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Crítica: Protean Quartet continúa su idilio con el FIAS de Cultura Comunidad de Madrid

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Autor: Mario Guada
4 de junio de 2023

El joven cuarteto español, con sede en Centroeuropa, regresó por tercera vez al festival madrileño para corroborar que se trata de una de las propuestas más destacadas en el panorama europeo del género cuartetístico con un acercamiento historicista

Vibra el cuarteto

Por Mario Guada | @elcriticorn
Madrid, 26-III-2023, Real Monasterio de la Encarnación. XXXIII FIAS 2023 [Festival Internacional de Arte Sacro de la Comunidad de Madrid]. The Esterhazy Connection. Obras de Luigi Boccherini, Gaetano Brunetti, Franz Joseph Haydn. Protean Quaret: Javier Aguilar Bruno y Edi Kotler [violines], Ricardo Gil Sánchez [viola], Clara Rada Gómez [violonchelo].

Nunca he disfrutado tanto de la música instrumental: están llenos de invención, fuego, buen gusto y nuevos efectos, y parecen el producto, no de un genio sublime que ya ha escrito tanto y tan bien, sino de uno con talentos muy cultivados, que no había gastado nada de su fuego antes.

Charles Burney sobre los Cuartetos de cuerda, Op. 76 de F.J. Haydn [p. 1797].

     Llegaron en 2021 para asombrar a propios extraños con un programa tan bien concebido como excepcionalmente defendido. Volvieron en 2022, para dejar claro que lo de su estreno en el FIAS [Festival Internacional de Arte Sacro de la Comunidad de Madrid] no había sido un espejismo. Y en este 2023 lo han vuelto a hacer, con otro programa singular e inteligentemente conectado, en el que de nuevo hacen una defensa importante de la creación cuartetística ibérica, gracias a la estrecha colaboración que mantienen desde hace tiempo con los musicólogos de Ars Hispana. Hablo, obviamente, de Protean Quartet, quien este mes de junio copa, precisamente por méritos como estos, la portada de Codalario. Un concierto de nuevo de altísimo nivel, en el que fue otro de los grandes eventos de un FIAS que definitivamente se ha alzado como el más poderoso y artísticamente relevante en sus más de tres décadas de historia.

   El programa que protagonizó este concierto está definido de la forma que sigue por loso miembros de Protean: «El programa se centra en la música de compositores vinculados a tres cortes ligadas a tres de las potencias absolutistas más importantes del Antiguo Régimen. Gaetano Brunetti, de origen italiano, fue el principal compositor en la corte española de Carlos IV, quien fuera un gran melómano. Esto otorgó a Brunetti, casi de manera exclusiva, el privilegio de ser partícipe en todo evento musical que se diera en el Palacio Real o los Reales Sitios, con todas las ventajas que conllevaba ocupar tal posición en un contexto como el del Antiguo Régimen. De manera paralela, otro italiano como Luigi Boccherini gozó de posiciones similares al amparo del Infante Don Luis, desterrado a Arenas de San Pedro como consecuencia de su matrimonio morganático con María Teresa de Vallabriga y Rozas. Mientras, en la corte de Esterhazy, Haydn, considerado como el padre del cuarteto de cuerda, compuso la mayor parte de su obra como maestro de capilla de tres miembros de la familia: Paul Anton, Nikolaus y Anton. De estos períodos, nacieron los op. 20, los op. 33, los op. 50 y los op. 76. De lo que no cabe ninguna duda, es que la figura del músico cortesano en la segunda mitad del siglo XVIII coincidió con el auge de la formación del cuarteto de cuerda. Haydn nos dejó 68 cuartetos de cuerda, mientras que Boccherini y Brunetti compusieron 90 y 50, respectivamente».

