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Crítica: «Der Rosenkavalier» en Salzburgo

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Autor: Jorge V. Durán
4 de octubre de 2022

El Landestheater de Salzburgo inaugura su temporada de ópera con Der Rosenkavalier de Richard Strauss bajo la dirección de Leslie Suganandarajah

«Der Rosenkavalier» en Salzburgo

Der Rosenkavalier en Salzburgo


Por Jorge V. Durán
Salzburgo, 1-X-2022. Landestheater de Salzburgo. Der Rosenkavalier (Richard Strauss). La Mariscala (Magdalena Anna Hofmann), Baron Ochs auf Lerchenau (Martin Summer), Octavian (Sophie Harmsen), Herr von Faninal (Birger Radde), Sophie (Elizabeth Sutphen), Jungfer Marianne Leitmetzerin (Victoria Leshkevich), Valzacchi (Rainer Maria Röhr), Annina (Irmgard Vilsmaier), Notar / Polizeikommissar (Philipp Schöllhorn), Haushofmeister bei der Feldmarschallin / Faninal (Alexander Hüttner y Chong Sun), Ein Sänger / Wirt (Luke Sinclair) Gelehrter (Helmut Bogengruber), Friseur (Yevheniy Kapitula y Shunsuke Fujita), Eine adlige Witwe (Sylvia Offermans), 3 adlige Weisen (Lalit Worathepnitinan, Bethany Yeaman y Mona Akinola), Modistin (Tetiana Dyiu),  Tierhändler (Vesselin Hristov), Vier Kellner (Min-Yong Kang, Željko Zaplatić, Rudolf Pscheidl y Emmanouil Marinakis) Hausknecht (Manuel Millonigg). Coro del Salzburger Landestheater. Mozarteumorchester Salzburg. Dirección musical: Leslie Suganandarajah. Dirección de escena: Roland Schwab.

   «Nein, bitt schön, sei Er nicht wie alle Männer sind». [«No, por favor, no seas como todos los hombres»]. Eso le suplica la Mariscala a Octavio al final del primer acto, en una ópera donde se contrapondrán de manera sardónica dos modelos masculinos antagónicos. Una lucha entre la libertad del amor y la violencia ejercida por un sistema que ve la mujer como propiedad. «Sag, daß du mir gehörst! Sag, daß du mir gehörst!» [¡Di que eres mía! ¡Di que eres mía!] precisamente le imploraba Octavio a la Mariscala, loco por ella. Ante esta sinrazón que le ha tocado vivir, la Mariscala, avezada ante el paso del tiempo, el desamor y la animadversión, tratará en ese momento preciso que Octavio no se vuelva como el resto de hombres… «Nein, bitt schön, sei Er nicht wie alle Männer sind…».

   La obra, estrenada en Dresde en 1911, es llevada a la Felsenreitschule de Salzburgo bajo la dirección de Roland Schwab y con Leslie Suganandarajah a cargo de la Mozarteumorchester Salzburg. La Felsenreitschule (Escuela de Equitación de la Roca) es un teatro ante todo curioso para la producción operística. La construcción, del siglo XVII, fue mandada realizar por el Arzobispo Johan Erns von Thun para la realización de espectáculos ecuestres durante el verano. Excavada directamente en roca de sedimentación con la que se construyeron gran cantidad de los edificios históricos de Salzburgo, posee tres niveles de arcadas para que el público pudiera ver los espectáculos de equitación. Ahora, donde el público se sentaba, es el espacio que se ha convertido en el fondo escénico de muchas de las producciones del Festpiel. Este escenario está integrado a todo el conglomerado que forma el Festipiel junto a la Haus für Mozart y el Großes Festpielhaus. 

«El caballero De la Rosa» en Salzburgo

   Der Rosenkavalier es una comedia en tres actos escrita por Strauss con libreto de Hugo von Hofmannsthal. Una obra que dista de la línea anteriormente dibujada por el compositor a raíz de Salomé y Electra. Una obra voluble, más ingrávida que las dos óperas anteriores, pero sin ser un paso atrás, todo lo contrario. No podemos entender Der Rosenkavalier sin Salomé y Electra. La orquestación es un conjunto en ocasiones de collages diatónicos transparentes que hacen el trabajo del conjunto y del director notablemente complejo, más si cabe (a contrario de lo que a simple vista se pueda imagina) que con las obras anteriores, más cromáticas. Y es que la orquesta actúa casi como «instrumento solista» (valga la expresión para explicar la dificultad de su tarea), con un papel vertebrador de la trama fundamental.

   En el primer acto nos encontramos con el amor pasional entre Octavio [Sophie Harmsen] y la Mariscala [Magdalena Anna Hofmann], en un juego de voces equilibrado entre la jovialidad de Octavio y la experiencia de la Mariscala. Los dos caracteres, especialmente bien llevados por la mezzo Sophie Harmsem y la soprano Magdalena Anna Hofmann, con una dicción, un juego de fraseo entre ambas y un color que se verá solo interrumpido cuando la llegada imprevista del Baron Ochs [Martin Summer] detenga el recreo de los dos amantes. 

   Es aquí, en este primer acto, durante el cual el espectador piensa, por la prominencia de la figura de la Mariscala, que va a ser ella la protagonista de la comedia, aunque no la volveremos a ver hasta el tercer acto final. Aun así, es Magdalena Anna Hofmann quien se establece como centro gravitatorio del acto de manera espectacular, con un carácter y fuerza escénico que se ven apoyados en una voz cálida y segura, con autoridad, como la Mariscala. 

