Por David Santana / @DSantanaHL
Madrid. 15-IV-2019. Auditorio 400 del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Centro Nacional de Difusión Musical [Series 20/21]. Cuarteto Gerhard. Six Moments Musicaux, op. 44 y Officium breve in memoriam Andreae Szervánszky, op. 28 de György Kurtág; Cuarteto de cuerda nº 4 “Still Life” y Cuarteto de cuerda nº 1 de Jesús Rueda.
Terminados los fastos del Festival Internacional de Arte Sacro, toca volver a la rutina musical de nuestro Madrid, es decir, al «tiempo ordinario», algo irónico estando en Pascua, pero bueno, lo cierto es que no es una mala noticia teniendo en cuenta los conciertos que aguardan en lo que resta del ciclo Series 20/21 del CNDM que nos tiene reservados grandes intérpretes y un magnífico repertorio a estreno por concierto.
En este caso contábamos con el Cuarteto Gerhard, una agrupación joven con muchísimo talento que tuve la suerte de poder escuchar en directo en La Quinta de Mahler cuando presentaron hace dos años el fantástico disco que grabaron con el sello Harmonia Mundi. Dentro de este álbum lanzado en 2017 pudimos ya escuchar su magnífica interpretación del Officium breve in memoriam Andreae Szervánszky y darnos cuenta de la capacidad de trabajo de los integrantes del grupo. Esta pieza de Kurtág tiene un aura especial, no es de extrañar, pues pretende evocar, ya no solo emociones, sino personas cercanas al propio Kurtág como el propio compositor húngaro Andreae Szervánszky. Además, tiene mucho de un gran maestro como es Anton Webern, y más concretamente de su última obra, la Cantata nº 2, op. 31 que compuso entre 1941 y 1943. Mientras las bombas llovían sobre Viena, Webern miraba hacia el pasado, al Renacimiento y el Barroco, y de algún modo, Kurtág recoge esta mirada al pasado con la vista en el presente en los cánones de esta obra que aparecen en forma de miniaturas de una profundidad absoluta a las que no les sobra ni una nota, lo que nos demuestra una vez más que la abundancia de notas y la calidad de una obra no son magnitudes proporcionales. Pero claro, esto entraña un problema: que cada nota es importante, pero por suerte los integrantes del Cuarteto Gerhard son conscientes de esto y su atención al detalle es absoluta.
Pudimos apreciar este cuidado por cada uno de los motivos que componen estas pequeñas piezas en los Six Moments Musicaux, obra en la que un Kurtág más maduro y experimentado borda con minuciosidad motivos y frases hasta crear una obra de arte total. El quinto «momento»: Rappel des oiseaux es uno de los más perfectos en este aspecto. Si en el Officium veíamos a Webern, aquí no podemos evitar pensar en Olivier Messiaen y en lo orgulloso que estaría del realismo sonoro con el que Kurtág plasma el canto de los pájaros. También cabe admirar los diferentes timbres que desde el Cuarteto Gerhard son capaces de asociar a las diferentes aves que «regresan». También el momento final –«Les Adieux»– fue formidable. Destacó la interpretación de Lluís Castán que con el violín con sordina supo sacar un timbre melancólico e intimista consiguiendo la proeza de que, al finalizar la pieza, el público aguantásemos en un expectante silencio durante más de diez segundos antes de irrumpir en aplausos.
Flanqueado por las piezas de Kurtág, el estreno del Cuarteto nº 4 “Still Life” de Jesús Rueda, compositor residente del CNDM. Una obra muy diferente a las de Kurtág, larga, con sus formas, sus motivos contrastantes, su tensión y distensión, en fin, todo lo que una obra tiene que tener, vaya. Y es que en su último cuarteto, Rueda muestra sus amplísimos conocimientos de lenguaje musical y, en definitiva, del arte de la composición. Todo lo que hace tiene sentido y, a pesar de que no fui capaz de encontrarle ningún parecido con la forma sonata, disfruté de los pizzicatos y trinos del primer movimiento y de los enérgicos temas del supuesto «desarrollo» que recordaban, de algún modo, a los cuartetos del último Beethoven. El segundo movimiento recoge el testigo del postromanticismo cercenado por la Segunda Escuela de Viena y lo trae al presente con un juego de tensiones y distensiones que solo un maestro como Rueda es capaz de crear, el tercer movimiento tiene algo de delicado, una música que se enciende poco a poco y explota en el enérgico Allegro final en el que los ritmos sincopados son los protagonistas. Supone una obra difícil, un reto para los intérpretes que tienen que dominar los diferentes aspectos de la escritura para cuarteto, pues Rueda imprime todos ellos en esta obra de una madurez exquisita en la que la forma y el ritmo tienen su merecida importancia.
El Cuarteto nº 1 fue la última obra que una considerable parte del público escuchó a pesar de que aún quedaba el Officium Breve de Kurtág. No se debe comparar, ya que son obras muy diferentes, pero cuando va uno detrás de otro, sin descanso ni nada, es imposible no ver como el primer cuarteto de Rueda empequeñece ante su última composición a pesar de la energía con la que el Cuarteto Gerhard encaró esta vibrante pieza. Y claro, por mucho que la obra de Kurtág sea una maravilla, y más aún tocada por una agrupación que yo creo que podemos considerar como especialista en el compositor húngaro, estas jornadas maratonianas de música llena de detalles, momentos y pequeños motivo, requieren una escucha muy atenta y es normal que hasta al más aficionado a la música contemporánea le acabe saturando el oído. Resumiendo: si lo bueno, si breve, dos veces bueno, podemos concluir que el concierto del Cuarteto Gerhard puede ser calificado de genial, pero solo una vez.
Foto: Josep Molina
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