«Realmente impresionante»
Por Pedro J. Lapeña Rey
Madrid. Auditorio Nacional. 1-II-2019. Temporada de abono de la Orquesta y Coro Nacionales de España (OCNE). Director musical: David Afkham. Sinfonía n° 6 en la menor de Gustav Mahler.
Este fin de semana, hemos llegado al ecuador de la temporada de la Orquesta y Coro Nacionales de España, con uno de los platos fuertes. La Sexta sinfonía de Gustav Mahler. Aunque a priori es la más «ortodoxa» del compositor bohemio –es la única en que siguió los parámetros de la forma sonata, respetando los cuatro movimientos tradicionales–, es probablemente de las más difíciles de tocar. En ella surgen muchos mundos, y cada uno de ellos, con una complejidad superior al anterior. En ella conviven el amor y la obsesión, la belleza y el miedo, temas obsesivos –como el de la apertura de la sinfonía, de un clima obstinado en forma de marcha marcada por violonchelos y contrabajos, y que el músico retomará no solo en el Allegro conclusivo sino también en sus dos siguientes sinfonías– con otros de una belleza arrebatadora –como el famoso «tema de Alma» o los tres del Andante moderato, sobre todo esa tercera sección dramática con escalas de arpa, melodías de clarinete y repiques de campanas qué termina entre dosis de patetismo y pavor por un futuro desconocido que a la vista de lo que Mahler nos propone, no debe ser demasiado halagüeño–. Es evidentemente una obra que no se puede dejar tocar sin más. Es una bicoca para directores con personalidad, de los que quieren llevarte a su «huerto».
David Afkham, director principal de la orquesta desde hace varias temporadas, tiene como es lógico seguidores fieles y críticos tenaces. Muchas son sus virtudes, y a tenor de los resultados, es evidente que la orquesta sintoniza con él. Sin embargo, lo que le suelen achacar sus críticos es que el precio que hay que pagar por su apuesta por la claridad, el orden, el equilibrio y el que todo esté en su sitio, puede ser muy alto en términos de pérdidas de tensión y de expresividad. En concreto y refiriéndonos a obras de Gustav Mahler, algo de esto es lo que vivimos en el arranque de la temporada pasada con su versión de la Quinta sinfonía.
Pero algo ha cambiado en este tiempo porque al menos en los movimientos primero –Allegro energico– y tercero –Scherzo ya que el Sr. Afhkam eligió la disposición tradicional de movimientos (Andante-Scherzo)– pareció que el director alemán se transfiguró por momentos.
El portentoso tema inicial, pórtico de toda la obra, fue significativo. El Sr. Afhkam marcó un ritmo rápido, obsesivo y acerado desde los primeros compases de la marcha con la que empieza el Allegro energico, ma non troppo, que los violonchelos no se cansaron de recalcar. El tono violento, casi expresionista, continuó con la trompeta doblando el tema que termina con los golpes de timbal del destino. A continuación la cuerda fraseó con gran brillantez pero sin relajarse, cargando las tintas. Así las cosas casi agradecimos el relajo momentáneo con que entramos en el «tema de Alma», con unos violines que trajeron el primer momento de calidez, que se prolongó junto al resto de las cuerdas, en la transición al tema central.Maderas y metales, tocando con una seguridad y una calidez encomiable el tema que acompaña la pastoral de los cencerros, anticiparon una noche excelente de la orquesta.
Sin embargo, este breve relax fue solo pequeño alto en el camino. El Sr. Afhkam, con un gesto algo más duro de lo que en él es habitual, edificó un clímax posterior marca de la casa, de una vehemencia ácida que ya no nos abandonó hasta el final del movimiento. La orquesta respondió con solvencia extrema las exigencias del Sr. Afhkam, perfilando frases de gran mérito.
En el Andante moderato posterior el Sr. Afhkam bajó el nivel de tensión. Las cuerdas «cantaron» con gran belleza, y el empaste entre éstas, vientos y el trompa solista, en el tema inicial que cita al Oft Denk' ich, sie sind nur ausgegangen! de los Kindertotenlieder fue sublime. En el segundo seguimos en la misma tónica, y tanto Selma García Ramos como Valentina Casades en las arpas, junto al concertino invitado Miguel Colom le dieron al tercer tema misterio y drama.
En el Scherzo volvimos a los sonidos acerados de las cuerdas y a los ritmos precisos. Aun manteniendo el equilibrio en los juegos entre secciones (excelentes los de las cuerdas y los xilófonos), de nuevo un Sr. Afhkam transfigurado hizo una lectura casi expresionista, en busca de unos efectos sonoros impactantes que sacaron a la luz toda la acritud que rezuma este movimiento.
Se tomó su tiempo el director alemán antes de entrar en el Finale. No sé si fue una premonición, pero ya no fue lo mismo que en los movimientos impares. Hubo mucho más equilibrio en las visitas al tema del destino y en los clímax de la primera parte del movimiento. La tensión ya no se cortaba con un cuchillo. Aun así, la orquesta tuvo grandes momentos con un fraseo de primera. Los dos golpes de martillo, y los clímax seguidos de crecendos de cuerdas y arpas arpegiadas que terminan con el timbal tocando el tema del destino estuvieron bien perfilados aunque «no dolieron». Tras los dos últimos clímax que concluyen con la celesta, nos embarcamos en la transición hasta el violento acorde final, con el timbal dando por última vez los golpes del destino. Lamentablemente, parte del público no nos dejó asimilar esa crudeza, empezando a aplaudir instantes después de que el sonido se difuminara.
La transfiguración del Sr. Afhkam nos permitió atisbar el Mahler más trágico y desalentado, el que a pesar del momento de felicidad que vive, prevé todo lo malo que le va a llegar en breve –la muerte de su hija Maria, su salida de la Opera de Viena o el diagnóstico de la endocarditis que acabará con él– y si en el Finale hubiera continuado con su apuesta inicial, hablaríamos de una versión memorable. Aun así, fue muy apreciableel salto de calidad. Todo ello no habría sido posible si la orquesta no hubiera estado a uno de los mejores niveles que la recuerdo. Realmente impresionante.
Foto: Rafa Martín
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