Antes de comenzar el concierto se anunció la indisposición de la soprano Anne Schanewilms, que conllevó el cambio de orden de las obras a interpretar, comenzándose por la 7ª Sinfonía de Anton Bruckner. Una obra, la que más éxito obtuvo en vida del compositor y muy presente en el mundo del cine, especialmente en la magnífica Senso de Luchino Visconti, que por sus dimensiones, exige lo máximo a cualquier orquesta y deja en evidencia sus carencias. Así sucedió en esta ocasión, ya que la Orquesta Nacional mostró una cuerda solvente, empastada y de sonido compacto y terso, así como unas maderas precisas y ajustadas. Sin embargo, los metales resultaron estridentes e incapaces de empastar con la cuerda, especialmente en un primer movimiento un tanto decepcionante.
El talento del joven director alemán David Afkham es indudable, pero a los acordes iniciales les faltaron misterio, así como fuerza y clímax al grandioso y wagnerianísimo crescendo final de dicho primer movimiento. La interpretación fue de menos a más, y en el segundo, monumental adagio, homenaje por parte del autor a su venerado Richard Wagner en forma de oda fúnebre, Afkham logró unas buenas dimámicas y una clara exposición de los temas, muy bien "cantados" por la orquesta, que sonó más equilibrada a pesar de algún deliz de las tubas, si bien faltó emoción y una mayor carga espiritual. Afkham, con un gesto largo y ampuloso en su mano derecha debido al limitado uso de la izquierda, logró en el tercer y cuarto movimientos un sonido cada vez más empastado, equilibrado y redondo con estupendos y sedosos pianissimi en las cuerdas y un estupendo sentido de la construcción, pero con unas transiciones un tanto bruscas y un final, eficaz y brillante, que resaltó mucho más el tono triunfante de esta parte conclusiva, que su hondura y emotividad.
Compartimos la opinión mayoritaria entre los aficionados en que sería un buen titular para la ONE, pero su Séptima de Bruckner, aunque fue una interpretación apreciable y logró un buen trabajo con la orquesta, estuvo lejos de dejar huella; de momento, porque sólo tiene 30 años y tiempo por delante para lograrlo.
La soprano alemana Anne Schwanewilms es la única representante actual de la gran escuela centroeuropeaa de las Schwarkopf, Reining, Janowitz.... En Madrid hemos podido disfrutar de su arte en el Teatro Real como Ariadne y Mariscala (Der Rosenkavalier) y en un magnífico recital en el ciclo de lied del Teatro de La Zarzuela. Desafortunadamente, en esta ocasión y debido a la anunciada indisposición, no pudo mostrarnos todo su arte en las sublimes cuatro últimos lieder de Strauss, que le van como anillo al dedo. Muy mermada, aún pudo escanciar, siquiera esbozar, su indiscutible clase y afinidad con este repertorio en las tres únicas canciones que interpretó (cortó el tercer lied "Beim Schlafengehen"-"Al irse a dormir"), irreprochablemente acompañada por Afkham y la ONE que expusieron todo el colorido straussiano, intensidad postromántica y tono decadente, de fin de toda una época, que atesoran estas piezas.
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