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EDUARDO PORTAL, director de orquesta: 'Hoy en día sólo cabe pensar en una carrera internacional'

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Autor: Alejandro Martínez
30 de septiembre de 2014

EDUARDO PORTAL, director de orquesta: "Hoy en día sólo cabe pensar en una carrera internacional"


   De origen burgalés, el joven director Eduardo del Portal se perfila como una de las batutas españolas de mayor proyección, habida cuenta de sus exitosos compromisos al frente de orquestas tan renombradas la Orchestra of the Age of the Enlightenment, la London Philharmonic Orchestra o la Sinfónica de Castilla y León, entre otras muchas. Formado al calor de maestros como Sir Colin Davis, Sir Mark Elder, Bernard Haitink, Simon Rattle, Ivan Fischer o Vladimir Jurowsky, con la vista puesta en sus próximos conciertos a comienzos de octubre con la Orquesta Sinfónica del Vallés, Eduardo del Portal comenta con Codalario en esta entrevista sus planes de futuro, su trayectoria hasta hoy y su punto de vista sobre la música dentro y fuera de España.

Por Alejandro Martínez

¿Cómo llegó a ser director de orquesta y con quién ha completado su formación?

   La figura del director de orquesta me ha llamado la atención desde niño. Siempre fui consciente de que lo primero que debía hacer era formarme como un músico sólido, y eso hice. Aprendí muchísimo de todos mis profesores, Isabel Vilá, Kennedy Moretti, Lutz Köhler, y más tarde de los grandes maestros Sir Colin Davis, Sir Mark Elder, Bernard Haitink y Peter Eötvös. Además tuve la suerte de vivir en Londres y Berlín, ciudades en donde podía observar constantemente a artistas de talla internacional y aprender de ellos. Así que aproveché esos años para visitar regularmente los ensayos y conciertos de las mejores orquestas del mundo, y tomaba notas que a día de hoy guardo como oro en paño. Lo cierto es que esa ha sido una parte fundamental de mi formación como músico y director, observar cómo los mejores hacían música. De este modo coloqué el listón de mis ambiciones en lo más alto, y ahí se mantiene fresco como el primer día. Desde entonces no han sido sino el amor a la música, la perseverancia en el trabajo y la ilusión los que me han ayudado a seguir adelante.

¿Cuáles son los principios y prioridades que definen su trabajo?

   Lo más importante es comprender el mensaje que el compositor quiere transmitir. Hay un proceso de identificación con la obra en la cual la música debe sumergir al intérprete. Se trata de alcanzar un estado en el que la obra y el músico se convierten en un solo ser. De igual manera que una persona está totalmente identificada con sus propios sentimientos, así debe ocurrir entre el director y la música que dirige. Debe existir una integración total entre la persona y lo que quiere expresar. Sin embargo este proceso sólo tiene lugar cuando se estudia la pieza a fondo, cuando se conoce la obra en detalle y se ha profundizado tanto en sus aspecto técnicos, como musicales, simbólicos y espirituales si los tiene. Después uno debe tomar distancia con la partitura y dejar que esas ideas y sensaciones te empapen los huesos.

¿Cuáles son las principales citas en su agenda de los próximos meses?

   A la vista tengo conciertos con la Royal Philharmonic Orchestra, en el Royal Albert Hall de Londres el 19 de Octubre, en Cadogan Hall en Mayo 2015, y dos giras por el Reino Unido, una de ellas con Joaquín Achúcarro y otra con Javier Perianes. Hacemos varios programas diferentes, todos ellos incluyen gran repertorio. También volveré a trabajar de nuevo con la Orquesta de Cámara Sueca que es una formación extraordinaria, regresaré al Palau de la Música de Barcelona muy pronto, en Octubre de 2014 con la Orquesta Sinfónica del Vallès. Más tarde me estrenaré con la Orquesta Sinfónica Nacional de Colombia, con la Orquesta Ciudad de Granada, con Orquesta de Córdoba, con la DalaSinfoniettan, etc.

