Por Albert Ferrer Flamarich
Sabadell. 25-X-2017. Teatro de la Farándula. Mozart: Così fan tutte Núria Vilà (Fiordiligi), Anna Tobella (Dorabella), Joan Francesc Folqué (Ferrando), Carles Pachón (Guglielmo), Enric Martínez-Castignani (Don Alfonso), Elisa Vélez (Despina). Cor AAOS. OSV. Daniel M. Gil de Tejada, director musical. Pau Monterde, director de escena. 26-X-2017. Milica Jovicic (Fiordiligi), Mar Esteve (Dorabella), César Cortés (Ferrando), Joan Miquel Muñoz (Guglielmo), Guillem Batllori (Don Alfonso), Alba Fernández (Despina). Cor AAOS. OSV. Daniel M. Gil de Tejada, director musical. Pau Monterde, director de escena.
La veteranía de la Asociación de Amigos de la Ópera de Sabadell (AAOS) y el considerable número de producciones propias validan la reposición de montajes válidos como el de Così fan tutte mozartiano, con el cual la entidad sabadellense ha abierto la presente temporada. Unas funciones que, este año, en la ciudad, empezarán a las ocho de la noche. Y un título, por cierto, ya representado en la primavera del año 2010 que supone una garantía para el circuito Ópera en Cataluña. En este sentido, Pau Monterde sabe enriquecer las propuestas desde la dirección escénica y mejorar los espacios, respaldado por Elisabet Castells. La habilidad para jugar con una escenografía única, sometida a puntuales cambios de módulos (un ventanal para los interiores y un majestuoso zarzal colgado como jardín), ofreció el punto de variabilidad necesario y económicamente sostenible para un decorado sencillo, predominantemente blanco, pulcro y contrastado por un fondo azul. La disposición de las luces de Nani Valls redondeó la ambientación como también lo hizo el vestuario tradicional.
Desde la vertiente del gesto sus directrices aunaron la acción y la psicología de los personajes de manera expeditiva y eficaz. No obstante, el estreno respiró una leve falta de dominio escénico por parte algunos protagonistas en una función que en el detalle y la individualidad satisfacía más que en el conjunto. En parte, debido una falta de vitalidad e interiorización de los personajes más propia de la madurez y el rodaje adquiridos desde la experiencia que desde el trabajo consciente de una producción concreta. Los exigentes finales de acto y algunos números de conjunto así lo corroboraban. Algo que, no obstante, con las siguientes funciones en Sabadell mejoró y que para el resto de representaciones de la gira por distintas poblaciones catalanas no supondrá un problema.
En este punto, las excepciones fueron Enric Martinez-Castignani con un Don Alfonso bien estudiado y vocalmente homogéneo, y Elisa Vélez con una Despina, no exenta de un punto aristocrático para una criada de extracción social baja pero, dinámica en escena y vocalmente resolutiva que, además, se ganó los aplausos con el aria inicial del acto II “Una donna a quindici anni”.
Una de las virtudes de Mirna Lacambra es saber repartir juego entre potenciales valores de la lírica y reconocer su progresión. La soprano Núria Vilà ha sabido reconducir la técnica vocal puliendo antiguos defectos de apoyo diafragmático y emisión. Su Fiordiligi, de volumen suficiente pero no caudaloso para el papel, mantuvo la ingenuidad y cierta firmeza del personaje pero no enfatizó lo suficiente en el conflicto emocional de sentirse erotizada. Algo transmitido en un canto pulido, sin golpes de glotis ni vibrato molesto, registro agudo sonoro, musicalmente cuidada y con recursos canoros loables pero demasiado centrada en encontrar la seguridad de estilo y superar las dificultades. Las bien cantadas arias “Come scoglio” y “Per pietà” traslucían esta negociación musical hacia el componente emocional, mientras que en los números de conjunto se la percibía acertadamente dominante sin excesos.
