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Crítica: «El bateo» y «La revoltosa» en el Teatro de la Zarzuela

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Autor: Raúl Chamorro Mena
14 de abril de 2025

Crítica de Raúl Chamorro Mena del programa doble del Teatro de la Zarzuela, formado por El bateo y La revoltosa, bajo la dirección musical de Óliver Díaz y escénica de Juan Echanove

Berna Perles y Gerardo Bullón en «La revoltosa» del Teatro de la Zarzuela

Berna Perles y Gerardo Bullón en el doble programa de El bateo y La revoltosa del Teatro de la Zarzuela. Foto: Elena del Real

Música grande, puesta en escena chica

Por Raúl Chamorro Mena
Madrid, 11-IV-2025, Teatro de la Zarzuela. Programa doble. El bateo (Federico Chueca). Gerardo Bullón (Wamba), María Rodríguez (Visita), Milagros Martín (Sra Valeriana), José Manuel Zapata (Virginio), Lara Chaves (Nieves), José Julián Frontal (Película), Alberto Frías (Lolo). La Revoltosa (Ruperto Chapí). Berna Perles (Mari Pepa), Gerardo Bullón (Felipe), Milagros Martín (Gorgonia), Blanca Valido (Soledad), María Rodríguez (Encarna), Ricardo Muñiz (Cándido), José Manuel Zapata (Sr. Candelas), José Julián Frontal (Tiberio), Alberto Frías (Atenedoro).Coro del Teatro de la Zarzuela. Orquesta de la Comunidad de Madrid-titular del Teatro de la Zarzuela-. Dirección musical: Óliver Díaz. Dirección de escena: Juan Echanove. 

   Bajo el amplio manto del firmamento que denominamos Zarzuela ocupa un lugar fundamental el llamado género chico, denominado así, aunque a estas alturas no debería ser preciso insistir en ello, por la corta duración de sus obras -frente a la Zarzuela grande- y no por menor calidad musical. Sobre sesenta minutos de duración, distribuidos en uno o dos actos, estas piezas se convirtieron en el vehículo ideal para el teatro por horas, un sistema que posibilitaba ofrecer precios populares y que las clases menos favorecidas pudieran seguir disfrutando del teatro en época de crisis económica.

   En este contexto floreció el sainete y, particularmente, aunque no exclusivamente, el madrileño, que alberga los barrios y tipos populares de la capital de España, con su sano, castizo y alegre costumbrismo y siempre con la presencia, de forma más o menos explícita, de la crítica social en sus aparentemente sencillas tramas. La corta duración de estas creaciones permite encuadrarlas en atractivos programas dobles como el que propone en esta ocasión el Teatro de la Zarzuela combinando un paradigma del género chico como La revoltosa de Ruperto Chapí (1851-1909) con El bateo de Federico Chueca (1846-1908), compositor puntal de este repertorio.

«La revoltosa» en el Teatro de la Zarzuela

Foto: Javier del Real / Teatro de la Zarzuela

   Este aspecto ha llevado a Juan Echanove, en su segunda puesta en escena en el coliseo de la Calle Jovellanos, a actualizar el marco temporal de El bateo y encuadrarlo en la actualidad, pero el resultado de ello y de toda su propuesta para este programa doble se ha situado por debajo de su trabajo en Pan y toros, con un montaje más bien trivial ayuno de ideas, chispa y dinamismo. La transposición a la actualidad parece un mero pretexto para que desfile por el escenario toda la variada y desopilante «fauna» que puebla hoy día el barrio de Lavapiés, pero sin apropiado desarrollo. La crítica social queda reducida a unos cartelitos y pancartas -las coplas de Wamba contienen más protesta social que 25 pancartas portadas por colgaos-, la escenografía de Ana Garay es tan fea como poco funcional, además de invasiva, por lo que deja escaso espacio en el escenario para unas masas torpemente movidas. El encorsetado movimiento escénico aborta cualquier dinamismo y ligereza en una acción que transcurre morosa y letárgica en un escenario en el que reina el marasmo y la confusión. Algo mejor el resultado de La Revoltosa, en el que la escenografía, al menos, logra evocar el patio de vecinos, la típica casa de corredores madrileña, en la que se coloca una especie de chiringo llamado como la inmortal creación de «el xiquet de Villena» sobre libreto de José López Silva y Carlos Fernández Shaw. De todos modos, insisto, la actualización temporal no se articula ni encauza en nada relevante, sólo sostenida por el sempiterno remoquete de «para el público actual», cuando lo apropiado sería instruirles en el contexto de cada obra y su estética y luego ya proponer, con ideas y sobre todo bien plasmadas, otras posibles dramaturgias. Pero en la época del mínimo esfuerzo, del todo rápido y con el desprecio de la cultura y el saber, en que se enseñorea la sociedad actual, es como predicar en el desierto. En fin, en La revoltosa el movimiento escénico continuó siendo torpón y la comicidad y efecto de la escena final totalmente arruinada.

