Crítica de Le roy d’Ys de Édouard Lalo en el Concertgebouw de Ámsterdam, con la Filarmónica Nacional Húngara dirigida por György Vashegyi
La gran ópera francesa de Édouard Lalo
Por Raúl Chamorro Mena
Amsterdam, 3-II-2024, Concertgebouw, sala principal. NTR Zaterdagmatinee. Le roy d’Ys (Édouard Lalo). Isabelle Druet (Margared), Judith van Wanroj (Rozenn), Cyrille Dubois (Mylio), Nicolas Courjal (Le roi d’Ys), Christian Helmer (Príncipe Karnac), Zsombor Cserményi (Saint Corentin/Jahel). Coro Nacional húngaro. Orquesta Filarmónica Nacional Húngara. Dirección: György Vashegyi.
La NTR Zaterdagmatinee, o mañanas de los sábados de la Radiodifusión neerlandesa, es uno de los ciclos que acoge la sala de conciertos del Concertgebouw de Amsterdam. Dentro del mismo, la serie Opera acoge en formato de concierto óperas infrecuentes. Normalmente son interpretadas por la Orquesta Filarmónica de la Radio de Países Bajos, pero no siempre. Esta vez, fueron la orquesta y coro Nacionales húngaros los que interpretaron la ópera del compositor francés Eduard Lalo Le roi d’Ys sobre un libreto de Édouard Blau basado en una leyenda bretona sobre la mítica ciudad hundida de Ys, capital del reino de Cornouaille. Aunque la obra que mantiene la presencia de la música de Lalo en las salas de conciertos es su Sinfonía española para violín y orquesta dedicada a nuestro virtuoso Pablo de Sarasate, el músico de Lille compuso tres óperas, entre las que destaca Le roi d’Ys, escasamente representada, pero conocida por su magnífica obertura y la aubade de Mylio «Vainement, ma bien-aimée», interpretada por grandes tenores del pasado y actuales, tanto franceses como no franceses. Al igual que los Gurre-lieder escuchados ayer en la misma sala, Le roi d’Ys evidencia influencia wagneriana, que se combina con la delicadeza del canto francés y el colorido genuino de la rica orquestación de Lalo. También los celos son motor fundamental de la trama de la ópera, en la que arias, dúos y números de conjunto se integran en un continuum musical acogiendo la tendencia ya establecida en la ópera en el último cuarto del siglo XIX.
Un punto desangelada fue la interpretación en concierto puro y duro con los cantantes tiesos delante de la partitura. A pesar de tener en la cabeza la extraordinaria orquesta del Concertgebouw del día anterior, la orquesta Filarmónica Nacional húngara demostró ese buen tono que pude apreciar el pasado día 23 de enero en el Auditorio Nacional de Madrid con ocasión del concierto de Aranjuez de Ana Vidovic bajo la dirección musical de Jordi Francés. Equilibrada, con oficio y factura musical la dirección de György Vashegyi, que, asimismo, acompañó con cuidado y delicadeza al canto. No faltó buen pulso a su labor, aunque se echó en falta mayor elegancia, detalles y paleta de colores. Se notó que Vashegyi comenzó como director de coros, dada su buena labor con el coro Nacional húngaro que sonó empastado, flexible y musical.
Cuatro cantantes franceses comandaban el elenco vocal y garantizaban con ello el idiomatismo de la interpretación. La mezzo Isabelle Druet, cantante habitual de repertorio barroco, demasiado lírica y falta de un centro más carnoso y mayor entidad en los extremos, mostró impecable estilo, musicalidad y legato -como pudo apreciarse en su gran aria del segundo acto-, además de intentar toda la noche insuflar acentos y garra a sus intervenciones como Margared, la princesa que, loca de celos, traiciona a su padre, hermana, y toda la ciudad provocando que la misma se hunda entre las aguas. Timbre liviano y un tanto blanquecino, pero bien colocado y con impecable proyección, el del tenor Cyrille Dubois como Mylio, que exhibió acrisolado estilo francés, fraseo cuidadísimo, aquilatado con canónico uso del falsettone -bien emitido y con timbre- en la irreprochable tradición del canto francés. Muy hermosa su interpretación del aria de Mylio anteriormente citada, la melodía más famosa e inspirada de la partitura. Fue el más ovacionado. También musical y en estilo el muy lírico bajo Nicolas Courjal en el papel titular, mientras, por su parte, resultó más flojo el barítono Christian Helmer, engolado, demasiado nasal y con apreturas en la zona alta.
La soprano local Judith van Wanroj en el bello papel de Rozenn, hermana de Margared y enamorada de Mylio, no desentonó ni mucho menos, pues, con medios de soprano lírico-ligera, acreditó intachable propiedad estilística, buen legato, capacidad dinámica y facilidad en la zona alta.
Fotos: Milagro Elstak
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