   Comenzó la velada con la interpretación del Cuarteto en do menor, Op. 2, n.º 1, G 159 [1761], del ítalo-español Luigi Boccherini (1743-1805), en el que plantearon en escena una de las tres distintas colocaciones a lo largo de la velada, con violín I, viola, violonchelo y violín II. Estos Sei Quartetti, Op. 2 de Boccherini establecen una interesante línea en el desarrollo de la historia del cuarteto de cuerda. Al ser los únicos de sus noventa cuartetos completos que fueron compuestos antes de la emigración de Boccherini de Italia, están en gran medida libres de algunas influencias posteriores. En estos primeros cuartetos, escritos en 1761, se pueden observar características específicas que, desde el punto de vista de la historia del género, indican claramente la independencia tanto de Giovanni Battista Sammartini, como del tipo del cuarteto de tipo divertimento contemporáneo a cargo de Haydn. No se sabe mucho acerca de una ocasión específica o un posible comisionado para la composición de estos nuevos cuartetos de Boccherini. Todos ellos presentan una estructura convencional entonces de tres movimientos con la disposición rápido-lento-rápido [o minuetto], con los movimientos centrales en una tonalidad diferente a la de los movimientos exteriores. El primer de los cuartetos, interpretado aquí, con el que Boccherini se probó ante los entendidos –así lo destaca el título de la primera impresión de 1767, dedicado «A veri Dilettanti e Conoscitori di Musica»–. La obra presenta una fuerte característica armónica, aportada por la tensión de la 7.ª disminuida, «un puro topos de la época». Para algunos expertos en su obra es posiblemente una cita y podría relacionarse con los años vieneses de Boccherini, dado que los compositores František Ignác Antonín Tůma y Mathias Georg Monn también la utilizaron como comienzo de un movimiento para una sonata y sonata a quattro, respectivamente. Es un cuarteto notablemente cautivador, cuyos temas parecen agudamente contorneados, con una elaboración motívica brillante y con un elemento de cierto dramatismo en su final. Una obra de poderoso interés, ofrecida aquí con la calidad a la que ya tienen los cuatro miembros de Protean acostumbrado al público fiel del FIAS.

   Desde el Allegro comodo inicial se atisbó el fantástico trabajo de filigrana que cabría esperar de un cuarteto como este, dados los antecedentes en esta cita anual. Exquisita labor en las articulaciones, tan homogéneas y obsesivamente trabajadas, como imponentes en su resultado, un fraseo repleto de sutileza y un cuidado del sonido mimado al extremo. ¿La sensación? La que uno tiene cuando está antes grandes agrupaciones, que todo fluye con una enorme naturalidad. Impecable elaboración de algunos pasajes en dúos paralelos violín/violonchelo y violín II/viola, cabe remarcar, además la poderosa expresividad perseguida en el tratamiento de las dinámicas, con momentos de enorme sutileza que sin duda lograron un mayor impacto que los de mayor vigor. Exquisita firmeza y pulquérrima afinación en el final del movimiento, dando paso a un Largo central que se inició con un excelso solo de Clara Rada al violonchelo, acompañada por viola y violín II, ofreciendo una sonoridad muy interesante del trío. Después, la aparición del violín I, con Javier Aguilar exhibiendo un grácil manejo del trino, completó el cuarteto. Excelente desenvoltura en los pasajes de descensos cromáticos, destacó el uso notable del vibrato como recurso en el chelo, así como el añadido de muy delicadas ornamentaciones en la repetición de la exposición en el violín I. Enorme impacto también el de los acordes en pianissimo, con enorme cuidado por parte del Protean. La superposición de entradas en la sección de desarrollo de magnífica factura, llegó plasmado con idéntica calidad, así como en el exquisito crescendo planteado antes del final. El Allegro conclusivo, con un inició rítmico y en staccato muy destacado, sirvió como antesala a la primera elaboración del brillante tema, con un equilibrio muy bien planteado entre las líneas. Impecable contraste dinámico, además de la labor realizada en los pasajes a unísono. El tema lució igualmente brillante en el violín II del israelí Edi Kotler, en un cuarteto que sorprendió por la madurez en la toma de decisiones y su excelente plasmación.