¿Qué personalidades del mundo de la música, vivas o no, han marcado más su trayectoria y desarrollo como director?

   Durante mi etapa como Young Melgaard Conductor de la Orchestra of the Age of Enlightenment tuve la suerte de trabajar como asistente de grandes directores como Sir Simon Rattle o Vladimir Jurowski. Sin embargo quien más intensamente imprimió su huella en mi desarrollo como director fue Ivan Fischer. Dirigió cinco sinfonías de Beethoven y tuve la ocasión de aprender de su entendimiento de las mismas. También mantuvimos conversaciones que me resultaron reveladoras. De él aprendí que las notas escritas por el autor ofrecen un gran abanico de posibilidades interpretativas. Él leía las partituras entre líneas, descifrando el código que el compositor había empleado, y aplicando distintas reglas interpretativas en cada frase musical, todas ellas válidas, interesantes y enriquecedoras. Cada nota musical debe ser interpretada según la información contenida en la propia partitura. Ya que las reglas musicales que se pueden aplicar en cada momento son tan variadas, las posibilidades de interpretación de una misma obra son infinitas. Además, durante mi etapa como estudiante en Berlín observé mucho a Claudio Abbado, de quien también aprendí enormemente y cuyas interpretaciones considero que se encuentran entre las más refinadas de la historia.

Ha trabajado tanto con ópera como con repertorio sinfónico. ¿Se siente más cómodo en alguno de estos dos casos? ¿Qué diferentes exigencias le demanda cada situación?

   Si tuviera que elegir, tardaría varios lustros en tomar la decisión. El repertorio sinfónico es el que he conocido desde la infancia, porque me formé como violinista y en seguida comencé a tocar en orquestas sinfónicas, primero de estudiantes y luego profesionales. Por esa razón me siento muy cercano al repertorio sinfónico. Sin embargo tan pronto como empecé a trabajar en ópera surgió el flechazo. La ópera tiene como primera ventaja sobre la música orquestal que emplea la voz humana y, por mucho que nos empeñemos, no existe ningún instrumento creado por el hombre que iguale las posibilidades expresivas de la voz. En muchas ocasiones el canto de una sola nota es suficiente para poner los pelos de punta a cualquiera. Los cantantes son generalmente personas muy polifacéticas y trabajar con ellos es para mí muy satisfactorio. Además la ópera combina muchos aspectos que enriquecen la experiencia tanto del espectador como de los intérpretes. Por ejemplo, en la ópera hay que unir dos mundos separados, el escenario y el foso de la orquesta. Esta unión tiene lugar a través de la figura del director y no siempre es una tarea fácil. Otro factor importante que interviene en la ópera y es la escenografía, la cual no siempre beneficia a la perfección en la interpretación musical, pero sí ayuda a la transmisión de la historia que se está contando. Por eso hay que saber ver con perspectiva tanto el resultado global como el resultado en detalle. En resumidas cuentas, el sinfónico y la ópera me apasionan cada uno a su manera y espero seguir haciendo ambos.

¿Alguna obra que desearía dirigir en un futuro próximo pero que todavía no ha podido planificar en su agenda?

   Pues sí, hay dos piezas que llevo un tiempo intentando programar y no acaban de encajar. Una de ellas es la última obra completa escrita por Olivier Messiaen, Éclairs sur l'au-delà... Una obra para gran orquesta con una instrumentación descomunal: 3 pícolos, 6 flautas, flauta alto, 3 oboes, corno inglés, 2 requintos, 6 clarinetes,  clarinete bajo, clarinete contrabajo, etc y esto es sólo el inicio de la orquestación. Como requiere una plantilla tan grande aún no he podido dirigirlo, pero estoy en conversaciones con alguna orquesta para programarlo. Por otro lado me gustaría mucho dirigir la Sinfonia de Berio, que es también para gran orquesta y un grupo vocal de 8 miembros.

