MÚSICAS PARA SENESINO
Madrid. 15 / 05 / 2013. Fundación Juan March. Ciclo "Castrati", Jordi Doménech, contratenor. Dani Espasa, clave. Oriol Aymat, violonchelo. Obras de Lotti, A. Scarlatti, Caldara, Handel, Porpora y Hasse.
El apasionante mundo de los castrati, esos seres elevados a la categoría de mitos musicales e incluso -paradójicamente- románticos es el hilo conductor de una nueva edición, esta vez en tres capítulos, de los Ciclos de Miércoles de la Fundación Juan March, en su sede madrileña del barrio de Salamanca. Centrada cada entrega en una figura señera de aquellos virtuosi cuya voz solamente podemos soñar (el menos conocido Ferri, el inevitable Farinelli y el imprescindible Senesino, que nos ocupa). El más que interesante programa propuesto era motivo suficente para acudir a la llamada de la música Barroca y pasar una agradable tarde en su compañía, siempre fiel.
Sea el propio interés que despertaba el concierto, sea que era día de fiesta en Madrid, que la meteorología (Pallido il sole, torbido il cielo, copiando al gran Metastasio) no invitaba a otras actividades, que lo gratis sigue manteniendo el poder de convocatoria que ha tenido siempre o que la Juan March cuenta con un público fiel que acude con regularidad a sus propuestas culturales (o una combinación de todos estos factores), lo cierto es que la capacidad de la sala resultó desbordada con creces y aún otra sala anexa donde se retrasmitía simultáneamente el concierto. Público por cierto en cuya composición destacó una mayoría de lo que podríamos denominar "señoras de una cierta edad"... una cierta edad que no es otra cosa que una edad incierta, en realidad. En definitiva, que no fue tarea sencilla conseguir un sitio y quien más quien menos hubo de recurrir a alguna artimaña de su repertorio cuando se abrieron las puertas: una carrerita aquí, un discreto empujón allá, un amigo mejor colocado que guarda un sitio (casi siempre acompañado de protestas airadas de los menos afortunados en amistades)... son circunstancias que se repiten regularmente, y harían bien los organizadores en habilitar algun sistema de entrada menos anárquico.
Dejando de lado las anécdotas relativas al acceso, pasemos a lo realmente importante, que comienza cuando lo hace la música. Protagonismo del contratenor catalán Jordi Doménch, que desgranó una variada selección de obras compuestas para -o al menos interpretadas por- Senesino, procedentes tanto del género operístico como del oratorio y la cantanta. Podemos decir que su voz de contralto posee un indudable atractivo tímbrico, una redondez y textura aterciopelada, en particular en la zona media, que no es corriente entre sus compañeros de cuerda. Por contra, el agudo resulta mucho más problemático, de lo que parece ser conciente el propio cantante y que le lleva a ejecutar muchos ataques en piano, muchos más en cualquier caso de los que podrían llevar a pensar que es un mero recurso expresivo. Y es que si algo podemos achacar particularmente a la interpretación del contratenor es su expresividad, que resultó excesivamente "manierista", por darle un adjetivo; se agradece, qué duda cabe, la intención e implicación con el texto, y se aprecian detalles como varios intentos de messa di voce que sin embargo no resultaron estéticamente del todo logrados, con la emisión de unos sonidos fijos técnicamente discutibles; pero el exceso también puede ser perjudicial y comprometer el discurso musical y la propia inteligibilidad del texto, como ocurrió en el aria Aimé, sento il mio core de Caldara, musicalmente suficientemente expresiva en sí misma, de una belleza conmovedora y doliente. Cuando este aspecto estuvo más equilibrado, el cantante ofreció lo mejor del recital, la hermosísima aria Pallido il sole de la ópera Artaserse de Hasse. También muy destacable la famosa escena del Orlando de Handel Ah! Stigie larve... vaghe pupile, donde pudo demostrar su buen desempeño en los pasajes de coloratura más comprometida (en las frases Ma sí, pupille sí, che sordo al vostro incanto y siguientes) al igual que antes lo había demostrado en el canto spianato, atreviéndose además a introducir una cadencia muy efectista con un espectacular salto de escala, adecuada al carácter de la escena y el estado mental alterado del personaje. Sin duda es un fragmento predilecto del contratenor a tenor de la seguridad con que lo acometió (sin partitura, por cierto).
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