Crítica de Por Pedro J. Lapeña Rey de los conciertos ofrecidos por el Cuarteto Zemlinsky y el Cuarteto Pavel Haas en el Festival Janacek de Brno
Dos grandes cuartetos en escenarios soberbios
Por Pedro J. Lapeña Rey
Brno. Villa Löw-Beer. 05-XI-2022. Cuarteto Zemlinsky. Cuarteto nº 1 "Sonata a Kreutzer" de Leoš Janáček. Cuarteto nº 2 "Quasi una fantasia" de Henrik Górecki. Cuarteto nº 3 en mi bemol menor, op. 30 de Piotr Ilich Tchaikovsky. Brno. Sala Reduta. 06-XI-2022. Cuarteto Pavel Haas. Cuarteto nº 2 en re menor de Bedřich Smetana. Cuarteto nº 2 en fa mayor de Sergei Prokofiev. Cuarteto de cuerda nº 2 "Cartas íntimas” de Leoš Janáček.
La música de cámara ocupa un papel importante en el festival, y para ejemplo los dos conciertos del fin de semana, con obras de compositores checos -Smetana y Janáček-, rusos -Tchaikovsky y Prokofiev- y un polaco -Henrik Górecki-, y en dos escenarios muy particulares: El salón principal de la Villa Löw-Beer y en la Sala Reduta, donde hace más de dos siglos Mozart dio varios conciertos.
Brno albergaba desde el S.XVIII una importante industria textil. Al calor de ésta, surge una amplia burguesía en muchos casos de origen judío, que va poblando las zonas más verdes en los alrededores del centro de la ciudad. Una de las villas sobresale por encima de todas, la Villa Tugendhat, construida entre 1928 y 1930 por Mies van der Rohe, y patrimonio de la humanidad de la Unesco desde hace varios años. Está situada en una colina con una vista espectacular de la ciudad. Pero su origen parte de unos cuantos metros más abajo, de la Villa Löw-Beer, con la que comparte el impresionante jardín. Alfred Löw-Beer fue un industrial judío, que regaló la parte superior de su parcela a su hija Greta, la esposa de Fritz Tugendhat. Mientras la villa de éstos es un ejemplo único del funcionalismo en la arquitectura europea de los años veinte, la del suegro es la típica casa art nouveau de principios de siglo con un enorme salón central y todas las habitaciones a su alrededor. A finales de los años 30, unos y otros huyeron a Sudamérica escapando de los nazis, y hoy en día forman parte del patrimonio del Museo de la Región de Brno. La Villa Löw-Beer da directamente al parque Lužánky, uno de los parques públicos más antiguos de Europa Central, donde estaba el Casino, sede de conferencias, exposiciones, conciertos y bailes. Janáček actuó allí en muchas ocasiones, y en su última etapa, cuando ya vivía junto a la Escuela de Órgano, era su lugar habitual de paseo.
Para el concierto del Cuarteto Zemlinsky, se habilitaron sillas en toda la sala, y en el corredor del primer piso, registrando un lleno prácticamente completo. A pesar del aspecto juvenil de sus miembros, el Zemlinsky es un cuarteto veterano con cerca de 30 años de carrera. Son lo que podemos llamar un cuarteto de raza, que priman la intensidad y la pasión de lo que hacen sobre los pequeños detalles. El primer cuarteto de Janacek fue un ejemplo claro de esto. Compuesto en la etapa final de su vida (1923) para el Cuarteto Bohemio de Praga, se inspiró en una lectura del cuento de Tolstoi, donde un hombre mata a su «supuesta» mujer infiel. Los Zemlinsky fueron desgranando con una mezcla de ironía y pasión los motivos del Adagio inicial y del sombrío Scherzo, para recrearse en el tema lento del tercer movimiento y en sus obsesivas repeticiones. En el cuarto movimiento, cuando la «sangre llega al río», su sincronización fue apabullante, consiguiendo una densidad casi orquestal asombrosa.
Continuó la velada con el Cuarteto nº 2 «Quasi una fantasia» del polaco Górecki. Compuesto en 1991 para el legendario Cuarteto Kronos, es una obra de casi media hora de armonías aparentemente simples basadas en micro intervalos que personalmente se me hizo bastante pesada, a pesar del entusiasmo que pusieron los miembros del cuarteto en su defensa.
Aprovechamos el breve descanso para pasear por el jardín de la villa, y ver la Tugendhat desde abajo. Una manera perfecta de enfocar la segunda parte del concierto. El Cuarteto nº 3 en mi bemol menor, op. 30 de Piotr Ilich Tchaikovsky, la última de sus composiciones para esta formación y quizás su obra maestra en este género. Compuesta y estrenada en 1876, ya vemos en él al melodista expresivo y su patetismo tan característico. Los músicos del Zemlinsky comenzaron el Andante sostenuto de manera muy lírica, para ir ganado en brillantez según avanzaba, y bordar los diálogos del Scherzo posterior. Pero la clave de este cuarteto se encuentra sin duda en ese monumento que es el Andante fúnebre donde -sobre todo la viola de Petr Holman- cargaron las tintas mostrando toda el sentimiento y expresividad que contiene esta música. El risueño Allegro final, con una danza tras otra, nos permitió relajarnos algo y disfrutar sin mas aspiraciones del excelente fraseo de los músicos.
