Por Raúl Chamorro Mena
Madrid, 3-XI-2017, Auditorio Nacional. Ciclo Orquesta y Coro nacionales de España. Ibéria de Images pour orchestre (Claude Debussy); Concierto para violín en re menor (Igor Stravinsky); Rapsodie espagnole (Maurice Ravel); El pajaro de fuego –suite de 1919 (Igor Stravinsky). Vilde Frang, violín. Orquesta Nacional de España. Director: David Afkham.
Atractivo y variado concierto de la Orquesta Nacional en el que confluían dos de las vanguardias musicales del siglo XX, por una parte la francesa en su vertiente de influencia española y la rusa encarnada por Igor Stravinsky, uno de los compositores fundamentales del pasado siglo. En cierto modo y a pesar del carácter español de dos de las piezas, este mundo de tímbricas y sonoridades orquestales de las obras interpretadas se podía considerar un reto para una orquesta y su director principal, David Afkham, más bien habituados al repertorio romántico, especialmente el germánico.
En defintiva, resultaron preferibles las interpretaciones de las dos piezas de Stravinsky. Especialmente y en primer lugar, el originalísimo concierto para violín pertenenciente a la etapa llamada “neoclásica” del músico ruso y que contiene referencias a Johann Sebastian Bach, empezando por el título de los cuatro movimientos. Toccata, Aria I, Aria II y Capriccio. Una obra peculiar, de impronta camerística, nada fácil y de indudable sugestión estrenada por Samuel Dushkin. Magnífica la interpretación de la noruega Vilde Frang, otra representante de la inagotable cantera de “princesas del violín” que llevan surgiendo las últimas décadas y forman parte importante de la edad de oro que vive este instrumento. Con una seductora combinación de frescura juvenil, naturalidad y descollante factura musical y un sonido no especialmente voluminososo, pero sí limpio, pulidísimo, equilibrado y de perfecta afinación, acometió con gran dominio técnico las intrincadas dificultades que encierra la pieza, todo ello con un acompañamiento brioso, de vertiginoso sentido rítmico, por parte de Afkham y la Orquesta Nacional. Los abundantes diálogos del violín con diferentes instrumentos de la orquesta, -maderas, violonchelo e incluso el propio violín concertino- fueron impecablemente desgranados por Frang en perfecta complicidad con los músicos de la orquesta. A destacar el tercer movimiento (Aria II) en que la noruega mostró un gran concepto del fraseo, musicalidad, lirismo y expresividad contenida, sin aspavientos ni vacuos gestos, pero logrando una gran intensidad musical y expresiva amparada por una indudable personalidad.
Enmarcaron el concierto para violín de Stravinsky dos obras que recogen esa influencia de España en la música francesa que hunde sus raíces en el siglo XIX y continuó en el XX. En primer lugar y como pieza que abrió el concierto, Ibéria, la parte dedicada a España de su tríptico orquestal Images pour Orchestre. Ese folklore hispano imaginario fue interpretado por Afkham y la Orquesta Nacional de manera solvente, con una adecuada exposición de las tímbricas y sonoridades orquestales, pero faltó paleta de colores, además de atmósferas, ya fueran de sensualidad, misterio o esa magia de la noche. El mejor fue el tercer capítulo Le matin d’un jour de fête resuelto con gran brillantez sin caer en excesos. Algo parecido ocurrió en la Rapsodie espagnole de Ravel con la que comenzó la segunda parte, en la que se echaron de menos una mayor transparencia y texturas más diáfanas, aunque la pieza culminó notablemente con la resplandeciente Feria, en la que hubo ímpetu, efervescencia rítimica y la adecuada exuberancia sonora. El concierto terminó de forma incandescente con la suite de 1919 de El pájaro de fuego de Stravinsky, que fluyó de forma contrastada, plena de pulso, nervio y tensión. Este programa -con el único cambio de Noches en los jardines de España de Manuel de Falla en lugar del concierto para violín de Stravinsky- será el que interprete la Orquesta Nacional de España en su gira de las próximas semanas para la que, el que suscribe le desea el mayor de los éxitos.
Foto: Rafa Martín
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