Por Carlos Sordo de la Rubiera
Hoy [15 de septiembre] se cumplen 20 años de la prematura e inesperada desaparición del director de orquesta israelí David Shallon, quien, de seguir en el mundo de los vivos, cumpliría dentro de justo un mes la venerable edad de 70 años. La ocasión, pues, resulta propicia para hacer un repaso a su trayectoria vital y musical. Una tarea para la cual hemos contado con la inestimable ayuda de Tabea Zimmermann, quien fuera su esposa desde 1987 hasta su muerte, así como con la de Miguel Guerra, trompa de la Sinfónica de RTVE, quien recibió sus sabios consejos en el arte de dirigir.
Nacido en Tel-Aviv en 1950, descubrió el mundo de la música de la mano de sus padres, un matrimonio con gran afición procedente de Polonia con quienes acudía a los conciertos de la Filarmónica de Israel. Sobre la edad de diez años comenzó sus estudios de violín, y a los catorce empezó a estudiar dirección con el célebre compositor y director de orquesta israelí Noam Sheriff. Su formación académica la concluyó en Viena, donde estudió durante dos años con Hans Swarowski (maestro de, entre otros, Claudio Abbado, Zubin Mehta, los hermanos Ádám e Iván Fischer, y los españoles Jesús López Cobos y Miguel Ángel Gómez Martínez), obteniendo su diploma en mayo de 1975 tras superar un examen en el que hubo de dirigir la segunda suite del Daphnis et Chloé de Ravel en la mítica sala Musikverein al frente de la Tonkünstler-Orchester. Paralelamente, trabajó como asistente de Leonard Bernstein, siendo este uno de los aspectos de su biografía que más a menudo se mencionan. Él mismo lo contaba así en una entrevista: «Cuando éste (Bernstein) tenía algún proyecto en Europa – normalmente conciertos o grabaciones para la televisión –, yo recibía una llamada telefónica preguntándome si estaba libre y si, en ese caso, podía acudir al encuentro del señor Bernstein, ya fuese en París, en Múnich o en la propia Viena, porque esas eran las tres orquestas con las que él trabajaba en aquel momento en Europa: la Orquesta Nacional de Francia en París, la Orquesta de la Radio de Baviera, y la Filarmónica de Viena”.
Aunque a lo largo de la segunda mitad de la década de 1970 cumplió con algunos compromisos importantes, tanto en su país natal como en Austria y Alemania [a este respecto, podemos mencionar un Fidelio en la Staatsoper de Viena y su primera vez, ya como director invitado, al mando de la Sinfónica de la Radio de Baviera, ambos en 1979], su primer gran éxito, a tenor de lo que aparece en numerosas reseñas biográficas y programas de mano, lo obtuvo en su debut al frente de la Sinfónica de Viena el 28 de marzo de 1980, con la Tercera de Mahler en los atriles. En noviembre de ese mismo año cruzó el Atlántico para debutar en los Estados Unidos dirigiendo a la Sinfónica de San Francisco, con un programa compuesto por el Concierto para violín nº 4 de Mozart, el Divertimento de El beso del hada de Stravinsky, y el Concierto para violín de Tchaikovsky, contando para ello con un solista de excepción, el también judío Isaac Stern.
Hasta su muerte, acaecida en Tokyo – donde se encontraba dirigiendo una serie de conciertos al mando de la Tokyo Metropolitan Symphony Orchestra, con la que ya había colaborado en varias ocasiones – debido a una grave crisis asmática, David Shallon pasó por el podio de algunas de las principales orquestas del mundo, como la Filarmónica de Nueva York, la Gewandhaus de Leipzig, las ya mencionadas Sinfónicas de San Francisco y Radio de Baviera, la Sinfónica de Londres o la Filarmónica de Berlín, a la que dirigió tres programas diferentes en 1986 y 1987. En Israel, dirigió, entre otras, a la Filarmónica, la Israel Chamber Orchestra [con la que realizó una gira por Estados Unidos en febrero de 1984] y la Sinfónica de Jerusalén, de la que fue principal director invitado y, a partir de 1992, director titular, cargo que también ejerció al frente de la Sinfónica de Düsseldorf (1987-1993) y la Filarmónica de Luxemburgo (1997-2000).
