
Crítica de Raúl Chamorro Mena de los dos conciertos ofrecidos por la Staatskapelle Dresden en Madrid, dentro del ciclo de Ibermúsica, bajo la dirección de Daniele Gatti
Pulimiento sin aristas
Por Raúl Chamorro Mena
Madrid, 21 y 22-IV-2025, Auditorio Nacional. Ciclo Ibermúsica. 21-IV-25: Robert Schumann: Sinfonía núm 1. Op. 38 “Primavera”. Sinfonía núm 3. Op. 97 “Renana”. 22-IV-2025: Robert Schumann: Sinfonía núm. 2, Op. 61. Sinfonía núm. 4, Op. 120. Sächsische Staatskapelle Dresden. Director: Daniele Gatti.
Retornaba al ciclo Ibermúsica, después de su última comparecencia en 2017 con su entonces titular Christian Thielemann, la magnífica Staatskapelle Dresden, una de las orquestas más antiguas y con más solera del orbe.
La agrupación, fundada en el siglo XVI, comparecía con su actual titular, el italiano Daniele Gatti, para ofrecer la integral de las sinfonías de Robert Schumann en un doble concierto. El ineludible modelo beethoveniano está, por supuesto, muy presente en estas piezas, pero el músico de Zwickau impone su personalidad, con elementos originales, como esos 5 movimientos en que está estructurada la Tercera sinfonía, y un espíritu plena e intensamente romántico.
A causa del fallecimiento del Papa Francisco, al comienzo del concierto del día 21 se interpretó en su memoria -con unción y recogimiento- el aria de la Suite número 3 de Johann Sebastian Bach, que dio paso a un respetuoso minuto de silencio.
Lo primero que debo subrayar es que no encontré ese sonido espléndido, peculiar, propio de la excelsa Staatskapelle Dresden y que tantas veces me había cautivado en la Semperoper de la ciudad sajona en inolvidables funciones de Elektra, El Holandés errante, Arabella, Mathis der Maler, Valquiria y Lohengrin. La orquesta sonó como desempastada, con una cuerda falta de empaque y cuerpo, especialmente débil la grave.
Se apreció todo ello en la traducción de la Sinfonía número 1, “Primavera”, en la que no se escuchó especial luminosidad, con una batuta elegante, de gesto fino, sin excesos, pero que ni articuló con transparencia, ni perfiló con limpieza las transiciones. Falta de contrastes y voltaje, quedó una sinfonía bien tocada, con un correcto acabado bajo la égida de una batuta competente, de buena técnica, pero más bien plana y desangelada que arrancó aplausos tibios del público. A pesar de buenas prestaciones de las maderas y trompas, es preciso insistir en la debilidad de la cuerda y la ausencia de colores.
Mucho mejor las cosas en la segunda parte con la Sinfonía renana, pues la música fluyó con mayor pulso, soltura y ligazón, se apreciaron interesantes contrastes dinámicos, además de mayor intensidad romántica en el hermoso tema principal del primer movimiento. El landler atesoró cierto ímpetu rítmico y las maderas se lucieron en el tercer capítulo. Gatti construyó apropiadamente y con serena belleza el solemne cuarto, en el que la orquesta dibujó con filigranas y sutilezas la fina construcción contrapuntística. La orquesta se acercó más a sus excelencias, pero me siguió pareciendo falta de cuerpo la cuerda.
El día siguiente, 22 de abril, el concierto alcanzó mayor temperatura y el sonido de la Staatskapelle Dresden resultó mucho más reconocible y asociable a su gloriosa tradición.
En la espléndida Segunda sinfonía, Gatti logró sumar pulso y arrebato a la bien delineada construcción del primer movimiento –estupenda introducción a cargo de los metales-, en el que la cuerda sonó con mayor presencia y mordiente que el día anterior. Faltó algo de transparencia a una exposición siempre elegante y sobria. Animado resultó el scherzo con una cuerda, insisto, mucho más presente que el día 21, aunque faltó un mayor contraste con los tríos. Espléndidas las maderas. Hermosa cantabilità la del sublime tercer capítulo, con notable prestación del oboe y una batuta que perfiló bien el desarrollo contrapuntístico de la parte, construyó con refinamiento y dotó de vuelo a la inspirada melodía. La orquesta desgranó quilates de su exquisito y legendario joyero.
La brillantez y luminosidad del cuarto movimiento presidieron también la versión de la Cuarta sinfonía, muy bien tocada por la orquesta, de impecables equilibrio y acabado, así como sobria vivacidad, si bien faltaron aristas y mayor cota expresiva.
Fotos: Jörg Simanowski