   Ante el anuncio de una visita inesperada, entra en escena el que será el homme fatale. El violento, voluptuoso y desenfrenado Barón Ocht, caracterizado por Martin Summer. Un personaje que será el ángulo de giro de la trama, activando la búsqueda del Caballero de la Rosa. El barón, prometido con Sophie Faninnal [Elisabeth Sutphen] se halla en la casa de su prima, la Mariscala, para que le recomiende un joven noble de Viena para entregar la rosa de plata a su prometida, símbolo de su compromiso. No sin ello, darle a entender que pese a estar casado no dejaría su vida de mujeriego. Y precisamente ahí, en el carácter pendenciero del Barón, es donde el bajo Martin Summer supo moverse con gran habilidad por todos los caracteres de su papel, siendo un contrapunto perfecto a las dos voces de la Mariscala y Octavio en el primer acto y de Octavio y Sophie en el segundo. 

   Esta figura del Barón dará pie a la contraposición de las dos masculinidades antagónicas. La que representa el amor inocente y bueno de Octavio, y la destrucción que supone el Barón Ocht. No podemos hablar de un amor verdadero, porque la Viena que Richard Strauss vivió, al igual que von Hofmannstahl, Rilke, y que tan bien nos mostró Stefan Zweig en su El Mundo de ayer, dista mucho de la Viena de las grandes esperas doradas donde la Verdad estaba impoluta en un sueño de razón. Estamos ante una generación de artistas e intelectuales que van a ver pocos años después cómo el eterno Imperio de los Habsburgo será aniquilado por la violencia de la Gran Guerra. Parece casi profetizar el final de una era, cómo Strauss genera una caricatura de la sociedad de la ciudad de Viena a través de los valses. Unos valses símbolo de la corte de Francisco José, pero acomodándolos dentro de un contexto que se basa en la Viena de Maria Teresa, la Viena del Rococó. Como resultado, tenemos una anacronía musical que abre el espacio a lo satírico, fantástico, irreal. Una forma de reflexión sobre lo que significa la cultura vienesa, una cavilación sobre la memoria, a través de una música que no vuelve al pasado para idealizarlo, sino para reconstruirlo, reflexionarlo, para hallar nuevos significantes, en esta ocasión con ritmo de tres por cuatro interrumpido por cortinas neblinosas en momentos más claras y brillantes, y en otros más oscuras y peligrosas. Un estudio de Viena y su tradicional forma de ver la sociedad. 

   Es en estos cambios cristalinos de carácter, entre una Viena voluptuosa, donde el vals es el ritmo al que late la vida, y las estructuras más neblinosamente orquestales, donde la batuta a manos del maestro Suganandarajah muestra su calidad expresiva. Y es que estamos continuamente ante un pastiche, creado adrede por el propio Strauss, de masas de sonido diatónico sin resolver, ligeros solos en pianísimo, homofonías y heterofonías orquestales, que se suceden enhebradamente  con ligeros parches de vals que se disuelven de nuevo en la masa, como interponiendo un velo ante la inocencia del amor y dando paso a la violencia del Barón.

   En el segundo acto, Sophie y Octavio (presentándose como el Caballero de la Rosa) quedan enamorados desde el primer momento. Y ante el lascivo y violento Barón, Sophie comienza a no querer casarse con él. Situación que hará que su padre, Herr von Faninal [Birger Radde] le amenace con mandarle a un convento. A todo ello, Octavio, ya estaba tramando un plan que se verá culminado en el último acto, un plan que dará a conocer el carácter mujeriego y donjuanesco del Barón frente al propio padre de la novia. Una vez restablecido el orden tras la estratagema urdida por Octavio durante el tercer acto, la Mariscala entra en escena para hacer ver de su impropiedad al Barón y al mismo tiempo renuncia a su amor por Octavio para que pueda ser feliz con Sophie quien le acepta en un abrazo final acompañado de una eterna declaración de amor. 

«El caballero De la Rosa» en Salzburgo

   La dramaturgia [Thomas Rufin],la dirección de coreografías y movimientos dentro de la escenografía resulta magnífica, dando mucho movimiento a un proscenio que por sus capacidades técnicas tampoco puede hacer grandes alardes. Precisamente la escenografía, por parte de Piero Vinciguerra, es un collage de vestuario y objetos que no se focaliza del todo en un aspecto determinado de la historia, en un intento de dar mayor profundidad a la misma. Y aunque hay figuras bien resultas, no todo termina de funcionar. Pese a ello, tampoco desenfoca la vista de lo principal. Aunque se queda a medio camino entre un reflejo historicista algo kitsch y un punto más futurista, con esferas, transparencias y luces en los trajes; en momentos determinados, se podrían haber generado mayor juego de significados y miradas, como los grandes óvalos dorados. Tres grandes esferas instaladas en escena, que recuerdan casi a un Mozartkugel (dulce tradicional salzburgués), y que a lo largo del desarrollo de la obra se irán abriendo en diferentes estratos, mostrando en su interior capas más amargas y otras más dulces, como el famoso dulce austríaco. 

   La producción del Salzburger Landestheater no deja de ser sin lugar a dudas una notable forma de comenzar la temporada, nada menos que con una de las obras más exigentes del repertorio operístico, que han resulto de formidable manera, tanto el reparto como la orquesta. Una obra en su día inspirada en las Bodas de Fígaro y la Viena del XVIII pero que en la mente de unos versados Strauss y un von Hofmannsthal se convierte en un collage de imágenes, sonidos y atmósferas hasta el punto de lo imposible. Quizás es eso lo que hace excepcional a esta ópera, parafraseando a José Luis Téllez, una obra maestra del pastiche hasta el punto de lo genial.

Fotos: Anna-Maria Löffelberger

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