Entre las muchas formaciones a las que visitó a lo largo de sus veinticinco años en activo, podríamos citar, aparte de las ya mencionadas, a las Sinfónicas de Bamberg, Bournemouth, Cincinnati, Göteborg, Houston, Nueva Zelanda y Sydney; las Filarmónicas de Estocolmo, Helsinki, Londres, Montecarlo, Rotterdam, Santiago de Chile y Tokyo; las Nacionales de Bélgica, Francia, Lille y Lyon; la Staatskapelle y la Sinfonie-Orchester de Berlín [Durante los años en los que Alemania estuvo dividida, la Staatskapelle formó parte del Berlín oriental. Una vez caído el Muro y unificado el país, la formación fue invitada para actuar por primera vez en el Berliner Festwochen – un festival occidental – en 1991. El concierto, celebrado el 18 de septiembre, fue dirigido por David Shallon y constó del Concierto para piano en sol de Ravel (con Hélène Grimaud) y la Séptima sinfonía de Shostakovich. Por su parte, la Berliner Sinfonie-Orchester fue renombrada en 2006 como Konzerthausorchester Berlin], la Gürzenich de Colonia, la Orquesta del Nationaltheater de Mannheim – a la que le unía un especial afecto –, la Residentie Orkest de La Haya, la Royal Scottish National Orchestra, la Orchestra dell’Accademia Nazionale di Santa Cecilia de Roma, la Yomiuri Nippon de Tokyo, los Ensembles Modern y Resonanz, la Orquesta del Mozarteum de Salzburgo, la Deutsche Kammerphilharmonie, la Orchestre de Chambre de Lausanne y la Saint Paul Chamber Orchestra. Asimismo, podríamos mencionar sus múltiples compromisos al frente de diversas orquestas de radiodifusión, como la Radio-Symphonie-Orchester Berlin [Actualmente, Deutsches Symphonie-Orchester Berlin], la Rundfunk-Sinfonieorchester Berlin, la WDR de Colonia, la Hr-Sinfonieorchester de Frankfurt, la NDR de Hamburgo, la SWF de Baden-Baden y la Sinfónica de la Radio del Sarre en Alemania; la ORF-Symphonieorchester en Austria, las Orquestas de la RAI de Turín, Roma y Milán en Italia, la BBC Scottish en el Reino Unido, la Nacional danesa en Dinamarca o la Sinfónica de RTVE, con la que mantuvo una cordial y fructífera relación hasta el punto de ser nombrado principal director invitado para la temporada 1997-1998.
Otro aspecto digno de ser mencionado es su dedicación a las orquestas de jóvenes, como la Junge Deutsche Philharmonie, con la que grabó en 1996 un CD con El pájaro de fuego de Stravinsky y la Sinfonía nº 2 ‘Le Double’ de Dutilleux, o la Australian Youth Orchestra, a la que dirigió en una gira por el país oceánico en julio de 1990.
En España se presentó el 29 de noviembre de 1991 en el Teatro Monumental de Madrid al frente de la Sinfónica de RTVE, con un programa compuesto por las Sinfonías para instrumentos de viento de Stravinsky, el Concierto para dos pianos y percusión de Bartók [con el dúo Rentería-Matute y los percusionistas Javier Benet y Juan Pedro Ropero como solistas] y los Cuadros de una exposición de Mussorgsky/Ravel. Además de la de RTVE, fue invitado a dirigir las Sinfónicas de Galicia, Sevilla [a la que dirigió en tres programas], Tenerife y Valencia, así como la Real Filharmonía de Galicia. De igual modo, visitó nuestro país con «su» Sinfónica de Jerusalén en el transcurso de dos importantes giras por Europa en 1996 y 1998.
