CODALARIO, la Revista de Música Clásica
Está viendo:

LIBRO: 'EBRIETAS, EL PODER DE LA BELLEZA' DE ÍÑIGO PÍRFANO. Por Albert Ferrer Flamarich

  • Comparte en Facebook
  • Comparte en Twitter
  • txcomparte_whatsapp
Autor: Aurelio M. Seco
13 de diciembre de 2013
Por Albert Ferrer Flamarich
Ebrietas, el poder de la belleza. Íñigo Pirfano. Encuentros Ediciones, 2013 (115 págs.)

   A pesar de la crisis económica y la drástica reducción del apoyo y financiación públicos, el sector bibliográfico sigue activo como lo prueban los continuos lanzamientos de múltiples sellos. Un caso es el presente ensayo del filósofo y director de orquesta Íñigo Pirfano (Bilbao, 1973) que Ediciones Encuentro ha publicado recientemente. En su segundo libro este año, aborda cuatro aspectos de la música des de la estética a partir de los que se acerca a la ontología del arte. Lo hace con cuatro capítulos, buena redacción -algo que no puede decirse de la mayoría de músicos con vocación de ensayista- y proporcionando una lectura ágil. Aún así, al melómano común y con escasas lides en reflexiones estéticas los primeros capítulos le parecerán abstractos. Ebrietas es una lectura recomendable como iniciación a la materia de la teoría del arte y a la estética.

  Se trata de una guía de iniciación cuyo mensaje principal radica en la justificación de la música como conocimiento, en su riqueza cultural y cultual en la sociedad y en el ser humano, así como la irrepetibilidad y compromiso de éste. Topos como la presencia lejana, el gusto o los conceptos auráticos y kitsch aparecen en el discurrir de un ensayo con vocación divulgativa. De la síntesis de elementos se desprende un punto de erudición inevitable ante un abanico cultural e intelectual que trasluce el entusiasmo y conciencia de quien se ha acercado a lecturas y conceptos de la relevancia de Adorno, Arendt, Benjamin, Dahlhaus, Heidegger, Jankélévich, o Meyer.
   El discurso es sustancioso, abstracto para el lector medio pero accesible, transversal y muy influido por el idealismo alemán. Especialmente por Kant en capítulos como el tercero y el cuarto. Nótese en el planteamiento del tercer ensayo que deriva de la conocida definición de la belleza como libre juego de las facultades mentales. Por esto la reivindicación de lo lúdico y la valoración del chiste como constructo intelectual son dos de los focos más significativos por su analogía con los mecanismos de interacción del arte. En el cuarto capítulo todo el despliegue argumental se justifica en el rodeo a la búsqueda del sublime romántico como experiencia estética y la inspiración como proceso creativo del en si kantiano -y sucesores-, así como del y de lo inconsciente.

  Hay que reconocer que el libro crece en sugestión capítulo a capítulo. Su talante presenta una respetabilidad diferente a su anterior aportación, Inteligencia musical (Plataforma Editorial, 2013). Calificarla de madurez sería tildarla en falso, aunque la dirección del texto parece más clara y su correlación de argumentos y citas es más adecuada, enriquecedora y está mejor trabada. De este modo la también existente diversidad de ideas y perspectivas de éstas, aparece más cohesionada bajo este velo sin que ello induzca a plantear un error en la relación forma y contenido del anterior libro. No obstante, es cierto que ocasionalmente Ebrietas carece de un plus de focalización o determinación de sus derivas argumentos. Por ejemplo, el capítulo segundo hubiera podido llegar a la subjetividad como conclusión de y en la obra de arte. Especialmente al referirse a un estado permanente de interpelación y que la obra de arte auténtica nos habla; pregunta por nosotros.
Afirmaciones problemáticas

   Los puntos fuertes son las observaciones sobre el entusiasmo -¡ese don divino!-, la moral del arte, el gusto y lo kitsch, a la par que otros aspectos tratados colateralmente pero cuyo inciso puede resultar más sugestivo que la propia argumentación en la que se inscriben. Los puntos flojos son afirmaciones como la oposición absoluta entre Strauss y Mahler tras el que existe un prejuicio elitista y de superioridad moral y musical de Mahler como compositor y sujeto (pág. 26-27). Aspecto que casa bien en el discurrir argumental de la espiritualidad en el arte pero que tiene algo de injusto y parcial. Otro error (página 75) recae en la aseveración que "sólo el hombre es capaz de cocinar, gastar una broma o dar las gracias". Lo primero, por supuesto. Lo segundo y tercero es discutible puesto que números experimentos con primates y cetáceos han demostrado capacidades de ello aunque no desarrolladas como sentido.
  Por otro lado, sin entrar en pedanterías, en un ensayo de principios del siglo XXI ponderar de manera tan severa sobre términos como la verdad poética (pág. 54) refleja unas raíces algo periclitadas tras un siglo de desconstrucción de ese tipo de absolutos. Más en una sociedad muy propensa a la cultura del post-it. Como en su Inteligencia musical, hay en su reivindicación de la profundidad y de la esencialidad del arte en la vida, un ligero elitismo cultural. Una posición que, con leves connotaciones mesiánicas de la figura del intelectual, parece marginar aspectos de la cultura pop(ular). Sin duda, se trasluce una indignación del autor -como artista e intelectual- con la devaluación del arte. Su rebeldía se canaliza con estos ejercicios que tienen tanto de certero como de encantador de serpientes. El propio autor lo sugiere en el prólogo (página 13) al comparar su ensayo con un café ristreto, corto de contenido y lleno de aroma.

  Su posicionamiento es muy transcendental, sobre todo cuando en la página 69 se plantea que "la nota definitoria de la creación artística genuina es su gratuidad: la obra de arte es lo porque sí, lo sin porqué, lo que no sirve absolutamente para nada". Si el arte es experiencia estética, como mundo en sí, ya es. Todo arte aspira a una realidad y en tanto que la obra de arte es, ya no sirve -en el sentido de la función que apunta Pirfano, y menos como función primordial-. Además cae en una tautología (por lo menos aparente), al alegar que "el arte se presenta como una de las más imponentes vías de conocimiento, como una auténtica fuente de revelación" y se basa en argumentos referidos a la belleza redentora (pág. 74). ¿No es función, misión, legitimación del arte en el mundo y la vida? Y precisamente, ¿esto no es lo que más preocupa y defiende el autor en su libro?
  • Comparte en Facebook
  • Comparte en Twitter
  • txcomparte_whatsapp

Compartir

0 Comentarios
Insertar comentario

Para confirmar que usted es una persona y evitar sistemas de spam, conteste la siguiente pregunta:

* campos obligatorios

Aviso: el comentario no será publicado hasta que no sea validado.

<< volver

Búsqueda en los contenidos de la web

Buscador

Newsletter

Darse alta y baja en el boletín electrónico