Crítica: «Diálogos de Carmelitas» en el Teatro Cervantes de Málaga

 Excelsa lírica para un sumo acto de fe y piedad

Por José Antonio Cantón
Málaga, 16-II-2024, Teatro Cervantes. Ópera Dialogues des Carmélites de Francis Poulenc. Maite Alberola, David Alegret, María Lourdes Benítez, Gerardo Bullón, Luiza Fatyol, Pablo Fernández, Nuria García-Arrés, Ana Ibarra, Beatriz Lanza, Andrés Merino, José Manuel Montero, Luis Pacetti, Ihor Voievodin y Eglé Wyss. Director de escena: Francisco López. Coro de Ópera de Málaga. Directora: María del Mar Muñoz Caro. Orquesta Filarmónica de Málaga. Director musical: Pedro Halffter. 

   Cuando creación, interpretación y atención se dan simultáneamente a un equilibrado nivel estético en una representación musical o, en consecuencia, en la realización de una ópera de la trascendencia artística como la que tiene Diálogo de Carmelitas del compositor francés Francis Poulenc, el sentido y razón de ser del arte lírico-dramático satisface a cualquier expectativa que se pueda albergar sobre este siempre complicado género en el que la música está destinada a reforzar los sentimientos que se viven en el escenario y, de ese modo, estimular su percepción por parte del público que se siente inmerso en un acto mágico de sonido, luz y acción escénica, tres condicionantes fundamentales de la ópera. 

   Éstos se han dado en esta coproducción del Teatro Villamarta de Jerez y el Teatro Cervantes de Málaga de la que puede considerarse la obra más ambiciosa del mencionado compositor francés, que supo con ella encontrar una vía de eclecticismo expresivo en la que, asumiendo la revolución que significó Debussy como inevitable estímulo a la composición culta occidental venidera, volviera a encontrarse el gusto y el placer por el canto, clarificando la función del texto como sustancial elemento del drama lírico en paridad de importancia con la música. Tanto el director de escena, el dramaturgo cordobés Francisco López, como Pedro Halffter en el foso, han encontrado ese complicado equilibrio entre la estática dinámica de esta obra en el escenario, y la diáfana expresividad de la orquesta, siempre tratada con una singular tendencia a una moción destinada a resaltar la espiritualidad de las emociones que se acumulaban en el desarrollo de la acción, con especial énfasis en la concisa conducción de sus interludios y en los efectos de acentuación de sus continuos diálogos, con esa intención de justificar el título de la ópera. Precisamente en este logro ha estado uno de los secretos de la representación de esta producción que ha sido perfilada con un grado de delicadeza algo más depurado que la mostrada en su estreno jerezano al inicio del verano del año 2022.

   El elenco vocal ha estado a la altura musical del espectáculo. Así el tenor David Alegret contrastó desde su carácter lírico-ligero con la potente voz del barítono Gerardo Bullón en el primer cuadro desarrollado en la biblioteca del Marqués de la Force, padre de Blanche, la protagonista, que estuvo interpretado por Maite Alberola, soprano lírica de sobrada capacidad vocal para determinar con éxito las exigencias del controvertido dramatismo de su personaje. Otro tanto se puede considerar de la mezzo Ana Ibarra como madre superiora del convento carmelita de Compiègne, localidad al norte de París donde ocurrió la historia real en la que está basado el argumento de esta obra, especialmente en la impactante interpretación de su muerte, logrando un perfecto balance entre declamación y canto con una alternante soltura sorprendente favorecida por  la inestimable ayuda de la efectiva dirección de voces del maestro Halffter. 

   Pensemos que este aspecto musical tiene una importancia capital en el pensamiento canoro de Francis Poulenc, que debe producirse también en los otros cantantes del reparto como así ocurrió con la nueva priora, encarnada por la soprano rumana Luiza Fatyol, cuya emisión destacaba entre las de su tesitura y carácter por su fuerza expresiva, colocación y sentido arioso de su canto, muy natural y melódico con seguros momentos de expansión dinámica que realzaban su posición dominante en las decisiones de la comunidad, convirtiéndose así en una especie de hilo conductor en el devenir trágico del desenlace de la historia, sólo contrastada por el elocuente contrapunto vocal de la mezzo-soprano lituana Eglé Wyss en el papel de su asistente, la Madre Marie de la Encarnación. 

   Nuria García-Arrés mantuvo en todas sus intervenciones esa vis dramática que la caracteriza apoyada con una juvenil claridad de timbre, propio de una ingenua novicia que no tiene miedo a la muerte y que manifiesta un halo de esperanza ante la aflicción y temor de las hermanas de la comunidad afligidas, como mostraba la Madre Jeanne del Niño Jesús, encarnada por la mezzo-soprano Beatriz Lanza, ante los convulsos acontecimientos revolucionarios que terminarían llevando a todas al cadalso. Las cantantes, desde su particular rol, acertaron transmitir con su fonación los rasgos más exquisitamente femeninos que quiso traducir en música Poulenc, extrayéndolos de la inquietud dramática de George Bernanos, inspirador del libreto de Poulenc, quedando en un plano diferente la intervención del resto de los cantantes masculinos dedicados fundamentalmente a una necesaria funcionalidad escénica.

   No fue tarea fácil para el maestro Pedro Halffter llegar a ese punto en el que la música ha de ser el elemento de esta ópera que desarrolle la conciencia y el mundo interior de los principales personajes, evitando la uniformidad expresiva al que puede estar abocada la recreación de su partitura. El director descubrió en todo momento de su acción en el foso ese acento natural del habla, como ocurre en el Pelleas de Debussy, poniendo énfasis en la dicción de los cantantes y el coro, haciendo que éste creara instantes de delicadeza celestial, que significaron un contraste emocional ante la monótona línea dialogante de su libreto, poco propicia a momentos de lucimiento melódico y vocal individuales, pero que el director madrileño supo obviar manteniendo una tensión expresiva que justificaba sobradamente el equilibrio que exige esta ópera entre música y escena, bien resuelta ésta por Francisco López en un montaje seguro en movimientos, escueto en la forma y enormemente sugestivo para la imaginación del espectador.

   La sobrecogedora escena final con la ejecución de las monjas en la guillotina mientras cantaban la Salve y el definitivo encuentro de Blanche con sus hermanas de fe y piedad, prendió en el público, respondiendo éste con una ovación final que refrendaba el trabajo bien hecho proyectado en la realización de esta producción que dignifica, una vez más, la temporada lírica del Teatro Cervantes de Málaga.    

Fotos: Daniel Pérez