A estas alturas enumerar las virtudes (no universalmente apreciadas o aceptadas, todo hay que decirlo) de Philippe Jaroussky supone antes de nada partir de las peculiaridades de su voz, de su timbre blanquísimo, de textura como del más puro cristal, que precisamente por su cualidad etérea consigue, en sus mejores momentos, crear atmósferas mágicas e irreales, y momentos de intensa emoción estética, completamente absorvente para el oyente; claro que son estas virtudes las que también incuban devilidades que se hacen más o menos notorias, incluso evidentísimas aunque no se quieran admitir, según la pieza concreta. Es imposible por tanto juzgar sin separar claramente el desempeño en las arias de carácter más dulce, soñador o doliente, tempo lento y tesitura más central, y el que se produce en aquellas otras dominadas por la coloratura y los efectos pirotécnicos, donde se debe internar en los extremos superior e inferior de la tesitura y trasmitir affetti como la furia o el ardor guerrero. La diferencia quedó manifiesta desde el mismo principio; mandan los cánones al uso que en recitales como este se alternen arias sin que coincidan dos seguidas del mismo carácter y que la primera sea espectacular y rápida. Dicho y hecho, Mira in cielo como inicio se adapta perfectamente a estas normas, pero dejando al margen el riesgo que siempre supone empezar con una pieza de estas características, fue considerablemente mejor la segunda sección de tempo lento y amplias frases que la parte de coloratura y sobre todo las subidas al agudo, al borde del grito y ofreciendo en todo caso sonidos nada agradables, constante toda la noche y nos tememos que una una de las características negativas de la voz que hemos comentado, y que con los años si acaso se ha agudizado. El aria siguiente Si pietoso il tuo labbro, mucho más adecuada, le permitió mostrar fiato e incluir una bonita cadencia, recogiendo los primeros bravos. Cerrando la primera parte otras dos arias, la lenta Nel già bramoso petto, hermosísima y muy bien servida, y el aria di tempesta Come nave in ria tempesta, donde el cantante lució una coloratura rapidísima y precisa; pero al margen de los inevitables problemas en el agudo el mayor inconveniente reside en la incapacidad para trasmitir el carácter del aria, por temperamento y color vocal. Con todo, buena nota aunque solamente fuera en la parte que de ejercicio circense tiene el aria, y entiéndase esto exento de cualquier carácter peyorativo.
Las impresiones sobre la segunda parte no diferen gran cosa de lo ya dicho, y no hacer falta salirse de la primera pieza Dall' amor più sventurato, para comprobar lo diferente de las frases iniciales, de escritura carente de dificultades, de aquellas que se desarrollas sobre los versos D'ogni tormento, che porgue Amore, y siguientes. Fantástico Jaroussky en Le limpid' onde, donde también añadió una hermosa cadencia doblado por la flauta, y elevándose a la categoría de excepcional en Alto Giove, una de las mejores arias de todo el siglo XVIII (lo que es mucho decir) donde el cantante da lo mejor de sí, todo fluye naturalmente y la atención del público queda atrapada desde la impactante messa di voce inicial. ¿Sorprenderá entonces que diga que no se alcanzó el mismo nivel, ni capacidad comunicativa, en Nell' attendere il mio bene? Sin querer insinuar ni mucho menos que estuviera mal cantada, incluso podría afirmarse que lo estuvo muy bien... no obstante falta ese algo que hubiera convertido la interpretación en redonda.