   La obra española representante en este concierto fue el Cuarteto n.º 3 en do mayor, L 158 [1774], obra del italiano también españolizado Gaetano Brunetti (1744-1798). Como comentan al respecto Ars Hispana: «Existe una partitura autógrafa del propio Brunetti con los seis cuartetos, partitura que se encuentra actualmente depositada en la Biblioteca Nacional de Francia (Ms. 1635). Se trata de un cuaderno de 106 folios (numerados con posterioridad) en formato apaisado, al que se le guillotinaron los laterales, una operación que impide que algunas indicaciones se lean de modo adecuado. Si designamos Opera 3.ª a los cuartetos catalogados por Labrador con los números L 156-L 161 es porque, al comienzo del primer cuarteto de la serie, aparece escrita en el extremo superior derecho la expresión ‘Opera 3.ª’. Los seis cuartetos de la Opera 3.ª de Brunetti han de fecharse en el año 1774, ya que uno de los cuartetos de la serie (el tercero […]) está fechado en este año […]. La composición puede datarse de un modo más justado entre octubre y finales de noviembre de 1774. Para sostener tal afirmación ha de tenerse en cuenta en la primera página del primer cuarteto viene escrita, en el extremo superior izquierdo, la expresión San Lorenzo’ […]. De acuerdo a esta indicación, los cuartetos de Brunetti debieron componerse durante la estancia de la Corte Real en el Real Sitio de San Lorenzo de El Escorial. Todos los años la corte de Carlos III residía unos meses en San Lorenzo con el fin de practicar la actividad cinegética».

   Cambiando la formación en escena, ahora en un más habitual violín I/violín II/violonchelo/viola, este cuarteto presenta únicamente dos movimientos, un inicial y contrastante Largo sostenuto-Allegretto, para concluir con un Tempo di Minuetto. Es siempre una excelente idea por parte de Protean que imbriquen y pongan en contexto cuartetos aún hoy desconocidos, comparándolos con algunos autores y obras de enorme peso en el repertorio. Fue el caso de este cuarteto, una miniatura de enorme interés, como quedó patente en la lectura del joven cuarteto. Inicio muy destacado en sendos violines, con un trino tan nítido y afinado en el agudo como refinado resultó el acompañamiento de su partenaire violinístico. Sin duda, el carácter más desenfadado de este cuarteto causó más impacto al situarlo entre las muestras de Boccherini y Haydn. Las articulaciones más cortas y marcadas llegaron con gran nitidez y sincronización entre los cuatro miembros, con un violonchelo elaborando una línea en ocasiones con muchas resonancias a un bajo continuo más arcaizante. El Minuetto final, con su liviandad ternaria casi volátil, resultó muy sugerente, sobresaliendo aquí la calidez en el color y el deleitoso fraseo en la viola de Ricardo Gil, que posee un sonido de gran belleza. El cambio de colocación aportó, además, una oportunidad para apreciar esas otras sonoridades respecto a Boccherini, con un mayor empaste pro proximidad en los violines y una viola más presente.

   La composición que cerró el programa fue el Cuarteto en re menor, Op. 76, nº. 2, Hob. III: 76 [1796-1797], conocido como «las 5.as», del austro-húngaro Franz Joseph Haydn (1732-1809). Sobre este Op. 76 de Haydn dice lo siguiente Richard Wigmore: «Haydn era una celebridad internacional, festejada desde San Petersburgo hasta Nápoles, cuando escribió su último conjunto completo de cuartetos, publicado como Op. 76. Encargados por su amigo el conde Joseph Erdődy, que incluso en los años de escasez de dinero de las guerras napoleónicas mantuvo su propio cuarteto de cuerda privado, los cuartetos se empezaron en el otoño de 1796, un año después de su regreso de su triunfal segunda visita a Londres, y se terminaron el verano siguiente. Estas seis obras maestras comparten la profundidad y el atractivo popular de las sinfonías londinenses de Haydn y de los cuartetos que escribió para Londres, Opp. 71 y 74. Pero sus argumentos son aún más impredecibles que los de las sinfonías londinenses. Pero sus argumentos son aún más impredecibles, a veces hasta el punto de la excentricidad magistral, sus contrastes –no menos importantes sus bandazos desde el sofisticado salón al verde del pueblo– aún más extremos. Ningún conjunto de cuartetos de cuerda del siglo XVIII es tan diverso ni tan ajeno a las normas de la época. Después de escucharlos en Londres, Charles Burney, amigo de Haydn, escribió para decir que ‘nunca he disfrutado tanto de la música instrumental: están llenos de invención, fuego, buen gusto y nuevos efectos, y parecen el producto, no de un genio sublime que ya ha escrito tanto y tan bien, sino de uno con talentos muy cultivados, que no había gastado nada de su fuego antes’».