De su no muy extensa discografía, habríamos de destacar, además de la ya mencionada grabación con la Filarmónica Juvenil Alemana, los dos CDs que grabó para EMI junto a su esposa, la gran violista Tabea Zimmermann, con obras de Bartók, Hindemith, Schnittke y Kopytman, así como su registro de la Sinfonía nº 13 ‘Babi Yar’ [Los días 21 y 22 de mayo de 1997, David Shallon dirigió en el Henry Crown Hall de Jerusalén, el siguiente programa con la Sinfónica de dicha ciudad: Sinfonia da Requiem de Britten, Un superviviente de Varsovia de Schönberg, y la Sinfonía nº 13 “Babi Yar” de Shostakovich. El programa lo volvió a hacer en Luxemburgo y Bruselas, los días 2 y 3 de marzo de 2000, al frente de la Luxembourg Philharmonic] de Dmitri Shostakovich para el sello Koch al mando de la Düsseldorfer Symphoniker y el Städtischer Musikverein zu Düsseldorf, con la participación solista del bajo-barítono John Shirley-Quirk. Sus últimos registros fueron un CD con obras de Ernest Bloch, y otro con la música del ballet Cydalise et le chèvre-pied de Gabriel Pierné, ambos con la Filarmónica de Luxemburgo para el sello Timpani.
David Shallon consideraba la música sinfónica como una extensión de la de cámara, con la única diferencia de que la orquesta ofrece una mayor gama de colores que una formación camerística. En este sentido, Tabea Zimmermann nos cuenta que su difunto esposo – quien nunca dejó de practicar con su violín, e incluso viajaba con él – fue siempre un intérprete de música de cámara, lo cual quedaba reflejado en su faceta de director. No era, pues, un director-dictador a la antigua usanza, sino un director-músico de cámara. Por su parte, Miguel Guerra destaca, además de su rigor, su musicalidad y su creatividad, lo bien que entendía cuál era la actitud que debía poseer un director de orquesta en el siglo XXI – es decir: autoridad en el podio sin caer en el autoritarismo, unida al respeto y empatía hacia los músicos –. Actitud que, en palabras del propio maestro israelí, aprendió mientras ejercía como asistente de Leonard Bernstein: «Me hizo comprender que ser franco y abierto con los músicos ofrece resultados mucho más significativos que el terror que ejercen ciertos directores. Este puede, ciertamente, tener un efecto inmediato, pero tal efecto no durará, no se prolongará en el tiempo».
Trabajador infatigable, preparaba él mismo los materiales orquestales con indicaciones técnicas, para centrarse durante los ensayos en aspectos puramente musicales. Hijo de un padre políglota – que había sobrevivido a la barbarie hitleriana –, además de su hebreo natal hablaba un perfecto alemán, un muy buen inglés, y algo de francés e italiano. Gustaba de cultivar el repertorio sinfónico-coral siempre que tenía ocasión, y, en este sentido, durante su etapa en Düsseldorf aprovechó la presencia en la ciudad del Städtischer Musikverein, un coro amateur pero de gran calidad, para interpretar un amplio abanico de obras de este género: Misa en si menor de Bach, Gran Misa en do menor de Mozart, Novena de Beethoven, Condenación de Fausto, Lélio, Romeo y Julieta y Te Deum de Berlioz, Lobgesang y Sueño de una noche de verano de Mendelssohn, Missa Sacra y Nachtlied de Schumann, Quattro Pezzi Sacri y Réquiem de Verdi, Réquiem Alemán y Schicksalslied de Brahms, Sinfonía nº 3 de Mahler, Los planetas de Holst, Oedipus Rex y Sinfonía de Salmos de Stravinsky, Carmina Burana de Orff, Gloria de Poulenc, la ya referida Babi Yar de Shostakovich, War Requiem de Britten, y Chichester Psalms y Sinfonía nº 3 ‘Kaddish’ de Bernstein [De su etapa al frente de la Sinfónica de Düsseldorf, Tabea Zimmermann nos sugiere que mencionemos la gira que realizaron por Alemania del Este en mayo de 1989, meses antes de la caída del Muro. En compañía del coro Musikverein, actuaron en el Schauspielhaus (hoy Konzerthaus) de Berlín Este, el Kulturpalast de Dresde, y la Gewandhaus de Leipzig. El primero de los programas de la gira constaba de la Missa sacra de Schumann y la Sinfonía nº 2 “Lobgesang” de Mendelssohn, el segundo lo ocupaba íntegramente La condenación de Fausto. Dicha tournée por Alemania del Este fue muy especial para Shallon.]. Interesado por las nuevas salas de concierto – entre ellas, las españolas –, uno de sus alicientes a la hora de aceptar el puesto de director de la Filarmónica de Luxemburgo fue, en opinión de Zimmermann, la posibilidad de influir en el diseño de la nueva Philharmonie, inaugurada finalmente el 26 de junio de 2005, es decir, casi cinco años después de su fallecimiento.
