Desde la commedia dell'arte como base del dramatis personae a la crítica de las costumbres sociales, Don Pasquale plantea una reflexión contemporánea sobre los procedimientos de la ópera bufa derivada de Carlo Goldoni: una trama intemporal en un ambiente cotidiano. La escena se centra en cuatro personajes: el dominante y descabellado Don Pasquale, los enamorados Ernesto y Norina, y el Doctor Malatesta, en su tradicional papel de regidor y comentador de las intrigas. Donizetti buscó una reforma de la ópera cómica equiparable a la que había transformado el melodramma serio italiano; para ello, ideó una comedia de costumbres sociales en la que procedimientos de sólida raigambre, como los dúos bufos y los finales en forma de rondó, apareciesen junto a nuevas ideas musicales que potenciaran la caricatura y la comicidad de los personajes.
Entre los numerosos dúos destacan el interpretado por Norina y el Doctor Malatesta, que funge como final del acto primero, así como la disputa entre Norina y Don Pasquale al inicio del acto tercero. Otra innovación, que acoge una de las tendencias de mayor peso en el melodramma serio a partir de los años cincuenta, consiste en otorgar a la orquesta la primacía del discurso musical y en consecuencia de la configuración melódica: en virtud de un uso muy diferenciado de los instrumentos, que comentan cada suceso sobre el escenario, los diálogos parecen surgir como conversaciones espontáneas, mientras que las voces se adaptan a las ideas musicales preexistentes en la orquesta.
El componente grotesco, una de las señas de identidad del género bufo dieciochesco, recibe asimismo una atención muy singular por parte de Donizetti, al poner de manifiesto la irregularidad de los versos, la perturbación del ritmo, las aceleraciones precipitadas e incluso cierta ironía enunciada desde la orquesta sobre los momentos sentimentales de la trama. Epígono conclusivo de un género en su época de último estertor, Don Pasquale se estrenó el 3 de enero de 1843 en el Théâtre-Italien de París, lejos de una Italia que volvía la espalda a los géneros cómicos a favor de los colores sombríos de los dramas de Bellini y del joven Verdi. En su humanización compasiva de los personajes cómicos disolvía Donizetti los estereotipos de una género caduco y con ello ponía un encomiable punto final al ímpetu bufo que había transformado la ópera durante todo el siglo anterior.
Gabriel Menéndez Torrellas
Texto extraído del programa de mano del Teatro Real
Acto primero
Sala en casa de Don Pasquale
Don Pasquale da Corneto, viejo y rico solterón, espera con ansiedad al Doctor Malatesta, amigo suyo y de su sobrino Ernesto. A su llegada, el Doctor anuncia que por fin ha encontrado una esposa para Don Pasquale, que contempla la idea de casarse y desheredar a Ernesto que, enamorado de la joven viuda Norina, rechaza a la vieja y rica solterona que le ofrece su tío. La novia, de quien el Doctor Malatesta se apresura a destacar sus virtudes, no es otra que la hermana del mismo Doctor, Sofronia, hasta entonces recluida en un convento. Don Pasquale está feliz con esta noticia, así que le insiste al Doctor para que traiga a su hermana con el fin de despachar el matrimonio, y le comunica a Ernesto la noticia. Este, sorprendido en un primer momento por la próxima boda de su tío, luego se desespera, al no poder ofrecer a Norina una vida feliz y al verse traicionado por su amigo el Doctor Malatesta.
Sala en casa de Norina
Norina, que se muestra interesada en la lectura de una historia de amor, reflexiona sobre las habilidades de las mujeres para seducir a los hombres. En ese momento recibe una carta en la que Ernesto le anuncia que quiere irse de Roma y de Italia, lo que la inquieta, pero la pronta llegada del Doctor Malatesta logra tranquilizarla: el Doctor ha urdido un engaño en el que la joven tomará parte; Norina se hará pasar por Sofronia y se casará -de forma ficticia- con Don Pasquale, y luego lo hará enloquecer con el fin de hacer que la repudie y que luego permita que Ernesto se case con su amada. Norina recibe con alegría la propuesta del Doctor Malatesta, y comienza a ensayar su papel.
