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CRÍTICA: RECITAL DE MARIELLA DEVIA EN EL INSTITUTO ITALIANO DE CULTURA. Por Raúl Chamorro Mena

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Autor: Raúl Chamorro Mena
29 de octubre de 2013
Foto: Mariella Devia
BROCHE DE ORO

23-10-2013. Recital Mariella Devia, Salón de actos del Palacio de Abrantes. Ciclo Grandi voci per Verdi del Instituto Italiano de Cultura de Madrid. Angelo Michele Errico, piano. Canciones y arias de Giuseppe Verdi.

   No pudo tener mejor cierre el ciclo homenaje a Verdi organizado por el Instituto Italiano de Cutura de Madrid, que el ofrecido por la veterana Mariella Devia, una cantante ya casi mítica y ejemplo conspicuo y genuino del canto italiano.
   No ha sido el gran genio de Busetto compositor central de la carrera de la ilustre soprano. Más allá de la feliz asunción de algún papel como Gilda o Violetta Valéry que asumió en un momento ya avanzado de su carrera y ha cantado con cierta asiduidad, así como algún personaje afrontado en su última etapa como Giovanna d'Arco; con todo, no ha sido Mariella Devia ni por voz, ni por temperamento, una soprano Verdiana.

   Evidentemente, con los años, su instrumento vocal ha ganado peso y cierta densidad, junto a una lógica pérdida de lozanía, morbidez, ductilidad y frescura, manteniéndose por supuesto su gran técnica y proverbiales control y musicalidad. Efectivamente, se percibió en el comienzo del recital, un timbre duro, desgastado y usurato, además de un fiato alicorto, al afrontar las primeras piezas, las canciones Chi i bei dì y Stornello. Tampoco pudo disimular la soprano su incomodidad en el grave en la magnífica aria de Elena "Arrigo! ah parli a un core" de I Vespri Siciliani, pieza que reclama una voz más ancha y consistente, pero no es menos cierto, que la sacó adelante con su legato de alta escuela, siempre esencial en Verdi y la manera con que constrastó y acentuó "Io t'amo, io t'amo" en el ápice de la primera estrofa y su correspondiente "Io muio! Io muio!" en la segunda, además de ejecutar impecablemente la difícil fermata con ascenso al agudo y posterior escala descendiente de semicorcheas. Después de defender la empinada tesitura de La'abandonnèe, canción dedicada a Giuseppina Strepponi, la Devia interpretó la escena final del primer acto de La Traviata, aunque con una sola estrofa de la cabaletta "Sempre libera". Aquí se pudo comprobar como la soprano ya iba calentando, ganando en tersura, en aliento, y después de una buena exhibición de coloratura, culminó la pieza con un restallante re sobreagudo. La sabia cantante continuó asentándose con otras tres canciones verdianas, la risorgimentale Brigidino, La Zingara y Deh pietoso oh Addolorata para llegar a lo que fue la cúspide, el clímax y momento mágico de la velada: la interpretación del aria de Medora de Il Corsaro "Non so le tetre immagini". Un prodigio ya desde el recitativo, "Egli non riede ancora" magníficamente construido, adecuadamente acentuado, expresando la ansiosa espera de la joven por la llegada del amado.
   Posteriormente, fluyó toda la tristeza, la angustia de los negros presagios, la melancolía de la enamorada mediante un canto de suprema clase, legato pluscuamperfecto, colocación, dominio absoluto de la respiración y el adecuado contraste entre el canto spianato, silábico de la primera estrofa y el más fioretatto, de clara filiación belcantista de la segunda, para culminar en una fabulosamente delineada fermata con fulminante ascenso al do sobreagudo. ¡¡¡Bravísima!!! En unos tiempos en que es tan difícil escuchar una voz bien impostada o realizar un trino en condiciones o cantar con un legato o una coloratura de mínima factura, escuchar una interpretación así se convierte en una ambrosía que el amante del canto degusta con delectación. El programa finalizó con la espectacular "Non fu sogno" de I Lombardi, cuya intrincada agilidad no fue problema para la experta soprano, que regaló como propina a un público que le ovacionó enfervorizado, el "Addio del passato" de La Traviata cantada con sus dos estrofas y en las que Donna Mariella lució su expresividad contenida (quizás demasiado), así como la compostura y nobleza de su fraseo, pero sin conseguir redondear un logrado remate a la pieza con la esperada smorzatura del ascenso final.
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