   Magnífica, sin embargo, la labor desde el foso del Maestro Óliver Díaz capaz de otorgar toda la importancia al elemento orquestal y, al mismo tiempo, cuidar a los cantantes. La orquesta sonó como pocas veces y la batuta expuso la ligereza, chispa y frescura de la música de Chueca, además de valorar el fondo sinfónico del preludio de La Revoltosa (espléndida versión) y el alto vuelo lírico del dúo de Felipe y Mari Pepa en la creación de Chapí. En ésta Díaz ambientó apropiadamente los números cómicos, así como el espléndido de conjunto al inicio de la obra y ese terceto inédito rescatado, que nos evoca a las comadres ¡¡¡del Falstaff verdiano!!!. Magnífico por empaste y ductilidad el coro, que se lució en el estupendo coro de organilleros de El bateo.

   En el reparto, cabe destacar en primer lugar al barítono Gerardo Bullón, que sumó a sus calidades vocales -nobleza, riqueza y belleza tímbrica- la capacidad interpretativa para caracterizar adecuadamente dos personajes tan distintos como el anarquista, de ideas revolucionarias, Wamba y el chulapo, consumido por los celos, Felipe. Además de conferirle su nobleza vocal, quizás demasiada para el incendiario personaje, Bullón dijo con intención su desternillante tango de El bateo, así como todos sus diálogos mediante los que expresa sus radicales pensamientos, incluido un fuerte anticlericalismo que compromete su papel de padrino en el bautizo del niño, cuya paternidad en discute. En fin, difícil encontrar un Felipe, que escancie sus frases del famoso dúo con Mari Pepa en La Revoltosa con mayor efusión y belleza tímbrica.

María Rodríguez, Milagros Martín y Blanca Valido interpretando el número musical recuperado de `La revoltosa`

María Rodríguez, Milagros Martín y Blanca Valido. Foto: Elena del Real

   Tanto Milagros Martín, en su doble papel de Valeriana y Gorgonia, como María Rodríguez – Visita y Encarna- fueron un sostén, un cimiento, que aferró la representación al genuino dominio de las esencias del género con los acentos apropiados, el sentido del decir, el arte de no descuidar ni una inflexión, ni una palabra con la intención correspondiente. En este apartado hay que incluir también el Cándido de Ricardo Muñiz. Asimismo, el otrora tenor José Manuel Zapata exhibió sus indiscutibles dotes de comediante en su doble cometido como Virginio y Señor Candelas. Este montaje también ofreció la oportunidad de volver a ver al veterano José Julián Frontal, que lució tablas encarnando a Película y Tiberio. Ajustado también Alberto Frías, Lolo y Atenedoro en El Bateo y La revoltosa, respectivamente. 

   Por su parte, Berna Perles brilló más por su entrega en escena en una Mari Pepa intensa y con carácter, que por una faceta vocal lastrada por una emisión retrasada y dura, que empaña un material de cierto interés. Blanca Valido cantó con corrección sus soleares a pesar de la poco cómoda postura escénica y caracterizada como una especie de moza de barra americana.

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