Sala en casa de Don Pasquale
Ernesto, con el corazón roto, se prepara para irse. Entretanto, Don Pasquale, ya vestido de gala, espera ansioso a la novia prometida, que llega tapada con un velo y temblorosa junto al Doctor Malatesta. Norina-Sofronia actúa como una consumada actriz: se muestra tímida, inexperta, silenciosa, ahorrativa... Don Pasquale es conquistado, pero le ruega que se quite el velo y al ver su rostro se sorprende por la belleza de la novia, así que inmediatamente pide que llamen al notario para firmar el contrato nupcial. El notario, que llega al instante, no es otro que Carlotto, primo del Doctor Malatesta. Apenas se firma el contrato en el que participa como testigo el propio Ernesto -se da de repente un cambio, in extremis, en el engaño urdido por el Doctor Malatesta-, ocurre lo impredecible: la presunta Sofronia cambia de golpe su actitud, rechaza el abrazo del nuevo marido, comienza a dar órdenes y le dice a Don Pasquale con rotundidad que de ahora en adelante ella mandará en la casa. Don Pasquale se queda petrificado con las decisiones de la joven esposa que le dobla la paga al mayordomo, manda tomar nueva servidumbre y compra dos calesas, caballos, muebles... Don Pasquale, que intenta en vano oponerse, se encuentra al borde del colapso, se siente insultado por Norina-Sofronia y asiste impotente a la destrucción de su propia casa. Mientras tanto, los dos jóvenes enamorados - encubiertos por el Doctor Malatesta, que aconseja a Don Pasquale que se retire y finja regañar a su hermana- se intercambian dulces caricias.
Acto tercero
Sala en casa de Don Pasquale
Don Pasquale es testigo de la confusión que reina en su casa, ahora invadida por criados y proveedores. Lo cierto es que al principio está sorprendido, pero luego se enoja ante el montón de facturas que le toca pagar. Cuando Norina anuncia que quiere ir al teatro, Don Pasquale se lo prohíbe pero termina por ganarse una bofetada de Norina, que, además, se burla de él. En el momento en que sale, Norina deja caer una carta, que Don Pasquale recoge y lee; de esta forma, él descubre que se trata de una carta del amante de Norina -de hecho, la carta forma parte del engaño urdido por el Doctor Malatesta-, así que va a ver al Doctor Malatesta. Una vez que Don Pasquale se va, los criados empiezan a chismorrear. Ahora el Doctor Malatesta le indica a Ernesto cómo acabar con el engaño. Cuando el joven se va, entra Don Pasquale abatido y narra al Doctor Malatesta los últimos acontecimientos. Ambos se ponen de acuerdo para sorprender a los amantes y darles un castigo justo: Norina será repudiada, siempre y cuando Don Pasquale dé al Doctor Malatesta plena libertad para actuar. Don Pasquale saborea ya su venganza, mientras el Doctor Malatesta ríe de forma disimulada.
Víctor Sánchez Sánchez
En el año 2009, Riccardo Muti fue invitado a dirigir el concierto de Navidad que todos los años se celebra en el Parlamento italiano. Al frente de sus "chicos de la Cherubini", la misma orquesta que hoy se sitúa en el foso del Teatro Real, eligió la Quinta sinfonía de Beethoven, uno de los grandes hitos de la música occidental. Todo un símbolo de la necesidad de regeneración a través de un proyecto que une juventud (futuro) y arte (conciencia cívica). Tras tanta solemnidad, la sorpresa llegó con la propina: una chispeante y alegre obertura de la ópera Don Pasquale, que disfrutaron tanto los jóvenes músicos como las numerosas autoridades asistentes. En palabras del propio Muti, la intención era "dejar a todos con una sensación de esperanza, de sonrisa y de una hermosa carcajada". No se trataba simplemente de buscar un divertido toque final a un acto festivo, sino de toda una reivindicación de la alegría como expresión de lo humano. El maestro Muti siempre ha defendido la necesidad de la sensibilidad del sur en la configuración de la cultura musical europea. Y la ópera bufa supone un soplo de aire fresco en las programaciones a veces excesivamente intelectualizadas de nuestros teatros líricos.
