La soprano palermitana Désirée Rancatore acaba de participar en las funciones de "Lucia de Lammermoor" de Donizetti que la Asociacion Gayarre de Amigos de la Ópera (AGAO) ha programado en el Teatro Gayarre de Pamplona, bajo la dirección musical de Miquel Ortega. Rancatore habla para CODALARIO sobre su actual estado de forma lírica, sus planes de futuro y su manera de entender el mundo del canto.
- El rol de Lucia es un papel clave en la trayectoria de cualquier soprano belcantista, ¿por qué?
- Porque lo tiene todo. Tiene la parte actoral, que es fascinante, y tiene todo lo que una soprano quiere cantar: melodía, cabalette, sobreagudos, filados, pichettati... tiene todo el virtuosismo que una soprano belcantista querría interpretar. Como actriz tiene unas posibilidades inmensas: la parte romántica, la parte doliente, la locura... etc. Es un papel redondo.
- ¿Qué referentes toma para abordar un papel? ¿De dónde parte?
- Cuando debuté como Lucia leí la novela de Walter Scott, que es muy completa y me permitió hacerme una idea más amplia de la historia, que está bastante resumida en la ópera de Donizetti. Después escuché, por supuesto, a mis sopranos preferidas: Callas, Sutherland y Devia, referentes indudables en este rol. En todo caso, intento no copiar a nadie, no imitar sonidos ni estilos. Parto de cero, pero con la pista de la resolución técnica de estas sopranos. He llegado a Lucia por decisión propia, podríamos decir. Cuando debuté era muy joven y durante estos años he cantado casi siempre lo mismo. En cierto modo terminé algo cansada de la asociación tan continuada entre Rancatore y Olympia. He llegado a hacer ciento treinta funciones de Olympia. Es un papel divertidísimo, lo amo, pero no podía quedarme ahí. Así que he decidido romper progresivamente con ese repertorio de pura coloratura. Y en esa orientación hacia papeles más líricos Lucia ha sido un paso importantísimo. Y quizá he corrido algún riesgo decidiéndome a cantarlo, porque requiere una vocalidad mucho más extensa. Lo debuté además en el sitio carismático y que de algún modo ejercía una especial presión psicológica, en Bérgamo, ciudad natal del propio Donizetti. Pero todo ha salido bien, de momento.
- En su momento actual, con una vocalidad que podríamos definir como la de una lírica de coloratura, ¿qué papeles son el centro de su repertorio y cuáles los que querría abordar?
- Quiero quedarme en Lucia, Elvira, Amina, Adina, Norina, "tutte le -ina", menos Zerlina. Quizá Donna Anna y Violeta dentro de algunos años. Creo que Violeta es mi límite como lírica, al menos por ahora. La Traviata la he cantado completa en fragmentos, en conciertos, pero no la he debutado entera en escena. Y de momento creo que debe esperar.
- ¿Y qué hay Mozart, tan presente en sus comienzos y ahora desaparecido de su agenda?
- He cantado muchísimo Mozart aunque ahora no está muy presente en mi agenda desde que dejé de cantar la Reina de la Noche.
- ¿No se lo piden los teatros, que la asocian quizá con los papeles belcantistas, donde es complicado encontrar intérpretes redondas?
- Sí, creo que ese es el motivo. Sin embargo, me encantaría cantar Susanna. Creo que la voz está ahora preparada para este papel, lo mismo que para Pamina. Y también pienso, por qué no, algún día, en la posibilidad de una Fiordiligi.
- Comenzó a cantar muy joven, ¿ ha sido un problema o una suerte?
- Una suerte, en principio, porque he aprendido muchísimas cosas en estos años, junto a los más grandes cantantes. He coincidido con Samuel Ramey, Bryn Terfel, Natalie Dessay, Ruth Ann Swenson. Ha sido una suerte inmensa. Y debuté además en un lugar mítico como Salzburgo, donde se respira música por todas partes. Sin embargo, ahora creo que vivimos un momento, en la lírica, donde se valora mucho la novedad. Y en mi caso, precisamente por haber comenzado tan joven, esa novedad ya no es algo relevante o que se valore especialmente. Ya no soy nueva después de casi diecisiete años de carrera. Y creo que haber mantenido durante tanto tiempo un repertorio tan ligero, tan exigente y extremo, tiene mucho mérito. Este repertorio tan exigente, lo comentaba con Natalie Dessay, no se suele mantener más de cinco o seis años, una década como mucho. Así que mi caso es algo relevante, creo.
