Por Raúl Chamorro Mena
Madrid. 8-II-2020. Auditorio Nacional. Temporada Orquesta y Coro Nacionales de España. Dona nobis pacem (Ralph Vaughan Williams). Jane Archibald, soprano. Benjamin Appl, barítono. The Planets-Los planetas, Op. 32 (Gustav Holst). Orquesta y Coro Nacionales de España. Director del coro: Miguel Ángel García Cañamero. Dirección musical: Eiji Oue.
Difícil encontrar un programa más coherente y lleno de hilos conductores que el que proponía este fin de semana la Orquesta y Coro Nacionales de España. Música de dos compositores ingleses, amigos y alumnos ambos de Charles Villers Stanford en el Royal College of Music Londinense, «colegas y, sin embargo, amigos», como subraya Luis Suñén en su valioso artículo del programa editado por la OCNE.
La cantata Dona nobis pacem compuesta por Ralph Vaugham Williams (1872-1958) por encargo de la Sociedad coral de Huddersfield combina el texto litúrgico católico con poemas de Walt Whitman y unas frases de un discurso de John Bright (1811-1889), político radical y reformista, gran orador, ofrecido en la cámara de los comunes contra la Guerra de Crimea.
Estrenada en 1936, año del comienzo de la Guerra Civil española y en el que la conflagración Mundial se sentía cercana, se trata de un alegato pacifista, con profunda carga antibelicista, que se vale de un coro numeroso, una orquesta muy nutrida, así como una soprano y un barítono. Estamos, por tanto, ante un claro antecedente del War Requiem de su compatriota Benjamin Britten.
El ya veterano Eiji Oue es un maestro experto y demostró que sabe lo que hace con una dirección impecablemente organizada, que puso de relieve toda la riqueza polifónica de la obra con una apropiada concertación. Labor fina y elegante la del japonés a la que sólo sólo faltó ese punto de trascendencia, que llegara de forma más emotiva y profunda el mensaje ecuménico, fraternal y pacifista de la composición.
La soprano Jane Archibald, muy ligera, desguarnecida en centro y graves, mostró su musicalidad y elegancia. Por su parte, el barítono Benjamin Appl cuenta con cierta resonancia, pero un canto desigual, así como timbre leñoso y emisión gutural. Muy bien el coro Nacional, de sonido compacto y vigoroso, pero capaz también de plegarse al canto recogido cuando fue requerido.
Gustav Holst (1874-1934) ha logrado la inmortalidad gracias a Los planetas, suite orquestal estrenada en 1918 que ha ocultado el resto de su abundante obra compositiva. Esta creación, con pasajes que evocan a Debussy o Stravinsky, ha ejercido, a su vez, una gran influencia sobre los compositores de bandas sonoras, especialmente John Williams y sus partituras para la saga Star Wars. Cada una de las siete piezas que componen la obra llevan el nombre de los planetas hasta entonces conocidos (Plutón, que desde 2006 ha perdido su condición de planeta, no había sido descubierto aún), aparte de la Tierra, por lo que el autor invoca a determinadas cualidades que se atribuyen a cada uno de ellos en el campo de la astrología, pero sin intención de crear música genuinamente programática.
El director japonés, natural de Hiroshima, Eiji Oue volvió a demostrar su asentada técnica con una labor lúcida, equilibrada, bien construida y organizada, sabiendo diferenciar cada pieza y exponer sus atmósferas y particularidades. Se echó en falta un punto de fantasía, de inspiración, que, de todos modos, no impide calificar de notable la interpretación escuchada. De tal modo, la espectacularidad y arrolladora grandiosidad de Marte, el portador de la guerra contrastó perfectamente con el refinamiento y transparencia de la paz que porta Venus. La saltarina ligereza del alado Mercurio (espléndidas las maderas) dio paso al magnífico capítulo dedicado a Júpiter, el mensajero de la alegría, con el bien delineado himno (durante unos compases Oue se recostó en la barandilla y cesó de dirigir, dejando a la orquesta sola «cantando» el famoso tema en total plenitud). La interpretación de la Orquesta Nacional con Oue al frente hizo justicia a la pieza preferida del autor, la vejez, que porta Saturno, pues sentimos la nostalgia, la melancolía fundamentalmente expuesta por una marcha fúnebre con un crescendo y clímax bien construidos. Si no terminó de lograrse el tono mordaz de Urano, el mago, sí tuvo el apropiado misterio y ambiente etéreo la última parte, el místico Neptuno, con ese coro femenino en interno sin palabras, en irreal pianissimo, que se va desvaneciendo poco a poco hasta desaparecer como en el más allá.
Magnífica prestación de la Orquesta Nacional de España dentro de ese gran momento en que se encuentra, comenzando por la cuerda comandada por el portugués Emanuel Salvador como concertino invitado, continuando por la espléndida percusión encabezada por Rafael Gálvez, las dos arpistas Valentina Casades y Coral Tinoco, así como las maderas tan precisas como brillantes y unos metales que demostraron gran seguridad. Oue levantó a todas las secciones de la orquesta para que recibieran las merecidas ovaciones del público.
Foto: Facebook de la OCNE
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