   Único de los tres cuartetos del programa en cuatro movimientos, se abrió con un Allegro inicial de una escritura relativamente obsesiva, «bastante alejado del amable y jovial ‘Papá Haydn’ del mito popular». Nuevo cambio, aunque no aquí en las posiciones en escena –que se mantuvieron igual: violín/violín II/viola/violonchelo–, sino en el rol de violín I, asumido ahora por Kotler, con poco que reprocharle en función de su compañero, aunque ambos presentan algunas características distintas, siendo probablemente la más marcada que Aguilar tiene un sonido algo más brillante y exuberante, mientras que en Kotler es algo más redondo y obscuro. Excelentemente trabajadas las disonancias del movimiento, así como los pares iniciales de 5.as descendentes que dan a la obra su apodo. Las transiciones entre pasajes resultaron especialmente memorables en el violonchelo, pero también impactó la filigrana en el traspaso imitativo de motivos entre ambos violines. Todo el movimiento, que resulta a la par inquieto e inventivo, rebosa cierta imprevisibilidad «haydniana», de forma muy especial en el final del desarrollo, sobre todo a nivel armónico. Aquí, la marcada intención de Protean Quartet por despejar las incógnitas de la escritura revertieron en una visión muy expresiva, implementada de forma especial en el trabajo de las cadencias y en el manejo de los silencios. El movimiento lento [Andante o più tosto allegretto] proporciona la relajación necesaria tras el monumental inicio. En la apertura, el primer violín elabora una seductora cantinela sobre unos pizzicati muy sugestivos. La repetición del tema, bellamente ornamentada, se complementó con unos gestos rítmicos muy bien descritos en el tutti. Las variaciones del tema y el planteamiento ornamental del violín I fueron lo más poderoso en este movimiento, antes del insinuante final de la viola –acompañado por un pájaro cantor, no menos delicado, que nos acompañó durante la velada–.

   La escritura canónica a dos partes del Menuetto. Allegro ma non troppo, con un sonido bastante arcaizante –los instrumentos graves imitan a los dos violines en una distancia de un compás–, recuerda a los primeros cuartetos de cuerda de Haydn. Bien elaborada la homofonía en los violines, la hondura expresiva llegó aquí en el dúo conformado por viola y violonchelo. Bien solventado el agudo en el violín I, la concepción por bloques violines/viola y chelo resultó muy poderosa. El movimiento conclusivo [Vivace Assai], con sus leves glissandi y un cierto deje húngaro, fue resuelto con una afinación general muy ajustada, en un planteamiento del tutti de poderoso empaque. Un movimiento exigente, en el que Protean regaló a los asistentes una excelente plasmación de la definición de cuarteto, con todas las virtudes que este ha de tener, en un trabajo muy inteligente sobre el planteamiento estructural de cada obra a nivel individual y de una especie de «supracuarteto» con las tres obras que conformaron el programa. Espectacular definición de ambos violines en el registro agudo, con articulaciones muy diáfanas y un color general realmente hermoso.

   En definitiva, otro éxito más de Protean Quartet que ha conquistado definitivamente el FIAS, convirtiéndose en uno de los imprescindibles del festival. Ojalá otras programaciones del panorama madrileño y nacional tomen notan y podamos esucharles por aquí no sólo una vez al año. Lo merecen… Como regalo al público asistente, que ofreció una calurosa acogida a estos talentos, ofrecieron una versión excepcionalmente rica para cuarteto de la Chacony en sol menor, Z 730 de Henry Purcell (1659-1695), que funcionó excepcionalmente bien, con un color y un recogimiento apabullantes, lo que sirvió además para poder verles en otro tipo de lenguaje, en el que se mueven también con notable comodidad.

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