Si echamos un vistazo a la lista de programas de concierto que dirigió [lista incompleta, que hemos elaborado a partir de consultas en hemerotecas digitales y páginas web de orquestas – algunas a través de Wayback Machine –, así como gracias a la inestimable ayuda que nos han brindado Barbara Geiser, vice-presidente de les Amis de l’Orchestre Philharmonique du Luxembourg, y la propia Tabea Zimmermann], podremos concluir que su repertorio era extremadamente vasto, y abarcaba desde el Barroco [que no frecuentó mucho, aunque dejó algunas interpretaciones de Bach, Händel, Vivaldi o Telemann] hasta la música contemporánea, pasando por el gran repertorio clásico-romántico [Haydn, Mozart, Beethoven, Schumann, Brahms, Tchaikovsky, Dvorák…] y los clásicos del siglo XX. Ante la pregunta, quizás obligada, de si tenía alguna obra o compositor favorito, Zimmermann piensa que no. Sentía una gran simpatía hacia la música de Bartók, Berlioz, Bernstein, Mahler, Stravinsky y Richard Strauss, pero no era exclusivo. Poseía un gran conocimiento de todo el repertorio, lo cual le permitía implicarse con la obra que dirigía en cada momento, convirtiéndola de algún modo en su favorita.
De Mahler, cuya música trabajó mientras asistía a Bernstein en sus grabaciones al frente de la Filarmónica de Viena, dirigió el corpus sinfónico completo – aunque no nos consta que llegase a interpretar la monumental Octava o alguna de las reconstrucciones de la Décima, de la que sí dirigió el Adagio inicial –, el Das Lied, los ciclos de canciones Lieder eines fahrenden Gesellen, Kindertotenlieder y Rückertlieder, y el movimiento sinfónico Blumine. Más allá de la frialdad de los datos, su viuda nos confirma que, en efecto, la obra del compositor bohemio fue muy especial para él, por varias razones. Piensa que Shallon estaba interesado en el ‘gran instrumento sinfónico’ que Mahler emplea, así como en el contenido emocional de su música, su vertiente judía y su simbolismo. Añade, además, que el maestro israelí – quien se sentía ‘como pez en el agua’ con este repertorio - pensaba que podía mostrar sus mejores cualidades ante orquestas y públicos con la música de Mahler, y que, a menudo, cuando recibía alguna invitación para dirigir una orquesta por primera vez, proponía Mahler. No en balde, sus primeros conciertos como director titular fueron siempre con obras de este genial autor, en concreto con la Tercera [en Düsseldorf y Luxemburgo] y la Quinta [en Jerusalén].
