Por Silvia Pujalte.
Winterreise - Franz Schubert, Wilhelm Müller. Jonas Kaufmann, tenor & Helmut Deutsch, piano (SONY).
Siempre la misma partitura y tantas lecturas como intérpretes; ahí está la grandeza de las obras maestras, y no me cabe duda que Winterreise lo es. Viaje de invierno es además una obra difícil de escuchar; diría que el oyente se somete a ella, sabedor de que si todo va bien va a recibir una sacudida emocional. Pocas obras golpean con tanta intensidad.
Con esta esperanza desprecintamos un disco con un nuevo Winterreise preguntándonos hacia donde nos van a llevar los intérpretes. Tras la audición, la sensación es que Jonas Kaufmann y Helmut Deutsch nos presentan a un caminante en cierto modo inusual, más racional y con más fuerzas para enfrentarse a su dolor, un caminante que aprovecha cada brizna de esperanza para intentar rearmarse. Pero no nos engañemos, ser testigos de su lucha y de su fracaso es tan descorazonador como sería acompañarlo en su desesperación o en su locura. No nos libramos, felizmente, de la sacudida.
La primera muestra de este carácter lo tenemos ya en el primer lied, Gute Nacht. El caminante acepta con serenidad que ha llegado el momento de partir y Deutsch le imprime al acompañamiento un aire enérgico, casi alegre (hasta donde Gute Nacht puede ser alegre). De entrada la interpretación puede desconcertar, ¿dónde está el dolor? Y el dolor está en la última estrofa, con el cambio de tonalidad; un dolor íntimo y punzante. El Winterreise de Kaufmann y Deutsch, ya empezamos a verlo claro en la segunda canción, es un Winterreise de contrastes, con un protagonista que a cada paso va siendo más consciente de lo que ha perdido y alterna momentos de rabia con otros desoladoramente clarividentes; no recuerdo haber sido tan consciente de la amenaza implícita en Der Lindenbaum como en esta interpretación de Jonas Kaufmann.
Este juego de contrastes y la búsqueda continua de matices en favor de la expresividad llevan en alguna ocasión al rozar el exceso, por ejemplo cuando el cambio de leise a laut indicado en la partitura se convierte en algo cercano a un sobresalto para el oyente. Pero las más de las veces funcionan perfectamente, y para cuando llegamos a la segunda parte tenor y pianista ya han tejido los hilos con los que nos van a conducir implacables hacia el final, a partir de un bellísimo Täuschung y a través de un no menos hermoso, dolorosamente hermoso, Das Wirtshaus, una de las canciones clave del ciclo que aquí conmueve como pocas veces. El caminante elige su destino con lucidez, es demoledor el modo en que suena en Mut la frase “will kein Gott auf Erden sein, sind wir selber Götter” (si no hay Dios en la tierra, nosotros mismos somos dioses). Y es precisamente esa lucidez, no la desesperación, la que nos golpea por última vez en Der Leiermann.
La de Kaufmann y Deutsch es pues una muy buena versión de Winterreise, pese a apartarse de otras interpretaciones que podamos tener como referencia. Si es que realmente se aparta, porque las grandes obras también permiten tantas impresiones como oyentes.
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