Por Raúl Chamorro Mena
3/10/2014 Madrid, Auditorio Nacional de música. Ciclo Sinfónico de la Orquesta Nacional de España. Obras de Beethoven. Orquesta Nacional de España. Juanjo Mena, director.
Nunca fue más corta la vida de la infortunada Salud, protagonista de La vida breve de Falla, como en esta ocasión, que no llegó ni a nacer, pues esta magnifica obra prevista para la segunda parte del concierto no pudo interpretarse a causa de la huelga del coro Nacional, cuyos miembros se manifestaron frente al recinto antes del comienzo. El evento estaba planteado como un homenaje al recientemente fallecido Maestro Rafael Frühbeck de Burgos, director emérito de la formación, quien diseñó el programa inicialmente y estaba destinado a dirigirlo. El nuevo director designado, Juanjo Mena, añadió al programa la Cuarta Sinfonía de Beethoven, que finalmente, fue la única pieza que pudo escucharse el pasado día 3 de Octubre en el Auditorio Nacional de música de Madrid.
Las reivindicaciones del Coro Nacional se centran en que la plantilla actual ha sufrido una reducción del 38% en los últimos diez años viéndose restringida a 65 miembros y que no está prevista la contratación de apoyo para la temporada actual. El INAEM, por su parte, desmiente esta última circunstancia y afirma que ha propuesto aumentar la plantilla en 25 componentes más durante los próximos cuatro años, aunque ello depende, lógicamente, de que sea aprobado por Hacienda lo cual, en los tiempos que corren, no es algo fácil.
El respeto sin reservas a las razones esgrimidas y la seguridad que si un colectivo va a la huelga es porque tiene razones poderosas para ello, no impide lamentar la suspensión de toda la segunda parte de un concierto que, además, ocupaba una obra tan emblemática del repertorio hispano y que, además, servía para homenajear a un director español tan importante y tan ligado a la Orquesta Nacional. Todo ello, asimismo, perturba una temporada de la OCNE que se prevé como la mejor de los últimos años. Por tanto, resulta necesario que el asunto se solucione lo antes posible.
Ciñéndonos a la única obra que se interpretó, la Cuarta sinfonía de Beethoven, estamos ante una composición encuadrada entre dos colosos como la Tercera y la Quinta, pero que, con toda justicia, cada vez gana en mayor estimación. El cada vez más consolidado Juanjo Mena afrontó la obra con gran claridad expositiva y ligereza, si bien, a la larga y majestuosa introducción le falto algo de misterio. El hermosísimo y con ecos mozartianos segundo movimiento fue bellamente expuesto y “cantado” por la orquesta. La batuta atesoró en todo momento el sentido del ritmo, tan importante en esta composición, en una interpretación que reunió vivacidad, calor y entusiasmo, aunque se echara de menos ese punto de hondura, de profundidad humana y trascendente tan propia del genio de Bonn. Buen rendimiento de la orquesta en la que destacó una adecuada prestación de las maderas y una cuerda flexible, pulida y luminosa.
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