Por Alejandro Martínez
Durante nuestra entrevista Dolora Zajick se nos antoja como una maravillosa confusión. Su seriedad, redoblada por ese físico rotundo y ese gesto contundente, resulta ser simplemente serenidad. Su voz hablada, enorme y oscura, revela una risa franca y sonora conforme avanza la conversación. Impresiona su claridad de ideas, la certeza de sus reflexiones, su amabilidad y su franqueza. Su trayectoria no es fruto del azar.
En el Teatro Real interpretó por segunda vez la parte de Ortrud en Lohengrin. Creo que es su único acercamiento a Wagner. ¿Por algún motivo en particular?
Sí, es mi único papel del repertorio alemán. Es un rol que me gusta mucho y que creo que me va bien en varios sentidos. Es importante cantar partes que sientan especialmente bien a tu voz. Un cantante necesita sentirse confortado y seguro con lo que canta. Es como un reconocimiento: esto es para mí, lo tengo claro. Eso es lo único que nos permite escapar a la rutina. Lo que no quita, por supuesto, para que ciertos papeles caigan mejor a unas voces que a otras. En el caso de mi relación con Ortrud, es un papel que me seducía hace tiempo y cuando se presentó la ocasión de cantarlo no dudé en decidirme. Debía hacerlo.
¿Ha sido especialmente complicado para usted cantar un rol en alemán, lengua que creo que no maneja con fluidez?
No es difícil cantarlo, pero fue difícil aprenderlo, por supuesto. Pero una vez la he interiorizado, disfruto mucho con esta parte.
Creo que no es tampoco el primer papel que usted canta en una lengua que no conoce. También la Jezibaba de Rusalka, por ejemplo.
Sí, eso es. Yo puedo con todo (risas). Al principio es difícil enfrentarse con una partitura en una lengua extraña. La fonética es una parte tan importante en nuestro trabajo que puede condicionar incluso los resultados finales de nuestra expresión. Además, una lengua no es sólo un conjunto de sonidos, es también una especie de constelación de sentimientos. Sonará tópico, pero no es posible expresar lo mismo cantando en francés, en alemán o en ruso. El reto es entonces precisamente el de conseguir adaptar tu voz a esa expresividad, al margen meramente de los sonidos como tales.
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