La Voz de Asturias, 14/10/09
EXCEPCIONAL GRUBEROVÁ
La soprano eslovaca Edita Gruberová volvió a Oviedo para ofrecer un extraordinario recital que sirvió para abrir la temporada musical de la ciudad, al tiempo que el ciclo de Conciertos del Auditorio. El repertorio fue muy parecido, si no el mismo, que interpretara hace dos años, obteniendo uno de los mayores éxitos líricos que ha acogido el recinto desde su fundación, en 1999. El domingo, el nivel no fue el mismo que el de aquella ocasión, pero tampoco importó demasiado; de hecho, casi parece que cualquier tipo de exigencia exquisita deja de tener especial importancia ante una cantante de tal magnitud, trayectoria y calidad. Es realmente admirable la capacidad vocal de la soprano, una intérprete superdotada y un caso excepcional de calidad y longevidad en la historia del bel canto. Esto lo sabía y lo decía Luis G. Iberni hace dos años, emocionado por el resultado de aquel concierto, y lo repetiría con gusto hoy en día si viviera, porque sigue siendo verdad. El diseño del concierto se configuró pensando más en la cantante y en la próxima cita del Teatro de los Campos Elíseos de París -donde se repetirá en diciembre- que en el público, que hubiera agradecido la inclusión de alguna obra más variada, pero no menos bella. El recital dio comienzo con la conocida aria de El rapto en el serrallo -Marten aller Arten-, que dejó ver el timbre jugoso y resplandeciente de la soprano, y también un registro grave bien cantado pero algo debilitado. En la célebre Escena de la locura de Lucia di Lammermoor, en la que estuvo soberbia la flautista Ingri Elise, mostró su extraordinario registro agudo, que encontró algún problema con el Mi bemol final. Fue interesante observar la postura técnica de la artista, echada hacia atrás para apoyar mejor los agudos. Bellini y Donizetti, un repertorio en el que ha sido y, en cierta medida, sigue siendo referencia, completó la segunda parte. Resultó vibrante el aria final de Roberto Devereux, en parte por la acertada aunque escueta colaboración de Sandra López, José Ferrero y Michael Chioldi. La Oviedo Filarmonía, que parecía otra con tantas caras nuevas, obtuvo una acertada participación de la mano de su titular, Friedrich Haider. Estuvo mejor en la Obertura de El empresario que en el Preludio e Interludio de Wolf-Ferrari, donde se tuvo que volver a empezar la obra, pero que, ya andada, gustó por su conseguida y sutil atmósfera. La Obertura de Il segreto di Susanna, puntualmente desajustada, la de Norma, efectista y solvente, la de Roberto Devereux, atractiva, por la eficacia dramática.
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