnerianas con su elevado conocimiento de esta partitura. 

   De buen nivel el cast encabezado por el Wotan del barítono Thomas Johannes Meyer, buen conocedor del lenguaje wagneriano que ha compensado la voz ya no juvenil con su perfecta interpretación. A su lado la mezzo Atala Schöck en el rol de Fricka, con una voz redonda y sobrada proyección que fluye sin forzaduras. El papel de Loge, el dios del fuego, corrió a cargo del tenor Wolfgang Ablinger-Sperrhacke. Su voz es audible en todo momento por su gran proyección, sin problemas en el registro agudo. El Alberich del bajo-barítono Claudio Otelli supo cantar bien su rol y lució en los ascensos al agudo. Su hermano Mime estuvo interpretado por Cornel Frey, con voz clara y penetrante en toda la gama. Los gigantes Fasolt y Fafner fueron Sorin Coliban y Wilhelm Schwinghammer, el primero con bello y denso timbre y el segundo con voz de bajo de amplia extensión. El barítono Liviu Holender como Donner, el dios del trueno, impactó por volumen en las notas centrales. El tenor Paolo Antognetti fue Froh, el dios de la primavera: su voz rebosa metal y mordiente en toda la extensión. La Freia de la soprano Sonija Šarić luce una voz cristalina y lírica. La voz de la mezzo Bernadett Fodor, en la breve intervención como Erda, se hizo notar en cambio por su fuerza homogenea, envolvente y pastosa, presagiando el fin de los dioses. Las tres hijas del Rin, la soprano Yuliya Tkachenko como Woglinde y las mezzo Marina Ogii y Egle Wyss como Wellgunde y Flosshilde respectivamente, mostraron dominar el lenguaje más sonoro y evocativo que sintáctico en su expresión de alegre despreocupación o de lamento. La música de Wagner transforma una historia de dioses distantes, gigantes y enanos en un intenso drama sobre el amor, la pérdida y la redención. Esta ópera hace avanzar el arte de la orquestación más que ninguna otra hasta ese momento. 

 De alguna manera la ausencia de escenografía concentró la atención en la actuación de los cantantes. La expresión en alemán fue ya un punto a favor de la percepción de genuinidad wagneriana, pero despertó la curiosidad por la performance del único cantante no de lengua vernácula o al menos centroeuropea, el tenor Paolo Antognetti. Hay que decir que vocalmente cumplió con creces con el añadido de una vivacidad más latina, adecuada para el dios de la primavera. 

   El público aplaudió y ovacionó a todos los cantantes y a la directora. 

Foto: Andrea Ranzi

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