El éxito fue clamoroso con casi todo el público puesto en pie, y los miembros del Zemlinsky nos ofrecieron fuera de programa la bella y lánguida Barcarola de Josef Suk.
En el segundo concierto de cámara -la tarde siguiente- volvimos al mismo centro de la ciudad, a la Sala Reduta, uno de los teatros más antiguo de Europa Central. Aunque no siempre se ha usado como teatro, sus orígenes se remontan 500 años atrás. Mozart y su hermana Nanerl tocaron aquí en 1767, y Emanuel Schikaneder, el libretista de La flauta mágica fue su director entre 1807 y 1809. En la actualidad, y tras una reforma total inaugurada en 2005, el edificio multiusos se utiliza principalmente para música de cámara y funciones teatrales.
Con poco menos de 20 años a sus espaldas, el Cuarteto Pavel Haas se ha convertido en uno de los más importantes del momento. Con Veronika Jarůšková como primer violín y alma mater del grupo, y su marido Peter Jarůšek al violonchelo casi desde sus comienzos, la formación ha tenido más problemas con sus otras dos posiciones. Tras varios cambios de segundo violín en sus inicios, hace ya varios años que alcanzaron la estabilidad con Marek Zwiebel, pero no puede decirse lo mismo con la viola. Los tres últimos conciertos que les he visto - el último hace poco mas de seis meses en el Musikverein- han sido con violas distintos. Esperemos que la incorporación de Karel Untermüller termine definitivamente con el problema. Y eso que, si no conoces la situación, no lo notas dado el gran nivel de precisión y virtuosismo que día a día sigue desplegando el cuarteto.
En el programa los segundos cuartetos de Bedřich Smetana, de Sergei Prokofiev y de Leoš Janáček. Parece repetitivo decirlo otra vez, pero las obras compuestas por sordos tienen un punto de creatividad, y por qué no decirlo, de alucinación difíciles de encontrar en otras circunstancias. Smetana se quedó sordo en 1875, y siete años después, contradiciendo la prohibición expresa de sus médicos, surgió de su mente el conmovedor Cuarteto en re menor. Si el cuarteto «de mi vida» fue una autobiografía oficial, podemos considerar este segundo como su testamento musical. La música checa fluye por sus poros -inolvidable su exquisita polca- pero también tiene un carácter sombrío, y por momentos tétrico. Todo un caldo de cultivo para la tremenda expresividad que es capaz de alcanza el Pavel Haas. Si al Allegro inicial quizás le faltó algo del pesimismo que irradia, los movimientos centrales fueron impecables, con frases y diálogos cálidos. El presto final sacó a la luz su lado más técnico y virtuoso, y pudimos constatar como el nuevo viola se integra a la perfección.
Aunque no tan popular como otras de sus obras, siempre es satisfactorio escuchar en vivo el segundo cuarteto de Prokofiev. Compuesto durante su evacuación al Cáucaso durante la segunda guerra mundial, es una partitura de concepción clásica (tres movimientos Allegro-Adagio-Allegro), impecable desde el punto de vista estructural y armónico, y lo suficientemente realista -entiéndase antiformalista en el leguaje soviético de la época de las “grandes purgas”- al utilizar los temas populares y folclóricos de la región. El sonido casi percutivo del violín de Veronika Jarůšková marcó la pauta del Allegro inicial, perfilando unas danzas festivas y alegres. En el Adagio todos esgrimieron un control tímbrico asombroso envueltos en el cálido lirismo del violonchelo de Peter Jarůšek, mientras que la brillantez y un fraseo bellísimo fueron las pautas del Allegro conclusivo.
Terminó el concierto con el segundo y último cuarteto de Janáček. Bajo el sobrenombre de «cartas íntimas» nos encontramos una obra ejemplar, un testamento musical donde su leguaje es plenamente reconocible y nos subyuga por su engañosa y aparente sencillez estructural conjugada con una carga emocional superlativa. Esas cartas íntimas -mas de 700- que escribió a Kamila Stösslová, su musa y fuente de inspiración en su etapa final.
Spécialité maison, el Pavel Haas nos regaló una versión de altura. Técnicamente superlativa, con el color y el calor checos perfectamente conseguidos, con una facilidad asombrosa en las múltiples idas y venidas del mismo, el cuarteto mostró por encima de todo una expresividad impactante. Si cabía alguna duda de que Karel Untermüller puede ser el viola estable del conjunto, aquí las disipó por completo. Su forma de afrontar el «personaje de Kamila» fue modélica y su compenetración con el resto del grupo nos hizo pensar que era un miembro original de la formación. Con la emoción a flor de piel, los últimos diálogos entre la viola y el resto de los instrumentos, y los acordes finales pusieron al público en pie desatando aplausos y vítores interminables.
Fotos: Marek Olbrzymek
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