Ya en la parte estrictamente vocal, igualmente intachables los números de conjunto, duos, trios, cuartetos o coros con tutti, que supusieron una parte importantísima del total; desde las partes más comprometidas, sin acompañamiento instrumental (Ah! Loin de rire y Réveillez-vous, dormeur) al ya comentado Tendre Amour de Les Indes Galantes o el coro final Chantez, célebrez la victorie de Les Surprises de L'Amour, todos ellos de Rameau.
De los seis intérpretes el que mejor impresión causa es el barítono francés Victor Sicard, con una voz de timbre bellísimo y noble que destacó sobre todo en el aria de Dardanus: Monstre affreux, creando uno de los momentos mágicos de la velada; le auguramos recorrido (con lo arriesgado que es siempre asegurar esto) y habrá que seguirle con interés; como habrá que seguir también a la italiana Benedetta Mazzucato, de los seis la voz con mayor volumen, que aunque no resultó la más beneficiada en las intervenciones solistas que le tocaron en suerte supo plasmar toda la fuerza dramática de Quels doux concerts de Hippolyte et Aricie, y destacó igualmente dentro de la selección de L'Europe Galante con su aria Quel fueste coup; anunciada como mezzosoprano, diríamos que es más bien soprano corta. Más mezzo es Emilie Renar, procedente del Reino Unido, que tuvo la suerte de tener en su parte una selección de la cantata de Racot de Grandel Rien du tout, un descubrimiento encantador, pieza metamusical en la que se van sucediendo fragmentos de diferente carácter (trágico, cómico, de furia...) que permitieron su lucimiento en la versatilidad y poner de manifiesto sus notables dotes de actriz (por cierto, maneras que recordaron, y también ella físicamente, de una forma sorprendente, a Natalie Dessay aunque nada tienen que ver en lo vocal); los primeros aplausos individuales de la tarde fueron para la británica. La soprano israelí Daniela Skorda, por su parte, también contó con momentos de lucimiento, sobre todo en la primera parte el aria Quelle voix suspend mes alarmes de Hercule Mourant, y en la segunda su participación en Les Fêtes d'Hébé, mejor no obstante en el canto sostenuto que en las coloratura de la arieta Fuis, porte ailleurs tes fureurs; buena cantante, pero sin una personalidad tímbrica destacable. Menos interesantes me parecieron el resto de cantantes, empezando por el estadounidense Zachary Wilder, representante de esa vocalidad tan genuinamente francesa que es la de haute-contre, en el que las peculiaridades de emisión implícitas a la vocalidad no ocultan problemas en la zona aguda; no consiguió por tanto sacarle todo el partido debido a su mejor momento, el Hâtons-nous, courons à la gloire de Dardanus. Finalmente, el bajo Cyril Costanzo, procedente de Francia, lució una voz nunca del todo liberada, solamente suelta en la zona aguda, que se iba haciendo menos audible conforme se acercaba a las notas más graves (lo que permite poner en duda su condición totalmente "natural" de bajo); lástima que sus medios no le permitieran un mayo lucimiento puesto que contaba además, como en el caso de Emilie Renar, con una pieza muy apropiada para ello, la cómica La Vénitienne de la que se ofrecieron hasta tres arias.
Con todo ello, gran éxito final con el público puesto en pie (público que debemos señalar llenaba la sala con en torno al 80-90% de ocupación, incluida la zona posterior del escenario), que fue agraciado por los intérpretes con dos bises. Permítaseme que termine como empecé, rindiendo homenaje al artífice principal, el jardinero de este feraz jardin que tantas flores y frutos ha ofrecido y promete para el futuro, el jardín de William Christie.