De Stravinsky y Bartók, compositores que, al igual que Mahler, le acompañaron durante toda su vida artística, hemos de destacar los ciclos de conciertos que dirigió en Luxemburgo con la Filarmónica en 1999 y 2000, respectivamente. Dichos ciclos consistieron en tres conciertos monográficos – uno de ellos de cámara – que se extendían a lo largo de dos semanas. El objetivo, expresado por el propio Shallon en una entrevista, era ofrecer una visión general de estos compositores tanto a la orquesta como al público, combinando algunas de sus piezas más conocidas con otras que lo fuesen menos. Así, en el ‘Festival Stravinsky’, celebrado en enero de 1999, programó no solo su celebérrima Consagración – de la que, dicho sea de paso, existe un interesante testimonio en vídeo con la Sinfónica de RTVE –, sino también obras menos frecuentes, pertenecientes a diferentes épocas y estilos, como su temprano Scherzo fantastique – que, según el maestro, es prácticamente música francesa –, o los Requiem Canticles, pertenecientes a su etapa dodecafónica. Al año siguiente, en el ‘Homenaje a Béla Bartók’, programó, entre otras, las Cuatro piezas para orquesta, la Suite de El mandarín maravilloso, sus Segundos conciertos para violín y piano, y la Música para cuerdas, percusión y celesta, dejando fuera algunas obras que, no obstante, formaban parte de su repertorio, como el Concierto para orquesta – que había dirigido en Barcelona al frente de la Sinfónica de la ciudad condal en enero de 1997 –, el Concierto para viola – que dirigió en el Teatro Real de Madrid el 8 de mayo de 1998, con la Sinfónica de RTVE y Tabea Zimmermann – o la Suite de danzas.
Richard Strauss – probablemente el más fantástico orquestador, y también el mejor profesor de práctica orquestal para cualquier orquesta, a decir de Zimmermann – fue también una presencia constante a lo largo de su trayectoria. Amaba la música del muniqués, y la interpretó con asiduidad. En concreto, dirigió la práctica totalidad de sus poemas sinfónicos, sus Metamorphosen, sus conciertos para trompa y oboe, sus Cuatro últimos Lieder y sus óperas Der Rosenkavalier y Salomé. Entre septiembre y diciembre de 1999, coincidiendo con el 50 aniversario de la muerte del compositor, programó en Luxemburgo una suerte de ‘Ciclo Strauss’ en el que sus Sinfonía Alpina, Don Quijote y Así habló Zarathustra, se alternaban con obras más tempranas del repertorio austro-germánico, como el Concierto para piano de Schumann, la obertura de Euryanthe de Webern, la Sinfonía nº 35 “Haffner” de Mozart, y el Concierto para piano nº 1 de Brahms.
De Berlioz dirigió, además de las obras sinfónico-corales antes referidas, la Sinfonía Fantástica – de la que, nuevamente, existe un notable testimonio videográfico a cargo de la Sinfónica de RTVE –, el Réquiem, las oberturas de El corsario, Benvenuto Cellini, Carnaval romano y Béatrice et Bénédicte, y, como no podía ser menos, Harold en Italia, la impresionante ‘Sinfonía en cuatro partes con viola principal’ de la que su propia esposa era – y sigue siendo – intérprete destacadísima. En nuestro país, el matrimonio interpretó la pieza del compositor francés en su presentación con la Sinfónica de Sevilla (abril de 1994), y también con la Sinfónica de Jerusalén en febrero de 1996.
Dentro de los clásicos de la primera mitad del siglo XX, habría que mencionar también a Debussy y Ravel. Del primero, dirigió con cierta frecuencia La mer – lamentamos no contar con ningún audio al respecto, pues intuimos que la obra debió dársele especialmente bien –, así como el Preludio a la siesta de un fauno e Iberia. Del de Ciboure, dirigió las dos Suites del Daphnis et Chloe, los dos conciertos para piano y orquesta, La Valse, Le tombeau de Couperin, Shéhérazade, y tres piezas de inspiración española: Rapsodie Espagnole, Alborada del Gracioso y el célebre Bolero. Asimismo, y tratándose este de un artículo publicado en una revista española, debemos hacer especial mención al amor que David Shallon sentía hacia la música de Manuel de Falla, del que dirigió El retablo de Maese Pedro [dos veces en Israel], las dos Suites de El Sombrero de Tres Picos [durante su gira con la Joven Orquesta de Australia], Psyché, el Interludio y Danza de La vida breve, y las Siete canciones populares españolas.
