La Ritirata nos presenta un Arriaga camerístico reconstruido en búsqueda de sonoridades lo más cercanas a su creación y contexto.
Por Mario Guada
The complete strings quartets. Obras de Juan Crisóstomo de Arriaga. La Ritirata. Glossa Music, 1 CD [GCD 923102],2014. T.T.: 76:39.
Estamos ante un registro brillante de los cuartetos de Arriaga, un trabajo discográfico que, no en vano, ha sido premiado como «Mejor producto musical»en los Premios Codalario de la Música 2014–cuya entrega se hará efectiva en una gala el próximo 11 de octubre en Madrid. El jurado, formado por el equipo de redacción de la revista –entre los que me encuentro–, decidió otorgar dicho galardón a este disco por numerosas razones que, obviamente, comparto punto por punto y que iremos desgranando a lo largo de este artículo.
Y es que La Ritirata, con Josetxu Obregón a la cabeza –aunque aquí no se le haga constar como director– se han afanado en presentar en este álbum la integral de los tres cuartetos de cuerda que compusiera en su corta vida Juan Crisóstomo de Arriaga [1806-1826] de una manera novedosa, si lo comparamos con otras grabaciones existentes. Si bien la obra de Arriaga –escasa, por razones obvias– no es excesivamente conocida en general, sí que destacan por su popularidad algunas de sus obras, entre las que se encuentran estos cuartetos, grabados en numerosas ocasiones. No obstante, esta grabación parece ser la primera realmente historicista, al menos en cuanto a que usa instrumentos originales o copias de estos –con sus correspondientes cuerdas de tripa–, puesto que la grabación del Quatour Mosaïques utiliza los instrumentos de Antonio Stradivari conservados en el Palacio Real, que a lo largo de los años han sufrido tantas transformaciones que mantienen ya muy poco de lo original en su construcción, tocados, además, con arco modernos y cuerdas de metal. El conjunto vasco se ha empeñado en hacer de los detalles una garantía de calidad. Es por eso que los arcos son modelos de finales del XVIII, cercanos ya al modelo de François Tourte, pero un poco más ligeros, teniendo incluso el privilegio de tener Hiro Kurosaki –el primer violín de la grabación– un arco original de este período, lo que resulta realmente llamativo, pues son muy poco los arcos originales que se conservan de los siglos XVII y XVIII.
El uso del instrumentario original del período no es lo único que hace a esta grabación digna de poseer el calificativo –como así se hace constar en la portada del disco– de on period instruments –calificativo que hace extensiva la visión de una interpretación historicista–, puesto que lo miembros de La Ritirata se han empeñado en utilizar para el estudio y grabación las fuentes primarias que se conservan de las partituras, esto es, el manuscrito original del Tema variado en cuarteto, op. 17 –que se graba de manera digital por primera vez–, así como la primera edición publicada en vida del autor de los tres cuartetos –la única obra que publicó–, que es la fuente prioritaria ante la pérdida del manuscrito original, además de una copia existente de dicho manuscrito con la que han podido detectar y eliminar alguna que otra errata que se encontraba en esa primera edición. Y por si esto fuera poco, hasta el orden en el que se graban está basado en un criterio musicológico fundado, puesto que al abrigo de los últimos estudios, La Ritirata defiende que el orden de los cuartetos no es exactamente el de su publicación, sino que se graba por ello primeramente el segundo cuarteto, seguido del primero y finalmente el tercero, orden que ellos consideran real en cuanto a su fecha compositiva –todosc. 1823. La consecución de la sonoridad de la época termina de redondearse con la colocación del propio cuarteto, distinta de la habitual ya avanzado siglo XIX hasta la actualidad, puesto que se sigue el modelo heredado del Barroco que todavía se usaba en la época –en las veladas camerísticas–, disposición cercana a un círculo en la que los dos violines se encontraban enfrentados, colocado el violoncelo al lado del violín I sobre un estrado para situar su caja de resonancia a la misma altura que la del resto del cuarteto.
Con todo ello se consigue una sonoridad diferente, que gracias a una toma de sonido realmente delicada –realizada por Federico Prieto–, nos aporta una nueva visión de la música de cámara del XIX. Los violines suenan verdaderamente definidos de este modo, potenciando mucho la escritura de pregunta-respuesta o los juegos imitativos. El cello suena siempre presente en su justa medida, dejando todos lugar para la sonoridad de la viola, quizá el instrumento menos privilegiado en este tipo de escrituras y grabaciones. Es ésta, pues, una grabación de detalles, de búsqueda, de colores y de descubrimientos. La limpidez de la interpretación es absoluta, consiguiendo, gracias a todo lo comentado, una recepción acústica fascinante y novedosa.
La música de Arriaga debe quedar a estas alturas fuera de toda duda. En estos cuartetos hay Mozart, Haydn y hasta Beethoven –realmente interesante el estudio de Marie Winkelmüller sobre la recepción de su música en el Paris de Arriaga c. 1820 que se menciona en las notas críticas del disco,–, y lo hay con una calidad a la altura de las producciones de los mejores compositores del momento. Con el orden de la grabación y especialmente con la inclusión del Tema variado op. 17 –compuesto c. 1820– se observa la impresionante evolución sufrida por Arriaga en estos pocos años. Si bien es muy complejo hablar de etapas compositivas en la producción de un compositor de tan solo 20 años, si es bien cierto que su lenguaje no es el mismo entre sus cuartetos y ese Op. 17, aunque tan solo haya tres años de diferencia entre ellos.
Los cuatro miembros de La Ritirata rutilan con esplendorosa luz: magníficos Hiro Kurosaki y Miren Zeberio a los violines, provocando y acentuando de manera absolutamente fluida el diálogo propuesto, como si se tratase de un camino paralelo, solventando con facilidad las a veces arduas líneas que Arriaga les depara. La viola de Daniel Lorenzo suena poderosa, consiguiendo extraer de ella un hermoso y cálido sonido, que complementa la escritura melódica y armónica por partes iguales con una solvencia magnífica. Josetxu Obregón, experimentado ya en aportar con su violoncelo el color necesario en este tipo de escrituras camerísticas, sigue demostrando que este lenguaje le va que «ni pintado», y tras su fantástico Luigi Boccherini, presenta un Arriaga sólido, carnoso, casi tangible.
Se trata de un disco que se detiene en lo pequeño para hacer algo grande, pues solo así es posible llegar a la exquisitez y la excelencia. La Ritirata propone aquí un Arriaga a la altura de cualquiera de sus coetáneos, presentando un historicismo tardío que puede competir sin ningún tipo de prejuicios con el de cualquier agrupación a nivel mundial. Glossa, que vuelve a demostrar que tiene un olfato al alcance de muy pocos, ha sabido reunir todo lo necesario para conseguir producir un disco cercano a la perfección, en el que a la excelsa música e interpretación se unen una hermosa presentación y un contenido editorial a la altura del resto del producto. Un disco bien merecedor de este premio. Enhorabuena por ello.
Compartir
Aviso: el comentario no será publicado hasta que no sea validado.