«Un memorable concierto en el que el público respondió mejor a la parte espectacular que a la sentimental. Quizás unos gritos de '¡Viva Italia! ¡Viva Verdi!' al acabar el 'Va pensiero', de los que nunca faltan en la Arena de Verona, hubieran ayudado en este aspecto»
Solo faltó el ¡Viva Verdi!
Por Pedro J. Lapeña Rey
Grafenegg, 02-IX-2023, Wolkenturm. Oberturas, coros y música de ballet de Nabucco, I Lombardi, Ernani, Don Carlos, Macbeth, El trovador, La forza del destino y Aida de Giuseppe Verdi. Orchestra e Coro del Teatro alla Scala. Director musical: Riccardo Chailly. Director del Coro: Alberto Malazzi.
En los últimos tiempos, Riccardo Chailly está poniendo todo su empeño en sacar de Milán a los cuerpos estables de La Scala. Ya sabemos que su Filarmónica es una orquesta habitual en los circuitos europeos desde los tiempos de los legendarios Carlo Maria Giulini y Claudio Abbado donde interpreta el repertorio sinfónico habitual, pero parece que el Sr. Chailly también quiere enseñar al resto del planeta musical las esencias del teatro, y en lo que son los números uno: la obra de Giuseppe Verdi. Sacar óperas completas del «Piermarini» es complicado, pero no lo es tanto el llevar sus números musicales y corales. Así que orquesta, coro y director se han embarcado en una gira que durante un par de semanas los llevará a ciudades tan diversas como Hamburgo, Ámsterdam, Aalborg o Bruselas. Las tres primeras etapas son/han sido Verona, Grafenegg y Viena. En la capital austriaca inaugurarán el día 4 de septiembre la temporada del Konzerthaus. En la Arena de Verona, a la que en la segunda mitad del siglo XX se la denominaba «La Scala de verano», el pasado 31 de agosto han actuado por primera vez en su historia. Y este sábado 2 de septiembre han aterrizado en el Festival de Grafenegg, donde la expectación era tal que las entradas se agotaron hace dos meses, al poco de ponerse a la venta, algo que no han logrado otras orquestas del nivel y del tirón –por poner un ejemplo– de la Filarmónica de Viena o la del Concertgebouw de Ámsterdam, bien es verdad que éstas se prodigan mucho más que los milaneses.
Y por una vez las expectativas se han cumplido. El programa, que guardaba bastante similitud con su reciente grabación para Decca, era completo y variado, pensado para un público mas diverso del habitual. Las oberturas y la música de ballet compartían protagonismo con los coros verdianos. Tuvimos varios ejemplos de los mas «políticos» –«Va, pensiero» de Nabucco, «Si ridesti il Leon di Castiglia» de Ernani o «Patria oppressa!» de Macbeth– donde el maestro de Busetto dio rienda suelta –consciente o inconscientemente– al ideal del Risorgimento, el movimiento de reunificación italiana liderado por el poeta e intelectual Alessandro Manzoni. Un ideal que no se detenía en la independencia o en la unidad de la patria, sino en el que la palabra libertad se convertía inmediatamente en la causa perfecta para crear el binomio opresor/oprimido, Imperio Austrohúngaro/Italia. Son coros que se convirtieron de inmediato en himnos que –sobre todo el «Va pensiero»– perduran hasta hoy. También tuvimos ejemplos de los de vena flamígera y volcánica como el imponente «Gli arredi festivi giú cadano infranti» con el que arranca «Nabucco», en el que los hebreos buscan refugio en el templo ante la inminente conquista de Jerusalén por los babilonios, y ¿cómo no?, muestras del Verdi mas espectacular –el de El trovador, La forza del destino, Aida, y sobre todo con Don Carlos– con obras de gran brillantez, alto pulso dramático y enorme madurez, complemento idóneo de sus respectivos dramas.
La orquesta y el coro mostraron un perfecto estado de forma, y sobre todo, se sintieron como pez en el agua en un repertorio que pueden considerar propio. Impresionantes los metales, mucho mejor que en su reciente visita de mayo al Konzerthaus, con unos trombones prominentes que dieron una lección de como interpretar esta música. El coro también estuvo superlativo, exaltados e intensos en las piezas de bravura, y recogidos y cálidos en las mas emotivas. Además el escenario al aire libre de Grafenegg les permitió expandirse todo lo que quisieron sin peligro de saturar el sonido.
