Crítica de José Antonio Cantón del concierto de Domínguez-Nieto y el tuba Sergio Rey Turiégano con la Filarmónica de Málaga
Persuasiva dirección
Por José Antonio Cantón
Málaga, 2-III-2023. Teatro Cervantes. Orquesta Filarmónica de Málaga (OFM). Solista: Sergio Rey Turiégano (tuba). Director. Carlos Domínguez-Nieto. Obras de Bartók. Mozart y Vaughan Williams.
Con tres obras de creciente importancia estética a lo largo de un programa bien escogido, el director madrileño Carlos Domínguez-Nieto, titular de la Orquesta de Córdoba, ha sido invitado de nuevo por la Orquesta Filarmónica de Málaga para participar en su temporada de abono. La primera parte ha estado ocupada por la Decimocuarta sinfonía en la, K 114 de Mozart y por el muy valorado Concierto para tuba baja y orquesta en fa menor, IRV 92 de Vaughan Williams, que ha permitido puedan disfrutarse las cualidades del tubista titular de la orquesta malagueña, Sergio Rey Turiégano. Una de las obras orquestales más importantes del siglo XX ha sido la elegida para la segunda parte de la velada, el asombroso Concierto para orquesta, Sz. 116 de Béla Bartók, siempre, todo un reto tanto para su dirección como para su ejecución por toda orquesta que se precie.
El maestro quiso con la sinfonía que se alcanzara esa rica simplicidad del pensamiento mozartiano cuando el compositor sólo tenía quince años, en sus inicios como sinfonista al acercarse a esta forma musical más como una temprana confirmación de experiencia en su genial camino hacia el absoluto perfeccionamiento al que llegó en final de su vida con la Sinfonía Júpiter. El sentido camerístico fue el modo de expresión que adoptó Domínguez-Nieto como vehículo idóneo para destacar su frescura melódica y el transparente cromatismo de las proporcionadas sonoridades de cada uno de sus tiempos, profundos ya en sí mismos, y a la vez esenciales para la configuración de conjunto de la obra. Ese fue el aspecto a resaltar con el que, de manera persuasiva, determinó la exposición de esta obra.
Compartió un fluido diálogo con el solista en la obra concertante, lo que permitía que el oyente sintiera esa particular intención del autor de ir ofreciendo las posibilidades expresivas de la tuba, resaltando sus posibilidades de agilidad y amplios límites en articulación. En este sentido, Domínguez-Nieto controló el natural protagonismo otorgado al tubista que se percibía cómodo en su discurso. El momento más destacado se produjo en la Romanza central, generando un canto muy acertadamente contrastado en su lirismo. El auditorio supo valorar esta orientación y dejó pendiente de manifestar su complacencia para el rondó final con un aplauso cerrado y unánime que llevó al solista a corresponder con una muy sintética obra escrita para tuba sola; el Noveno monólogo de los dieciocho que escribió el músico sueco Erland von Koch, con el que quedó de manifiesto esa doble faceta de didacta e intérprete que Sergio Rey Turiégano lleva dentro, aquilatando cada compás con especial dominio del instrumento, lo que le permitía sacar la mejor sustancia musical de este pequeño ensayo instrumental muy bien ingeniado por el compositor escandinavo.
El concierto entró en su fase decisiva con la puesta en acción del monumental Concierto para orquesta de Bartók. Con un conocimiento sólido y profundo en lo musical así como amplio y diverso en lo emocional, el maestro Domínguez-Nieto ejerció toda su capacidad persuasiva en la orientación, construcción y transmisión de esta obra de máxima exigencia tanto en asunción de concepto como en dominio técnico. Haciendo gala de su buena escuela y consolidada experiencia, el maestro supo descubrir esa concéntrica simetría que refleja la disposición de sus cinco movimientos, dejando que las pausas entre ellos generaran subliminalmente en la capacidad perceptiva de un atento oyente esa irreprimible necesidad a seguir escuchando su belleza hasta el sublime Finale. El director jugó con el diferente dramatismo de cada tiempo queriendo simultanear esos vínculos populares de estilemas magiares con la profundidad de sus incursiones armónicas a gran escala cuando el compositor quiere expandir con intensidad la sonoridad orquestal.
Ese difícil equilibrio estuvo siempre presente en la dirección de Domínguez-Nieto, lo que demostraba en todo momento el profundo conocimiento que tiene en general del autor y de esta su obra maestra para orquesta en particular. Su ejercicio de la memoria no puede entenderse, dada la enorme complejidad de esta partitura, si no es desde una identificación con el pensamiento musical que contiene al más alto nivel académico, que le permite materializar sus complejas sonoridades en el instrumento orquestal. Análogamente a como le ocurre con Bruckner, del que es un consumado intérprete, trata minuciosamente los detalles y expansivamente los grandes bloques sonoros (tutti) sin que llegue a producirse en instante alguno la más mínima pérdida de tensión y cohesión expresiva a lo largo de su desarrollo. Genera un interés en el oyente en todo momento, hecho que se puede constatar por la enorme atención que prestaron los profesores de la OFM a la ponderación de sus evoluciones en el pódium, que les llevaban a ser persuadidos por la música y desde la música misma. Igualmente, el absoluto silencio del público en los pasajes más delicados y camerísticos era un reflejo del interés generalizado que producía la acertada lectura del maestro. En definitiva, una auténtica lección de dirección musical, que ha propiciado uno de los más atractivos conciertos de la presente temporada de abono de los filarmónicos malagueños.
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