LIBRO: 'EL LUTHIER DE DELFT' DE RAMÓN ANDRÉS. Por Albert Ferrer Flamarich

El luthier de Delft. Música, pintura y ciencia en tiempos de Vermeer y Spinoza. Ramón Andrés. Acantilado, 2013 (325 págs.)

   Hay que felicitar la gestión de Acantilado que conduce su colección por caminos de interés y actualidad que combinan la traducción de títulos idiosincráticos por contenido y autoría con ensayos anglosajones y, ocasionalmente, autóctonos. Éste último es el caso del volumen que Ramón Andrés ha visto publicado recientemente y que, sin llegar a ser un clásico, será una referencia por la magistral transversalidad de un discurso que valida el fenómeno artístico como vehículo del hecho social. Como historiador cultural presenta la vida artística como una suite de acontecimientos interrelacionados y basados en la sociedad, la ciencia y el impacto de las mismas.

   A El luthier de Delft. Música, pintura y ciencia en tiempos de Vermeer y Spinoza el autor distribuye su comentario de la prolijidad cultural en los Países Bajos en diferentes capítulos. La exposición, que abandona cualquier tentación académica, adopta una fórmula de relato histórico libre a partir de una técnica narrativa que puede recordar los grandes trabajos de ficción de Zweig. Mediante un sutil sentido de la transición y haciendo gala de un imponente aparato documental, Andrés se sitúa en un espacio de libertad narrativa y su intención no es ofrecer un libro de consulta sino una creación que consiga despertar la curiosidad y haga partícipe al lector de una erudición asimilable sin esfuerzo. Se trata, pues, de un libro cuya prolijidad temática es abordada de manera correlativa y con la infrecuente virtud de una lectura fácil. Éste es un ensayo de historia social y cultural, no de musicología.

   El hilo conductor es de un carácter omnicomprensivo que bascula de la información especializada con datos contextuales a una visión global de lo abordado. La amplitud y variedad de la propuesta lleva al lector a temas que van desde la organología y la afinación a la óptica, pasando por la estética y la iconografía musical. Así se dan cita la fascinación por los espejos y la perspectiva; la higiene y la enfermedad; la representación de las mujeres o la reivindicación del compositor Jan Pieterszoon Sweelinck (1561-1621). Entre el sinfín de curiosidades cabe destacar el -posible- origen catalán del telescopio (pág. 62) o la referencia al cuadro que quizá contenga la única representación de Dietrich Buxtehude (1637-1707). Tampoco faltan reflexiones críticas como la del trabajo (pág. 114) que establece un puente entre la precariedad del siglo XVI y la del presente. Todo confluye en el reflejo de la transformación de la música en el mundo barroco y, al mismo tiempo, en cómo contribuyó a cambiar este mundo.
   Huelga decir que el autor pertenece a aquel linaje de historiadores con grandes dotes narrativas, poseedores del habilidad para evocar personas, lugares y acontecimientos, capaces de mantener vivo el relato sin que eso signifique dejar de ofrecer opinión o, por lo menos, una mirada crítica con la historiografía convencional. La fluidez del discurso remite al estilo propio del ensayo contemporáneo, sobreabundante de conocimientos a los que metodológicamente no se refiere con citas de las fuentes ni notas al pie. Tampoco se incluye un índice onomástico (imprescindible ante la cantidad de nombres, obras y tratados) y otro de ilustraciones (obligatorio tanto de las pinturas incluidas como de las sólo citadas). La edición sigue la estética elegante, austera y comercial que caracteriza Acantilado.