Crítica de Raúl Chamorro Mena del concierto de la Orquesta Nacional de España con la violinista Leticia Moreno como solista bajo la dirección de David Afkham
Un estreno con destacada defensora
Por Raúl Chamorro Mena
Madrid, 18-III-2023, Auditorio Nacional. Temporada Coro y Orquesta Nacionales de España. Concierto para violín - The door in the wall (Benet Casablancas). Leticia Moreno, violín. Sinfonía núm. 6, WAB 106 (Anton Bruckner). Orquesta Nacional de España. Director: David Afkham.
El capítulo 14 de la temporada de la Orquesta Nacional de España contenía un acontecimiento especial, un estreno absoluto, algo que siempre se afronta con una actitud distinta, singular, pues se acude a escuchar música totalmente nueva, con la expectación que ello conlleva.
El compositor, musicólogo y pedagogo Benet Casablancas (Sabadell, 1956), uno de los músicos españoles más consolidados y de reputación más sólida, presentaba su primer concierto para violín y orquesta sinfónica, producto de un encargo de la Orquesta Nacional de España y el CNDM. Acompaña a la obra el subtítulo «The door in the wall» en alusión al relato de H.G. Wells, publicado en 1906, que se refiere a una puerta que conduce a una especia de jardín encantado donde reina la felicidad y el bienestar. La obra mantiene una estructura totalmente tradicional en las obras concertantes para violín, es decir, tres movimientos, rápido, lento, rápido, a los que se suman una introducción y un epílogo. El violín asume una escritura muy exigente y una presencia constante, sin descanso, además de enfrentarse a una orquesta muy copiosa, con sonoridades plenas, variadas modulaciones, contrastes rítmicos y abundantes clímax. La obra incluye en el Finale un pasaje «como una canción infantil ucraniana» a modo de pequeño homenaje las víctimas inocentes de la Guerra de Ucrania.
La obra tiene como dedicataria y, desde luego, apropiada destinataria de tan complicada escritura musical y expresiva, a la violinista Leticia Moreno en plena madurez artística y vital. Efectivamente, la artista madrileña después de más de dos décadas de magnífica carrera, con especial atención a la creación contemporánea, demostró encontrarse en pleno dominio de sus cualidades artísticas en cuanto a calidad de sonido, técnica, expresividad y capacidad virtuosística, imprescindible todo ello para afrontar de manera satisfactoria obra tan exigente a ella dedicada. Por supuesto que, con el tiempo, la Moreno se irá haciendo con la total posesión de la obra, que fue interpretada, lógicamente, con apoyo de la partitura. Resultó curioso como la violinista iba arrojando las hojas de la partitura según avanzaba su interpretación, plena de concentración y entrega. El aquilatado sonido, de respetable caudal, que obtiene Leticia Moreno de su violín Gagliano de 1762 pudo salir triunfante de la exuberante y densa orquestación. Asimismo, su solidísima técnica le permitió superar los pasajes virtuosísticos, con abundantes pasajes en pizzicato e incluida una cadencia corta en el segundo movimiento. También brilló su afinación pluscuamperfecta y el fraseo, pleno de expresividad y apoyado en una gran autoridad musical y asentado carácter. Una gran violinista, pero, sobre todo, un gran músico. Por tanto, aunque el autor haya expresado «la obra deberá defenderse ella sola…», yo añado, no sola, Leticia Moreno la ha defendido estupendamente.
No se puede negar la solvencia del acompañamiento de Afkham, pero eché de menos un mejor balance sonoro y una mayor complicidad con la solista.
La Sexta sinfonía es una de las menos interpretadas del colosal corpus sinfónico de Anton Bruckner. También de las más cortas de duración y, además, no sufrió, prácticamente, revisiones, como la mayoría de sus hermanas. Afkham y la Orquesta Nacional ofrecieron una interpretación solvente, compacta, equilibrada y con el apropiado vigor orquestal, en la que destacó el hermosísimo Adagio, muy bien delineado. Algunas transiciones un punto bruscas, un scherzo al que le faltó brío y tensión y un Finale un punto decaído certificaron una interpretación, es preciso insistir, irreprochable, fruto de la buena técnica de Afkham, de buen acabado, con tempi coherentes y buen sonido orquestal, pero a la que faltaron mayores dosis de inspiración, impronta dramática y contrastes.
Fotos: OCNE
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