Empezó la noche con la obertura de “Nabucco”, la obra que puso a Verdi en el mapa. Riccardo Chailly arrancó a alto nivel y le imprimió viveza rítmica, brillantez orquestal y un legato cálido en la melodía del coro de esclavos. Y si la orquesta empezó a gran nivel, ¿qué decir del coro? El «Gli arredi festivi giú cadano infranti» es una piedra de toque de primer nivel a la que respondieron con una solvencia pasmosa «levitas» y «vírgenes». Casi sin poder respirar, los inconfundibles acordes del «Va pensiero» nos transportaron a otra galaxia. El sublime coro de los hebreos que llora por su «patria tan bella y abandonada» sonó en las voces de la Scala en toda su gama sonora con la mezcla idónea entre flexibilidad y poderío, con una expresividad perfecta mezcla de la nostalgia y la esperanza. Chailly y el coro, en un alarde de dominio absoluto, prolongaron la nota final hasta el infinito. Seguimos a alto nivel con un «Geruslamen» –con el que arranca el tercer acto de «I Lombardi»– de ardores guerreros y continuamos con un evocador «O Signore, dal tetto natio» de cruzados, peregrinos y señoras. La parte «española» de la velada comenzó con la breve obertura de Ernani perfectamente delineada, y con un «Si ridesti il Leon di Castiglia» vibrante y flamígero. Interesante escuchar el ballet que Verdi compuso para el tercer acto de Don Carlos, la versión original en francés de la obra tal y como se estrenó en la Ópera de París, y que es muy rara de oír. No está entre el mejor Verdi pero con Chailly y la orquesta lo pareció. De la versión francesa nos fuimos a la italiana para concluir la primera parte de manera brillante con el auto de fe, donde el pueblo exalta la figura de Felipe II –»Spuntato ecco il di d'esultanza»–, y los bajos –los frailes de la inquisición– sonaron aterradores en su «Il di spuntò, di del terrore» cuando acompañan a los herejes a la hoguera. Chailly y la orquesta bordaron la memorable página verdiana.
Tras el descanso, arrancamos con el preludio y los dos coros de brujas de Macbeth, para casi sin pausa llegar al momento de mayor altura musical de la velada. Un «Patria oppressa!» emocionante, conmovedor, susurrado por momentos, con el coro matizando cada frase, con la orquesta acompañando y dando sentido a todo, y que nos dejó prácticamente sin habla. La intensidad alcanzada fue tal que yo me hubiera ido ahí. Era difícil ir a mas, y efectivamente así fue. Y no se me interprete mal, no es que la orquesta y el coro no siguieron a un nivel excepcional, sino que poco a poco empezamos a abandonar el cielo para ir aterrizando en la tierra, o lo que es lo mismo, pasamos del plano de los sentimientos y de las emociones al del espectáculo, lo cual no es malo, pero es diferente. Impresionante el coro de gitanos del Trovador, brillante y expansiva la obertura de La forza del destino, con un Chailly sacando petróleo de las cuerdas y manteniendo el gran nivel de maderas y metales, y en fin, espectacular el «Gloria all'Egitto» de Aida con la marcha triunfal, las trompetas egipcias y toda la subsiguiente parafernalia, que si por si solo es capaz de poner boca abajo cualquier auditorio, interpretada a este nivel lo hizo aun mas.
No podía terminar así la fiesta, y no lo hizo. Tras varias salidas a saludar y tras varias ovaciones de gala tanto al coro como a su director, Alberto Malazzi, Orchestra e Coro del Teatro alla Scala nos interpretaron fue de programa el «Viva Simon!», el breve y vibrante coro con el que el pueblo genovés proclama a Boccanegra como su Dux. Fue un extraordinario colofón a un memorable concierto en el que el público respondió mejor a la parte espectacular que a la sentimental. Quizás unos gritos de «¡Viva Italia! ¡Viva Verdi!» al acabar el «Va pensiero», de los que nunca faltan en la Arena de Verona hubieran ayudado en este aspecto.
Fotografías: Teatro alla Scala.
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