Por Albert Ferrer Flamarich
Sabadell. 4/III/ 16. Granados: Selección de danzas españolas, Valses poéticos, Allegro de concierto y Escenas románticas. Daniel Ligorio, piano. Teatro Principal de Sabadell.
Lo reitero: el ciclo de cámara de Sabadell presenta propuestas de gran nivel no siempre correspondido en asistencia, entusiasmo y repercusión. Y el del viernes pasado fue un recital que juntamente con el del Trío Ludwig de febrero quedará como una de las grandes citas del calendario cultural sabadellense de este 2016. Porque, como en sus apariciones con el Trio Arriaga, Daniel Ligorio demostró ser un músico con una solida formación e intuición que hipnotiza y seduce al auditorio.
Me interesa porque siempre va directo y ofrece unas interpretaciones vibrantes y luminosas con un registro idiomático variado. Sus exhalaciones románticas no dejan lugar para el aburrimiento gracias a una mezcla de implicación, perfección y musicalidad. Es ágil en el cambio de ritmo, tiene una pulsación nítida e independencia de manos. Además el juego de pedal resulta enriquecedor, especialmente en un Granados que basa su sonoridad en unos pilares armónicos a partir de los cuales despliega la melodía.
Lo corroboró en un programa que conmemoraba el centenario de la muerte del compositor y pianista leridano Enrique Granados. Íntegramente tocado de memoria, fue de bueno a excelente en los Valses poéticos, el espectacular Allegro de concierto y las Escenas románticas y estableció un recorrido por los vínculos de Granados con la música popular, la de salón y la de alto virtuosismo en una lectura más próxima a la señorivola flexibilidad de Alicia de Larrocha, con tiempos amplios, que al rigor constructivo de Rosa Sabater.
Sólo un fraseo no siempre fluido restó el punto de catarsis a las Danzas españolas de la primera parte (Minueto p. 37 núm. 1, Danza oriental OP. 37 núm. 2, Rondalla aragonesa Op. 39 núm. 6 y Valenciana Op. 37 núm. 9) pero no precisión en el detalle. A destacar, en general, los encabalcamientos de manos, el ataque de dedos en unos trinados encadenados formidables y el ataque del antebrazo con que extraía una sonoridad potente, de gran fuerza al tiempo que matizado con un carácter ligero en un piano de media cola insuficiente. Un instrumento que no le permitió conseguir la orquestalidad idiosincrática de un intérprete que goza mostrándose proteico y convirtiendo la emoción en pasión.
Por este motivo era día de ovación, de ponerse en pie y ofrecer, como mínimo, diez minutos de aplausos. El público de Sabadell es frio. Al menos no lo bastante generoso. Y más con dos bises como la Fantasía-Impromptu de Chopin y la “Danza ritual del fuego fatuo” de El amor brujo de Falla, ligados a la escuela pianística de Granados y que enfatizaban sus credenciales como intérprete: desde la digitación ultraligera y (ligero abuso) del rubato al magnífico trabajo de dinámicas diferenciando con claridad los forte de los mezzoforte y con unos crescendi volcánicos.
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