A su lado la Dorabella de Anna Tobella encajó con un timbre no muy diferenciado en los conjuntos y más personal en las arias, buen fraseo y dominio de la exigencia vocal. Al barítono Carles Pachón solo le falta ganar presencia escénica para redondear todas las herramientas y cualidades que demuestra en recitales y papeles como este Guglielmo. Cuando lo haga, será un barítono de referencia. Los reconocimientos en concursos de canto estatales, también apuntan en esta dirección. En un debut quizás prematuro pero con una voz para tener en cuenta, el Ferrando de Joan Francesc Folqué, ha de pulir el poderío de un instrumento con facilidades de fraseo y emisión en el centro, de timbre bonito y cálido pero aún no lo bastante homogéneo. Su irregularidad, desconcertante por donde apunta pero no ofensiva por donde no llega, se manifiestó en el aria ”Un aura amorosa” cuya intensidad y musicalidad en la exposición se diluía en la reexposición tras un excelente legato apianado.
Por último, con la ortodoxia que caracteriza a Daniel Martínez Gil de Tejada, la OSV firmaba uno de los estrenos con mejor rendimiento de los últimos años: tempi moderados, claridad del discurso y un trabajo con matices de color, transparencia y articulación tan notables como los mostrados por las cuerdas en el trío “Soave sia il vento”.
El proyecto de la escuela de ópera
Desde 1991 los Amigos de la Ópera de Sabadell han demostrado su compromiso con las jóvenes voces gracias al proyecto “Escola d’òpera”. Ésta es una cita que pasa inadvertida en el organigrama musical y en la agenda de la cada vez más anémica y sensacionalista crítica musical del país, a pesar de ser una fuente inagotable de cantantes líricos. Un ejemplo: Joan Francesc Folqué y Carles Pachón del reparto profesional debutaban hace justo un año en el montaje de Don Giovanni de la Escola d’Òpera.
Por un lado, los medios vocales de Milica Jovicic (Fiordiligi) fueron los más resolutivos dado su timbre ligeramente oscuro, de cierta morbosidad y unas capacidades por la coloratura que, unida a su considerable volumen, versarán futuras interpretaciones belcantistas imponentes. Sólo se le puede reprochar que en el aria “Per pietà” le faltó intensidad en el sentimiento de añoranza y culpabilidad. Alba Fernández (Despina) fue otro de los descubrimientos de este año: considerable volumen para una lírico-ligera, homogeneidad de registro, fluidez en toda la extensión, vibrato depurado, elegante y ágil en escena y en el fraseo para una interpretación impecable, repleta de entusiasmo.
Mar Esteve (Dorabella) desprendía un talento escénico desbordante, intensísimo y muy prometedor -también en papeles trágicos- en una simbiosis magnifica con Jovicic. A pesar de las evidentes cualidades cantoras, escucharla generaba la duda de si técnicamente está bien dirigida: cierto engolamiento, un centro no siempre bastante sonoro y notas demasiado abiertas se revelaban como un camino no del todo acertado que está aprendiendo más que como una manera de no saber hacer -teniendo en cuenta su juventud-.
Por su parte, César Cortés (Ferrando), un lírico-ligero de impostación y fraseo bastante natural y voz hermosa, hacia tándem con un Joan Miquel Muñoz (Guglielmo) de timbre oscuro y de medios imponentes cuando la proyección era la adecuada. Cerró el círculo un no menos convincente Don Alfonso de Guillem Batllori que corroboraba la esforzada labor de los profesores en este curso. Cabe reconocer especialmente el dinamismo en el movimiento escénico y la intencionalidad dramatúrgica, así como la dicción de los recitativos en los seis cantantes.
Buena prestación del coro, la orquesta y el director Daniel Martínez Gil de Tejada en la segunda de las diversas funciones de una semana agotadora: por la exigencia y la duración de la obra, por las dos funciones de la escuela (la segunda el sábado), por las tres del reparto profesional y por los ensayos generales previos de ambos repartos.
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