Fundó el Antares Ensemble. ¿Qué nos puede contar sobre esta iniciativa?

   Antares Ensemble fue una iniciativa estupenda que unía a jóvenes músicos profesionales de distintas partes de España para interpretar joyas escondidas del repertorio. Tocamos música desde el renacimiento hasta el siglo XXI, y encargábamos una obra a un joven compositor español para cada uno de nuestros proyectos. Incluimos en el mismo concierto música barroca francesa, italiana e inglesa, junto con Bartók y Britten, alternando movimientos de Purcell con una obra de encargo a Oscar Colomina. También tocamos música polifónica renacentista adaptada a nuestros instrumentos modernos, haciendo un uso no convencional de la luz y del espacio en la sala y obteniendo un resultado muy emocionante para el público. Fue una época muy satisfactoria que, debido a mis compromisos actuales, no puedo seguir alimentando.

¿Cómo valora la situación de la música en España, desde un punto de vista institucional y profesional?

   La situación en España ha mejorado más que notablemente en los últimos treinta años. El número de orquestas, la calidad de las mismas y la cantidad de público que visita las salas de conciertos se ha incrementado de manera sustancial y eso es indiscutible. Es cierto que aún existen, desde el punto de vista institucional, grandes diferencias con algunos países centroeuropeos. Una de ellas es la educación general de la población en materias musicales. A mí me ocurría cuando era estudiante en Berlín que yendo en el tren me ponía a charlar con el desconocido que iba junto a mí, y sabía de música clásica muchísimo, en algunos aspectos más que yo, que era estudiante de música. Y eso no era algo extraordinario. Resulta que la educación general alemana se ha preocupado de enseñar conocimientos musicales en una medida muy superior a la española. Allí la música es una materia tan importante como la historia, las ciencias o la literatura, y toda la población conoce el repertorio y tiene un amor profundo por la música. Ese es el aspecto que más tiene que mejorar a día de hoy en España, sin quitar valor a los avances que ya han sucedido.

El hecho de desarrollar una parte importante de su carrera fuera de España, ¿es algo que lleva como una oportunidad o como una relativa frustración o decepción?

   Vamos a decir las cosas claras, hoy en día las carreras hay que hacerlas internacionalmente. Todos los países tienen aspectos interesantes de los que hay algo que aprender, y trabajar con orquestas de Inglaterra, Brasil, Suiza, Nueva Zelanda, España, etc es mucho más enriquecedor que trabajar en un país sólo. A mí me intriga ir a trabajar a un país nuevo, y me llena de satisfacción ver cómo afrontan la situación las orquestas de cada lugar. Además, conocer distintas actitudes y puntos de vista me hace aprender. La primera vez que trabajé en Suecia me llevé una sorpresa muy grata, no sólo por lo bien que tocaba la orquesta, sino por la disposición extraordinariamente positiva de los músicos durante los ensayos.

¿Hay alguna experiencia, concierto o producción operística de la que guarde un recuerdo especial, por algún motivo?

   Muchos. Recuerdo con lágrimas en los ojos la emoción que sentí al término de nuestro primer concierto con el Antares Ensemble, después de tanto esfuerzo recibimos una acogida muy calurosa y humana por parte del público. También recuerdo las funciones de La belle Hélène en Manchester con mucho cariño, ya que fue un trabajo excelente y una producción preciosa. Mi estreno con la London Philharmonic Orchestra en el Royal Festival Hall fue una auténtica prueba de fuego y por consiguiente un punto de inflexión en mi carrera. Todos los conciertos que he hecho con la Orchestra of the Age of Enlightenment son memorias imborrables por la entrega absoluta de los músicos durante la interpretación. Y muchos otros recuerdos que convierten este trabajo en una bendición del cielo.

Fotos: Berardo Berástegui

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