De Leonard Bernstein, quizá la mayor influencia musical de toda su vida, dirigió sus tres sinfonías, las Danzas Sinfónicas de West Side Story, las Meditaciones, los Chichester Psalms, las Tres Danzas de On the Town, la obertura de Candide y la Serenade after Plato’s Symposium. Para octubre de 2000, dejó programado en Luxemburgo un ciclo de conciertos monográficos con motivo del décimo aniversario del fallecimiento del de Lawrence, similar a los ciclos que ya había dedicado a Stravinsky y Bartók, pero se le adelantó su propia muerte.
Su interés hacia la música contemporánea merecería, sin duda, un capítulo aparte, que esperamos poder ofrecer en ocasiones futuras. Nos limitaremos, pues, a señalar algunos de los nombres más destacados aparte del propio Bernstein. Así, de Olivier Messiaen, dirigió Les offrandes oubliées, Un sourire y Chronochromie, llegando a programar la oceánica Sinfonía Turangalila para la temporada 2000-2001. De Witold Lutoslawski, dirigió el Concierto para orquesta, Mi-Parti [que estrenó en España al frente de la Sinfónica de RTVE el 22 de octubre de 1998, en una de sus últimas apariciones en nuestro país] y el Concierto para oboe, arpa y orquesta de cuerda. De Henri Dutilleux, dirigió Métaboles en numerosas ocasiones, así como el concierto para violonchelo Tout un monde lointain…, Timbres, espace, mouvement, y la Sinfonía nº 2 “Le Double”, que llevó al disco con la Junge Deutsche Philharmonie. De Luigi Nono, estrenó en Alemania [concretamente en la Alte Oper de Frankfurt] su obra Prometeo. Tragedia dell’ascolto, al mando del Ensemble Modern. De Luciano Berio, interpretó las Quattro versioni originali della “Ritirata notturna di Madrid”, así como su Sinfonía para ocho voces amplificadas y gran orquesta. De Henze, dirigió el estreno mundial de su ópera The English Cat [en Frankfurt], así como el de los Englische Liebeslieder [en Colonia], obra esta última que también ejecutó al frente de la Filarmónica de Berlín. Además, interpretó su Aria de la Folía española, Ode an der Westwind para violonchelo y orquesta, y su Sinfonía nº 7. Y de Krzysztof Penderecki hizo lo propio con sus obras Utrenja y Concierto para violonchelo nº 2.
Pero nuestro artículo quedaría sin duda incompleto si no mencionásemos su especial dedicación hacia los compositores israelíes, como su maestro Noam Sheriff [del que estrenó su obra La Folía al frente de la Sinfónica de la Radio de Baviera], Mark Kopytman [del que registró Cantus V para viola y orquesta, con su esposa como solista], Josef Tal, Moshe Gassner, Ödön Pártos, Sergiu Natra, Avishai Yaar, Shulamit Ran, Ben-Zion Orgad, Khaled Jubran, Menachem Avidom, Menachem Wiesenberg, Oded Zehavi, Gil Shohat, Betty Olivero, Yinam Leef o Shlomo Gronich. De los dos últimos estrenó, respectivamente, Vision of Stone City y Flute 3000, encargadas por la Sinfónica de Jerusalén para conmemorar el 3000 aniversario de la fundación de la ciudad en 1996. Ambas obras fueron llevadas en gira por Europa, interpretándose también la segunda en los Estados Unidos a lo largo de la gira que orquesta y director realizaron en marzo de 1999.
De acuerdo con Miguel Guerra, hacia el final de su carrera David Shallon pensaba que su repertorio ‘canónico’ era ya suficiente, por lo que, en este sentido, solía añadir una o dos obras más cada año, pues prefería centrarse en incorporar piezas actuales.
Sirva este artículo como homenaje y recuerdo a un gran director de orquesta.
Compartir