- Mencionaba a Natalie Dessay, una soprano que quizá de algún modo haya podido ser un modelo para usted a la hora de orientar su repertorio.
- Desde luego que sí. Yo amo a Natalie Dessay, como persona y como cantante, y lamento mucho que se hable de ella como un juguete roto o una cantante en decadencia. Nada de eso. Es alguien que ha dado muchísimo a este mundo, una artista inmensa y que merece todo el reconocimiento. Ha sido una enorme suerte coincidir con ella ahora en París, en los repartos de La fille du régiment, con una producción que nació precisamente para ella.
- En su trayectoria hay la menos dos episodios clave, el debut en Salzburgo como Barbarina y la participación en la reapertura de la Scala con L'Europa riconosciuta de Saliere, junto a Muti y Damrau. ¿Cómo recuerda aquellos momentos?
- Sí, fueron dos momentos clave, y entre ambos episodios pasaron cosas importantes también, como aquellos Hugonotes, o el debut en el Covent Garden. Pero sí, la reapertura de la Scala, en 2004, con el maestro Muti, fue una experiencia importante. Cuando recibí la partitura de L'Europa riconosciuta y comencé a estudiarla me quedé asombrada: es incantable, pensé, pero tengo que hacerlo porque el maestro Muti quiere hacer esta ópera y es una ocasión que no se puede dejar pasar. Así que estudie la partitura, y además sin que se me especificara si Muti me quería escuchar como Semele o como Europa. Así que lo estudié todo y me enamoré de la última aria de Semele, con el oboe, así que hice la audición con este papel. Pude decidir ya que Damrau todavía no había participado en la audición y el maestro Muti quedó muy contento conmigo. Hubo doce funciones y yo participé en once. Fue un trabajo intensísimo. Día sí, día no, canté un papel que me parece imposible. Me sorprende que fuéramos capaces de hacerlo Damrau y yo, con tan extraordinaria coloratura en ambas partituras. Creo que podría volver a hacerlo, pero con muchísimo estudio.
- Hablando de Damrau, que es otra de las grandes sopranos de repertorio ligero y de coloratura del momento. ¿Suele escuchar a sus colegas sopranos, donde también hay gente joven y prometedora, como Olga Peretyatko?
- Sí, escucho a las colegas porque hay siempre mucho que aprender de los otros cantantes, incluso de los que no ocupan los primeros papeles, a menudo porque no han tenido tanta suerte, pero con técnicas muy buenas en muchas ocasiones. Hasta el más pequeño cantante te puede revelar algo nuevo. Mi madre, por ejemplo, que fue mi maestra, era una simple corista y me enseñó tanto... Un ejemplo evidente de que se puede aprender de todo el mundo.
- Guarda una relación especial con dos cantantes con los que además ha coincidido recientemente en escena, el tenor Celso Albelo y el barítono Leo Nucci. ¿Qué hay de especial en su relación?
- Sí, Celso es mi "hermanito", alguien muy especial para mí. Y Leo Nucci ha ejercido conmigo, en el caso de Rigoletto, el papel de un verdadero padre. Me ha ayudado de un modo asombroso a comprender cada una de las especificaciones de la partitura. Leo Nucci se mimetiza con el papel de Rigoletto, se identifica hasta en el día a día. Ya no hay distinción entre Rigoletto y Nucci, él es Rigoletto y por ello mismo sabe muy bien cómo debe cantarse Gilda, qué dificultades tiene y donde están sus claves. Siempre que hemos interpretado juntos estos papeles ha sido una gran fiesta. La última vez, recientemente, coincidimos de hecho los tres, Celso Albelo, Leo Nucci y yo, y la fiesta fue completa, algo inolvidable. Fue una noche perfecta. Yo me emocioné mucho, hasta las lágrimas, porque me acordaba de las grandes noches de la edad dorada de la lírica, los años cincuenta y sesenta, con el público en pie, emocionado, gritando. Creo que fue un éxito que recordaremos mucho tiempo.
- Y la relación con Celso Albelo, ¿a cuándo se remonta?
