En su derivada vocal la grabación también tiene gran interés, con un reparto de nivel en sus cuatro protagonistas (no podemos incluir entre ellos al personaje de Arbace, habiéndosele amputado sus dos magníficas arias), aunque más destacado por el lado de las mujeres que de los hombres. Para la Ilia de Sena Jurinac solamente caben elogios, lo que por otra parte es casi una obligación con esta excelsa cantante; su elegancia quintaesencial se amolda perfectamente al carácter de su personaje y sus intervenciones se cuentan por perlas de un engarce precioso; escúchese por ejemplo "Se il padre perdei" ya citado, o "Zefferitti lusinghieri", para decubrir ese algo indescriptible que diferencia a los más grandes interpretes del compositor salzburgués. También excelente Lucille Udovick como Elettra, con una parte de gran dificultad que presenta además una gama de sentimientos contrapuestos, desde la ira de "Tutte nel cor vi sento" a la -momentanea- ensoñación amorosa de "Idol mio, se ritroso" (quizás donde mejor está) y por supuesto la Smania y furie de la conocida "D'Oreste, d'Aiace", donde tan fácil es caer en excesos (y no hace falta aquí recordar algunas interpretaciones "wagnerianas", escalofriantes por impropias); nada de ello encontramos en Udovick, que opta por el mejor camino: ceñirse a la música; lástima que no se nos ofrezca la repetición en el aria. El papel titular está interpretado por Richard Lewis, al que no beneficia su pronunciación, aunque el color de su voz trasmite los tintes regios propios del personaje al menos en la zona grave y central (el agudo, blanquecino y afalsetado, es considerablemente menos interesante). Sea como sea, hay que destacar el trabajo desarrollado en la expresividad a lo largo de toda la ópera, en arias y retitativos, lo que se manifiesta en un canto siempre intencionado, de muchos matices emocionales, como en la escena recitativo acompañado-aria "Qual mi conturba i sensi" - "Fuor del mar" (en versión aligerada de coloraturas, aunque se permite incluir al final una cadencia cuyo efecto estético no está demasiado logrado), o en la postrera "Torna la pace al core". Por último, Léopold Simoneau como Idamante realiza también una importante labor de caracterización, moviéndose siempre en unos terrenos de elegancia que podemos calificar como "neoclásica", lo cual es muy adecuado a la obra, aunque lastrada por unos acentos excesivamente blandos. Es justo decir que la visión que hoy podamos tener del papel puede verse comprometida por el recuerdo de su interpretación por mujeres, más habitual en la actualidad (¿llegará el tiempo en que lo veremos también a cargo de contratenores?); en todo caso, la voz de Simoneau ofrece suficiente contraste con la de Lewis como para mostrar adecuadamente la dicotomía Idomeneo/Idamante, es decir, la de padre/hijo, uno de los temas sobre los que se desarrolla la ópera.
En resumen, una gran versión con unos mimbres que sobrepasan el mero interés arqueológico y de poco menos que obligado conocimiento para mozartianos de hoy y de siempre, a pesar de los molestos cortes; aunque no la recomendaríamos como primera opción habiendo otras más filológicas.