El clavecinista Ignacio Prego presenta en Cantus su extraordinaria visión de las llamadas Suites Francesas en un registro que muestra la exquisita simbiosis entre él y la música del Kantor, y le posiciona como uno de los mejores clavecinistas de su generación.
Por Mario Guada
The French Suites. Música de Johann Sebastian Bach. Ignacio Prego. Cantus Records, 2 CDs [C 9642/43], 2014. T.T.: 108:33.
¿Qué sería de nosotros sin BACH? Y desde luego, ¿qué sería de los clavecinistas? Cuando uno se pone delante de unas obras de este calibre, el mundo parece mejor ahí fuera, incluso todas las tropelías ejercitadas por los seres humanos cada día parecen olvidarse mientras no cesen las notas. Desde luego, si hay algo por lo que la humanidad pueda estar orgullosa es por haber visto crear a Johann Sebastian Bach [1685-1750], a todas las luces el mayor talento musical de cuantos han existido en la historia.
Sus Die Französischen Suiten, o Suites Francesas –nombres por los que se conoce a esta serie de seis suites para clave que alberga el catálogo del Kantor de la Thomaskirche con los números BWV 812-817–, son obras compuestas probablemente entre 1722 y 1725, período que transita entre Köthen y su traslado a Leipzig, y forman parte –junto a las llamadas Suites Inglesas– de una serie de suites para clave que nunca llegaron a publicarse durante su vida y de las que solo se conserva el manuscrito. Son obras que parecen concebirse para el aprendizaje del teclado, por lo que no encontramos en ellas una complejidad de líneas o armónica descomunal, pero sí una escritura siempre interesante, que tiene algo que aportar al lenguaje clavecinístico y que resultan, por encima de todo, tremendamente idiomáticas. El curioso apelativo de «francesas» –no original, sino utilizado posteriormente para describirlas– hace alusión a su carácter, al lenguaje compositivo empleado por Bach en este serie de seis composiciones que suponen un extraordinario ejemplo de la inmensa capacidad del compositor alemán para plasmar, en este caso, lo mejor de la música francesa, pasado todo ello, por supuesto, por el tamiz del alemán y por su incontenible capacidad creadora. Las seis suites se estructuran en torno a las tonalidades de Re menor, Do menor, Si menor, Mi bemol mayor, Sol mayor y Mi mayor, y del mismo modo, en torno a cuatro danzas principales que hayamos en todas ellas: allemande, courante, sarabande y gigue, a las cuales se añade otras para completar cada una de las obras, como la gavotte, el menuet, la bourrée, o la loure. Curiosamente el número de movimientos de los que se componen las suites es muy variopinto: cinco, seis [II], siete [II] y nueve. Compuestas entre las suites llamadas inglesas y las partitas pueden carecer de la complejidad estructural y de la escritura contrapuntística que se encuentra en las inglesas, pero nos muestran una cercanía interesante a la escritura galante, que las hacen tremendamente características y que muestran a un Bach fascinante. Hay aquí un equilibrio en cierta manera más «ligero» –mejor diríamos no tan denso como es costumbre–, con una mayor atención a la danza, y una dualidad fantástica entre la visión más puramente melódica y la rítmica.
Precisamente en este tesoro que es la mezcla de lenguajes reside su principal complejidad y lo que las hace un tour de force para los intérpretes. Al contrario de lo que sucede con la música para teclado de los franceses del XVIII o la de algunos italianos del XVII, quienes explicitaban con meridiana claridad cómo querían que se interpretase su música en cuanto a los ornamentos, la obra de Bach está exenta de ello en este sentido, puesto que el Kantor nunca teorizó sobre el asunto, aunque si es bien cierto que en algunas de sus obras escribió algunos de los ornamentos que debían ejecutarse e incluso escribió unas tablas que explicaban qué quería expresar cada ornamentación, pero sin embargo no indicó en qué pasajes o momentos debían utilizarse unas u otras. En estas suites hay ya algo de esta ornamentación escrita, y aunque no resulta una información muy exhaustiva, sí ayuda a la hora de transitar por tan peligroso terreno. Esto las hace más complejas en cuanto a su interpretación.