- El debutaba en 2007 con Lakmé, en Japón, y yo era entonces un poco la "estrella" del cast, rodeada de cantantes más desconocidos por aquel entonces. Entre ellos estaba Celso. Yo pregunté quién era el tenor y me dijeron que era él, un tenor canario, me dijeron, que está empezando. Yo pensé entonces en Kraus, en su técnica, e imaginé que quizá un joven tenor de Tenerife podría cantar más o menos bien. Pero entonces le escuché por primera vez y le dije: "¿Dónde has estado todo este tiempo?". "Empiezo ahora", me dijo, "no me conoce nadie". Le dije que estuviera tranquilo que ya le iban a conocer pronto, seguro. Y no me equivocaba. Ha madurado muchísimo como voz y como intérprete, ha llevado a cabo un crecimiento espectacular en muy pocos años. La voz y la elegancia ya estaban ahí pero la firmeza técnica que tiene hoy en día es impresionante. Hemos cantando juntos muchísimas veces, prácticamente todo mi repertorio, y la experiencia que tengo cuando cantamos es la de que tenemos voces gemelas. Usamos de igual manera los resonadores, tenemos la misma colocación. Yo siento la misma vibración del sonido cuando canta él que cuando canto yo. Es una armonía perfecta, como si él tuviese mi voz en masculino, y viceversa. Es algo excepcional y en escena hay un feeling especial, nos divertimos mucho.
- De la generación pasada de sopranos que han sido un referente para el belcanto hay todavía dos en activo, en su madurez, Gruberova y Devia. ¿Qué se aprende de cada una de ellas? ¿Cuál sería su legado?
- Gruberova tiene un modo muy particular de construir un legato extremo y siempre ha conseguido unos filados verdaderamente excepcionales, por no hablar de sus sobreagudos cuando estaba en plenitud, que eran estratosféricos. Sin embargo, Devia es otra cosa, es simplemente la técnica absoluta, la respiración perfecta. Casi no respira. La he escuchado tantas veces y tantas veces me ha fascinado no percibir casi la toma de aire, esa respiración circular, como si todo fuese un continuo perfectamente articulado. Y además sabe siempre donde colocar un sonido. Jamás un sonido de Devia está levemente escorado o fuera de colocación, siempre en el lugar exacto. En todo caso, emocionalmente, quien siempre me ha fascinado y me sigue fascinando, insisto, emocionalmente, es Callas. Hay algo más en ella, algo que cuesta explicar. También me fascina Sutherland, porque cantaba de un modo imposible, a pesar de que a veces la dicción no era redonda, por esa fonación tan particular. Pero qué duda cabe de que fue un fenómeno histórico. Y entre las sopranos de hoy he escuchado y escucho mucho a Natalie Dessay. Me enamora esa forma de colorear los sobreagudos, de decolorarlos incluso en busca de un sonido blanquecino, casi infantil, escalofriante. Es fascinante cómo utilizaba ese recurso en Lucia di Lammermoor, en la versión francesa, en esa producción maravillosa que está editada en DVD. Por otro lado, no puede haber una soprano que no tenga a Caballé como una referencia, de algún modo. Su Anna Bolena es un punto y aparte. Y en mi caso particular, presté mucha atención a Caballé cuando preparé Il Corsaro, que también bordaba Ricciarelli. También he cantado La maja y el ruiseñor y tuve muy presente la lectura de Caballé, con esa elegancia irrenunciable, ese legato, ese efecto de flotar el sonido sin perder de vista el texto. Para mí es clave esa atención a las palabras, que están en la partitura tanto como las notas. De hecho, una parte fundamental de mi trabajo a la hora de preparar un papel consiste en atender con mucho esmero al acento que requiere cada frase. Acentuar de un modo u otro una determinada palabra puede dar lugar a una interpretación completamente distinta.
- ¿Qué hay del repertorio barroco, de Haendel, por ejemplo, que quizá demande exactamente las características de su voz?
- Sí, ojalá los teatros piensen en mí para este repertorio, porque es fascinante y mi voz posee cualidades idóneas para muchos papeles. Hace dos años canté Piramo e Tisbe de Hasse, con Biondi, y fue una buenísima experiencia. Pero no ha habido más propuestas en este repertorio, seguramente porque los teatros me asocian con facilidad al repertorio belcantista italiano, con el que estoy muy contenta y muy cómoda. Pero cuesta imaginar a Rancatore, supongo, interpretando Haendel. Pero, ¿por qué no? Creo que puedo abordarlo con garantías, igual que hice Die Vögel de Brauenfels, que es algo totalmente distinto, muy exigente, pero lo disfruté mucho. Tanto el barroco como el repertorio contemporáneo me atraen, más allá del belcanto italiano al que casi se reduce ahora mi agenda, sobre todo este año, con el centenario de Verdi, me han pedido mucho hacer Gilda.
