EL BELLO ARTE DE ESCULPIR LA PALABRA
León. Auditorio Ciudad de León. 10/05/2013. Ciclo Músicas Históricas. Claire Lefilliâtre, soprano. Le Poème Harmonique. Vincent Dumestre. Obras de Rossi, Monteverdi, Moulinié, Kapsberger, Merula, Sanz, Martín y Coll, Hidalgo y anónimo.
Cuatro fueron los protagonistas sobre el escenario del auditorio leonés en el noveno y último concierto del presente Ciclo Músicas Históricas -séptima edición ya- que el CNDM lleva organizando en esta ciudad desde hace algunos años, y que en la presente llevaba por título Diálogos Barrocos II: el esplendor de la música mediterránea. Formato pequeño -la crisis sigue acechando- con el que se presentaba por primera vez en León el prestigioso conjunto francés Le Poème Harmonique, de sobra conocido por los expertos y los aficionados al repertorio barroco, formado en esta ocasión por la siempre singular voz de Claire Lefilliâtre y el concurso instrumental de Kaori Uemura -a las viole da gamba-, Joël Grare -percusión- y el propio Vincent Dumestre -tiorba y guitarra barroca. En cartel un programa sugerente, breve, pero realmente evocador, auténtico recorrido por el quehacer musical en España e Italia en el siglo XVII.
Se abrió el concierto con Un ferito cavaliero -también conocida por el sobrenombre de Lamento della Regina di Svezia-, obra compuesta por Luigi Rossi, uno de los grandes desarrolladores de la cantata da camera romana, que no es sino un hondo y profundo lamento en el que la reina sueca pena por la muerte del rey Gustavo Adolfo, todo un ejemplo del género dolente durante el Seicento italiano, en el que los diversos géneros de canto del momento -recitativo secco, recitativo spressivo, arioso...- van desarrollándose con total naturalidad.
Sin solución de continuidad se interpretó el conocido Si dolce è'l tormento, de Claudio Monteverdi, una de esas obligadas piezas para cualquier cantante que se acerque a la música italiana del XVII, verdadera belleza dónde las haya, que se interpretó en una interesante versión en la que la voz y la viola da gamba basse se iban regalando la hermosa melodía. El siguiente pequeño bloque estuvo constituido por un Canario -pieza sobre un ostinato de las más utilizadas en España en el XVII- de autor anónimo, a la que siguió el Ay, ay, ay, de Etienne Moulinié, claro ejemplo del éxito del castellano en el país vecino por aquellos tiempos, pues era visitado con frecuencia para la creación de las air de cour de este tipo, siendo Moulinié una de sus grandes exponentes. Para ambas piezas se pasó del sobrio continuo de la viola da gamba bajo y la tiorba, a la viola da gamba dessus -soprano- y la guitarra barroca, instrumentos aquí ya con más funciones melódicas que propiamente armónicas.
El siguiente bloque estuvo compuesto por tres piezas: la celebérrima Toccata arpeggiata de Johannes Hieronymus Kapsberger -"Il Tedesco della Tiorba"-, que supone un claro antecedente del Preludio n.º 1 del Clave bien temperado de Bach, con el juego constante sobre el arpegio de un tono dado; a continuación se interpretaron dos piezas de Tarquinio Merula, de las más conocidas del autor, comenzando por su desgarrador lamento Hor che tempo di dormire, ejemplificado en la imagen de la Virgen que canta a su hijo crucificado una nana, sustentada en el hipnótico y algo inquietante basso dolente constituido por un ostinato de dos notas; para finalizar con la bellísima Folle è ben che si crede, que narra los complejos designios por lo que nos lleva el amor, con una irresistible línea vocal -que aquí se intercalaron, de nuevo, entre voz y viola da gamba- sustentada bajo un hermoso continuo.
Tras la marcha de los cuatro intérpretes del escenario y un breve inciso de un par de minutos, hicieron su aparición Dumestre y Grare, que interpretaron una selección de tres piezas extraídas del Libro segundo, de cifras sobre la guitarra española [Zaragoza, 1675] que compusiera Gaspar Sanz y que suponen todo un dechado de dominio en la escritura para la guitarra española, conjugadas aquí muy bien con el toque rítmico-tímbrico que añadía la percusión.
El último bloque, ya con todo en escena, comenzó con las Diferencias sobre la folía, compuestas por Antonio Martín y Coll, dando una muestra del desarrollo que el famoso tema de la folía tenía en España -al igual que en Italia, Francia o Inglaterra- durante el siglo XVII, y que fue interpretada aquí por la viola da gamba soprano, guitarra barroca y castañuelas. La obra se enlazó casi sin inciso con el Esperar, sentir, morir, tono humano español de Juan Hidalgo -uno de los grandes maestros de la música para escena del XVII-, de afectiva y sugestiva belleza y un reflexivo texto.
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