Es prácticamente imposible inclinarse o decidir qué obra u obras «bachianas» están por encima de otras. No se puede decir que las Suites Francesas sean un mejor ejemplo compositivo de su genialidad, ni que muestren una cara cualitativamente superior dentro de su corpus clavecinístico. Tanto las partitas, como las Suites Inglesas, las Goldberg o el resto de piezas para clave del maestro de Eisenach nos muestran lo mejor de la producción de la escritura para clave en la historia. Lo que sí puede destacarse de estas suites de corte francés es que nos presenta un Bach que sigue sonando a Bach –¿qué obra suya no suena irremediablemente a él?–, pero que lo hace de manera más velada a través de ese color francés y en cierto modo galante –entendiendo el término con la mejor de las acepciones posibles–. Ello hace de estas obras algo muy especial y sin duda las acerca más a la memoria del oyente.
Ignacio Prego, joven clavecinista madrileño, formado entre España y Estados Unidos –donde reside actualmente– nos acerca estas seis piezas en su visión realmente exquisita. La técnica se le supone, pero aun así, qué magnífico escuchar el transitar de sus dedos por los teclados, especialmente por la fluidez conseguida. Los ornamentos se nutren del propio discurso para florecer y lo hacen con gracia y finura francesas. Las repeticiones –ese debate eterno– discurren con soltura, siempre tienen algo que añadir, no son un mero pasaje accesorio que se podría eliminar. Si bien no son estas piezas en las que encontramos una profundidad comparable a la de otras piezas para teclado –tampoco es música superflua, por supuesto–, sí que en ellas Prego es capaz de inducir al oyente a un estado de calma, de sosiego, de introspección y de disfrute maravillosos. Y nos depara momentos tremendamente expresivos, en los que la emoción es pura y aflora con absoluta crudeza; si no se emocionan con la Sarabande de la Suite n.º 5, entonces no están ustedes hechos para esto. Un Bach muy francés, pero muy Bach, que Prego es capaz de presentar de la manera más honesta y natural posible. Se trata, sin duda, de unas lecturas muy inteligentes, en las que la registración es capaz de aportar los bellos colores necesarios en cada momento, en la que los tempi son muy ajustados, ayudando a cada movimiento a mostrar su carácter preciso. Ayuda mucho el precioso sonido del instrumento construido por Keith Hill en 2011 sobre modelos de claves de Ruckers y Taskin, con esa hermosa sonoridad francesa, aunque quizá algo «apagado» en los graves en comparación con un clave puramente alemán.
El clavecinista ha estado muy bien rodeado para la ocasión. Primeramente por la sobresaliente acústica de la sala cedida en La Villa de Ronald para la grabación durante 2013 –la grabación ha permanecido algún tiempo reposando hasta que finalmente fue editada–, y después por profesionales de gran calado que han ayudado a hacer de esta una gran grabación. Así, debemos felicitar a Federico Prieto por la cálida y límpida toma de sonido, que saca lo mejor del clave, especialmente en el registro medio-agudo, con un balance muy logrado, además de por su posterior trabajo en la mezcla y masterización. También al clavecinista Yago Mahúgo por sus sabios consejos como director artístico de la grabación, que nos consta ayudó en mucho a Prego. Y por supuesto, en último lugar, pero no por ello menos importante, sino todo lo contrario, a José Carlos Cabello por poner su extraordinario sello, Cantus Records, al servicio de todos nosotros para editar un producto de estas dimensiones. Como siempre, y es lo que hace a algunos sellos auténticas joyas en el mercado del disco, no estamos ante una simple grabación discográfica, sino ante un producto, no ya musical, sino cultural, de primer orden. Un diseño más novedoso en relación a lo que Cantus suele ofrecer –en esta ocasión con fotografías de Adolfo Prego–, pero de igual modo cuidado y excelso, en el que se cuidan todos los detalles y que aporta, como es costumbre, unas notas críticas de primer nivel, firmadas en esta ocasión por David Schulenberg, que si bien más cortas que en otras ocasiones siguen manteniendo el punto justo de sapiencia y enciclopedismo, pero haciéndolas accesibles al lector más neófito y por supuesto al más avezado.
Nuestra más sincera enhorabuena y agradecimiento más puro, pus, a todo este equipo, y especialmente a Ignacio Prego, por hacernos llegar unas Suites Francesas absolutamente referenciales, que en nada tienen que envidiar a las grandes lecturas realizadas en su día por los que son las grandes figuras del instrumento. Sin duda estamos ante un intérprete fuera de serie, y al que nos permitimos dejar un mensaje: siga con Bach, porque hay tiene mucho y muy bueno que decir.
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