- ¿Y qué hay de su presencia en España, hay nuevos proyectos en los teatros españoles?
- Debutaré en el Liceo con Gilda, en septiembre, si todo va bien, alternándome en el rol con Elena Mosuc, otra estupenda soprano. Y a pesar de tantas Gildas este año, no deja de ser un reto debutar en un gran teatro con un gran papel. Gilda es muy difícil porque presenta una vocalidad un tanto híbrida, por eso nunca le pierdo el respeto por mucho que la haya cantado. Es una lírica ligera belcantista. "Caro nome" pide todo lo que el belcanto anterior a Verdi pedía a una soprano ligera, es paradigmática, pero luego llegan "Tutte le feste" y la "Vendetta", con ese ímpetu verdiano y ese dramatismo, y hay que cuidar mucho la emisión. En todo caso, más allá del Liceo no hay de momento nada a la vista en Bilbao, Sevilla, Valencia u Oviedo. En Sevilla me propusieron el Rigoletto que hay esta temporada pero no tenía fechas libres en mi agenda, pues estoy con Elisir d´amore en Turín. Me gustaría mucho debutar también en Bilbao, sobre todo ahora que está en marcha su ambicioso proyecto del Tutto Verdi. También me gustaría mucho regresar al Real, donde debuté con El rapto en el serrallo y después canté Los cuentos de Hoffmann. Ahora al frente del Teatro Real está Gerard Mortier, que es el hombre al que debo los inicios de mi carrera. Cuando tenía dieciocho años fue él quien me contrató para Salzburgo y me dio la primera oportunidad, después de un concurso internacional de canto en el que me escuchó. Él formaba parte del jurado y fueron él y Rolf Liebermann quienes me ofrecieron cantar en Salzburgo. Allí estuve año tras año, con Barbarina, Blondchen, arias de concierto, la Voce del ciel del Don Carlo, etc.
- En lo que respecta a esta Lucia, en el apartado escénico, se ha contado con una propuesta de Alfonso Romero, su pareja. ¿Han trabajado varias veces juntos? ¿Qué diálogo se establece entre ambos?
- La primera vez que coincidimos fue con I Puritani, en Coruña, y la segunda aquí, con Lucia. Ojalá vengan más proyectos juntos en el futuro. Esta ha sido una ocasión estupenda porque habíamos hablado muchísimas veces entre nosotros de Lucia y a mí me fascinaba la opción de poder mostrar el lado más tétrico de la historia, desde la óptica de la propia Lucia, esa historia negra, sin colores, que aquí se ha resuelto con eficacia, a pesar de los escasos medios disponibles.
- ¿Y con qué otros directores de escena se ha sentido especialmente cómoda?
- Laurent Pelly es un genio, para mi gusto. También recuerdo el gran trabajo de Arnaud Bernard con Los Hugonotes de Martina Franca, donde de nuevo habían pocos medios pero con muy buenas ideas.
- ¿Y en el caso de los directores musicales?
- Muti ha sido fundamental en mi carrera, aunque ahora no nos encontramos porque él está dedicado a un repertorio más dramático, con el Verdi maduro, etc. Nos reencontramos hace unos pocos años con Carmina Burana, pero en estos momentos tenemos repertorios dispares. También he trabajado muy bien con Paolo Arrivabeni, Matteo Beltrami, Semyon Bychkov, Myung-Whun Chung, el grandísimo Santi, y tantos otros. He trabajo muy cómoda con todos los maestros que he encontrado en mi carrera. Quizá el hecho de tener en mi caso una formación previa musical, como instrumentista, con el piano y el violín, facilite el entendimiento con ellos. Creo que tengo más bien la mentalidad de un músico que la de un cantante.
- ¿Qué desearía cantar en este momento de su carrera y nadie la ha ofrecido todavía?
- Sin duda, Ophélie, del Hamlet de Thomas. Sólo he interpretado el aria en concierto. Recuerdo la enorme interpretación de Natalie Dessay y es un rol con el que quiero trabajar más pronto que tarde.
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