El Don Pasquale de Riccardo Muti
Don Pasquale ha sido un título fundamental en su carrera. Con él debutó en Salzburgo en 1971, siendo invitado por Karajan sin haber cumplido los treinta años. En su autobiografía recuerda el primer ensayo con los profesores de la Filarmónica de Viena. Se sorprendió por su sonoridad densa y poco ligera, quizás no muy apropiada para esta ópera bufa. Tras escuchar los explosivos acordes iniciales de la sinfonía, que le sonaron "como si se bajase al infierno", tuvo que explicarles "que Donizetti era una cosa diferente al Verdi de Otello". Este choque cultural norte-sur, tan enriquecedor en ambas direcciones, ha sido una de las grandes aportaciones de Riccardo Muti. Merece la pena citar cómo describe la emoción de este primer ensayo del Don Pasquale en Viena en sus propias palabras:
Curiosamente, Donizetti también estuvo en Viena en la época de su Don Pasquale. El empresario Merelli, que también llevaba La Scala de Milán, le había contratado como director de la compañía de ópera italiana, para la que compuso Linda de Chamounix (1842) y Maria di Rohan (1843). Allí fue nombrado Maestro de Cámara del Emperador, un puesto que, según cuenta con orgullo en una carta, habían tenido "antiguamente Krommer, Mozart o Kozeluch". Sin embargo, el contacto con la música de los clásicos vieneses lo había tenido en su juventud a través de su maestro Simone Mayr, un bávaro que se había establecido en Bérgamo. De hecho, su formación práctica fue la composición de nada menos que dieciocho cuartetos. Un compañero de estos años recuerda cómo llevaba a cada reunión un cuarteto "compuesto a lo Haydn" o "a lo Beethoven", lo que muestra tanto su facilidad creativa como las bases clásicas de su estilo.
Don Pasquale fue un encargo para el Teatro Italiano de París, donde se estrenó con un enorme éxito en enero de 1843. Fueron unos años en que algunos bromeaban diciendo que no existían los teatros líricos de París sino los teatros de Donizetti, ya que había triunfado tanto en la Opéra Comique (La fille du régiment) como en la Grand Opéra (La favorite); según Berlioz, se trataba de "una verdadera guerra de invasión". Lógicamente el Théâtre-Italien de París era el que mantenía con mayor fuerza las tradiciones operísticas italianas, centrándose en el repertorio rossiniano y presentando a grandes cantantes. De hecho, Don Pasquale reunió uno de los mejores repartos de su época: Luigi Lablache (Don Pasquale), Giulia Grisi (Norina), Antonio Tamburini (Dottore Malatesta) y el joven tenor Mario (Ernesto).
Víctor Sánchez Sánchez es musicólogo
Texto extraído del programa de mano del Teatro Real
El libreto de Don Pasquale me trajo a la mente algunas memorables burlas que se cuentan en las historias del Decamerón, en la que el efecto cómico es mucho más eficaz cuando los personajes muestran su lado ridículo a través del mecanismo despiadado que se tensa alrededor de ellos. Considerada desde esta perspectiva, incluso la trama de Don Pasquale parece muy cruel, pero es solo a través de esta actitud que los personajes se muestran realmente como son y actúan.
He intentado evitar la idea según la cual Don Pasquale es un personaje ridículo, lo que permite que se burlen cruelmente de él. Su naturaleza cómica, pensé, no debería ser una premisa previa, sino, como en el Decamerón, una consecuencia del relato, del espectáculo. De hecho, no hace falta burlarse de Don Pasquale, sino de aquellos aspectos de su vejez a los que todos tememos y de las que todos sentimos la necesidad de liberarnos a través de la risa y la ironía. Creo que solo entonces podemos reírnos de nosotros mismos.
Siguiendo siempre la analogía con el Decamerón -donde los narradores aparecen entre un relato y otro, haciendo resaltar sus propias historias sobre el dramático fondo de una Florencia amenazada por la peste-, sentí la necesidad de que Don Pasquale tuviera un espacio en el cual pudiéramos ver a los actores que representan la farsa y sus reacciones ante el juego teatral que van desarrollando.
Traté de captar la complejidad de esta mirada, de capturar la tristeza y la melancolía del actor, del director, ante su personaje, ante Don Pasquale, ante sí mismo... A menudo se piensa que la vida de los grandes actores se diferencia de cómo son en escena. Pienso, en particular, en el viejo Eduardo De Filippo, que se decía que pasaba días enteros solo en su camerino para "organizar los papeles", ya que tenía que ser difícil llevar a escena su Luca Cupiello y hacer reír al público cada noche con un personaje que, año tras año, se le parecía cada vez más.
Donizetti compuso la ópera pocos meses antes de ser golpeado por la enfermedad que lo llevó a la tumba. Yo no quería descuidar este detalle biográfico con el fin de establecer una identificación, al mismo tiempo hilarante y dolorosa, entre el compositor y su Don Pasquale, juego de espejos en el que el autor, anciano y moribundo, intenta arrancarle al público una última risa antes de salir de la escena.
Andrea De Rosa es el director de escena de esta producción
Texto extraído del programa de mano del Teatro Real
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