Por David Santana / @DSantanaHL
Madrid. 29-IV-2019. Auditorio 400 del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Centro Nacional de Difusión Musical [Series 20/21]. Ensemble Contemporáneo Orquesta de Cadaqués. Octrandre de Edgard Varèse; Autoritratto, in quattro passaggi de Giovanni Bertelli; Añil de Raquel García-Tomás; Pendulum de Carlos de Castellarnau; Los viajes del agua de Jorge Fernández Guerra y Trois mouvements perpétuels de Francis Poulenc.
El pasado concierto del ciclo Series 20/21 del CNDM debido a su variedad plantea tanto un reto para el crítico como un gran disfrute para el oyente. No me refiero exclusivamente a la multitud de obras y autores ¬–seis para 50 minutos de música no dan ni a 10 minutos por compositor¬– sino también a la variedad de instrumentos, ya que, a los doce que anuncia el programa –violín, viola, violonchelo, contrabajo, flauta, oboe, clarinete, fagot, trompa, trompeta, trombón y piano–, hay que sumar el clarinete en mi bemol, el clarinete bajo, el corno inglés, el flautín y la más de media docena de sordinas que utilizaron los metales. El resultado: una explosión de timbres por un lado y por el otro, métodos muy diferentes de aprovechar esta curiosa agrupación, de agrupar los sonidos, mezclándolos entre sí o diferenciándolos para crear escenas musicales muy diferentes. Además, tuvieron la suerte Giovanni Bertelli, Carlos de Castellarnau y Jorge Fernández Guerra de dar al público a conocer por primera vez sus obras de este excepcional ensemble que reúne a grandes profesionales que dominan a la perfección el lenguaje de sus instrumentos. Uno se pone en la piel de estos compositores y no puede sino sentir envidia de lo que debe ser trabajar con estos instrumentistas que, ¿quién sabe? Probablemente también hayan aportado parte de su conocimiento en estas obras que escuchamos como parte del tan necesario diálogo entre intérprete y compositor.
La primera obra en sonar fue Octandre del francés Edgar Varèse. Estrenada en 1923, por fecha no es en absoluto contemporánea, para que se hagan una idea ningún abuelo del abajo firmante había nacido aún en esa año. Sin embargo, llama la atención el lenguaje moderno que el compositor de Ionisation imprime en esta partitura que, a pesar de remontarse a los años veinte, puede confundirse con el lenguaje de compositores actuales. Esto nos invita a hacernos una reflexión ¿era Varèse un adelantado a su tiempo o es que no se ha inventado nada nuevo desde 1923?
Se lo podríamos preguntar a Jorge Fernández Guerra en cuya última obra Los viajes del agua lo más destacable es el uso de la técnica de la Klangfarbenmelodie o, dicho en cristiano, melodía de timbres. Una melodía en la que cada nota la da un instrumento diferente creando un efecto de puntillismo sonoro. Aunque incorpora glissandi en vez de notas sueltas como novedada este método compositivo consiguiendo un curioso efecto de fluidez, esta técnica se remonta a la Segunda Escuela de Viena en torno a los mismos años que el Octandre de Varèse.
Las otras tres obras contemporáneas del concierto fueron algo más rompedoras. Bertelli en su Autoritratto descubrió timbres muy interesantes en una obra que toma ideas del minimalismo –como los motivos rítmicos ostinati de los metales– y en la que se puede observar una cierta influencia de Ligetti en cuanto al uso del elemento del ritmo.
Raquel García-Tomás presenta una pieza con una sonoridad muy diferente. Trémolos, pequeñas células rítmicas y notas mantenidas se ensamblan con los motivos predominantes de la flauta dando lugar a que en la mente del oyente se produzca una ensoñación con reminiscencias postrománticas de Debussy y Fauré. En cierto punto, la irrupción de un ostinatoproveniente desde el grave transforma el sueño en pesadilla con un manejo asombroso de la tensión y la distensión, matrices de la música y un uso de los diferentes timbres inmejorable.
En la obra de Carlos de Castellarnau se puede destacar el uso de la distorsión de los tempi, los efectos tímbricos de las cuerdas, la escritura para trompeta… pero ante todo el uso del ostinato que resulta, en cierto punto incluso agresivo, paranoico, exaltando al oyente mediante un proceso de empatía al más puro estilo del Teatro de la Antigüedad Clásica.
El encargado de cerrar la velada fue Francis Poulenc, de nuevo un compositor que nada tiene de actual con una obra que tampoco tiene nada de «lenguaje contemporáneo» como es Trois mouvements perpétuels, sin embargo, fue una excelente manera de permitirnos escuchar a los músicos el Ensemble Contemporáneo Orquestra de Cadaqués en todo su esplendor con las melodías casi de carácter componer que Poulenc compone para esta obra.
En definitiva, mucha variedad, que nunca está de más, aunque en contraposición no nos quede más hilo conductor entre las diferentes obras que la calidad de nuestros músicos nacionales aunque las obras fueran de inspiración francesa.
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