La agrupación camerística checa se presenta de nuevo en el ciclo de cámara del Centro Nacional de Difusión Musical para ofrecer, en unión con la pianista rusa, un programa con obras de Béla Bartók, Bohuslav Martinů y Juliusz Zarebski
Pulsiones eslavas
Ana M. del Valle Collado | @ana.budulinek
Madrid, 18-I-2023, Auditorio Nacional de Música. Liceo de Cámara XXI, Centro Nacional de Difusión Musical. Cuarteto de cuerda n.º 4, Sz. 91 de Béla Bartók; Cuarteto de cuerda nº 7 «Concerto da camera», H314, de Bohuslav Martinů; Quinteto para piano y cuerdas en sol menor, Op. 34 de Juliusz Zarebski. Cuarteto Pavel Haas: Veronika Jarůšková y Marek Zwiebel [violines], Karel Untermüller [viola], Peter Jarůšek [violonchelo]; Varvara [piano].
Desde aquella primera aparición en el Liceo de Cámara en 2011, era obvio que no había que perderle la vista al Cuarteto Pavel Haas. Hace ya veinte años que los checos vienen ofreciendo interpretaciones llenas de vigor, energía y delicadeza a partes iguales. Este fue el caso, una vez más, del recital al que tuvimos la suerte de asistir el pasado 18 de enero. ¿La propuesta? Un repertorio compuesto de autores eslavos, desde uno de los grandes de la música de cámara del pasado siglo, como es Bartók, hasta el desconocido Zarebski, pasando por el checo Martinů.
Los cuartetos del húngaro Béla Bartók son uno de los «pesos pesados» del repertorio camerístico del siglo XX, tal y como lo fueran los de Beethoven para el siglo XIX. Al igual que ocurre en el Cuarteto n.º 5, Bartók escribe su Cuarteto de cuerda n.º 4 en 5 movimientos, preocupado por mostrar una gran diversidad en cuanto a forma, armonías y timbre pero sin perder por ello la unidad del conjunto. Las numerosas dificultades técnicas, cromatismos, disonancias y otros desafíos, pese a presentarse endulzados con ráfagas de rítmicas músicas y bailes tradicionales propios del folklore húngaro, rumano y búlgaro, rozan en esta obra el límite del virtuosismo en las cuerdas. Suerte que para domar a semejante y maravilloso «monstruo» contáramos con una agrupación de la solvencia del Cuarteto Pavel Haas. Su calidad de sonido es asombrosa, su amplitud de dinámicas va desde un pianissimo absolutamente delicado hasta los acordes en fortissimo del último movimiento, generalmente interpretados con demasiado ataque, pero que con el Pavel Haas no pierden en ningún momento su nitidez, tocados con energía y elegancia.
En el tercer movimiento, núcleo de la obra, es donde Peter Jarůšek muestra todo su buen hacer con su cello, la melodía que interpreta sobre la base armónica que han ido creando sus compañeros en sucesivas entradas es puro lirismo, culminando en un dúo con el primer violín en un canon de movimiento contrario con reminiscencias húngaras, misterioso y magnético.
Vemos la coordinación, equilibrio sonoro y «reparto de roles» del Cuarteto Pavel Haas reflejados en sus interpretaciones de los últimos tiempos. En el caso de Bartók esto se haizo especialmente patente en momentos como los enormes glissandi del primer movimiento o los pizzicati furiosos «à la Bartok» del cuarto. Tanto el cello de Jarůšek como el primer violín de Veronika Jarůšková parecen dirigir por turnos el desenvolvimiento de la música y todos se muestran perfectamente integrados, especialmente la viola de Dana Zemtsov, algo fantástico si se tiene en cuenta su incorporación más tardía al conjunto. Con su interpretación de Bartók el Cuarteto Pavel Haas nada le tiene que envidiar a grabaciones de referencia como las del Cuarteto Vegh o el Takacs.
Tras semejante aluvión de estímulos, el Cuarteto de cuerda n.º 7 del checo Martinů quedó algo cojo. Y no por falta de virtuosismo, sino porque el agravio comparativo pesaba. Aún se sentía en el aire los últimos acordes de Bartók cuando entró el modernismo clásico del checo que a ratos recuerda a Haydn a ratos a Dvorák. Puede que buscando el contraste, puede que con la idea de construir un todo de carácter eslavo en sus programas, en algunos de sus últimos conciertos el Cuarteto Pavel Haas ha «emparejado» al Cuarteto n.º 4 de Bartók con el n.º 7 de Martinů. Después de desenvolverse con maestría ante tal coloso, no nos extraña que se manejen también a la perfección con el checo. Con Martinů volvieron a mostrar esa manera de interpretar lo difícil como algo fácil, fluido, con un sonido brillante y muy bonito, especialmente en el segundo movimiento.
El Quinteto para piano y cuerdas del según se vea ucraniano o polaco Juliusz Zarebski, que el Cuarteto Pavel Haas había interpretado junto con a la pianista Varvara el día anterior en Bilbao, fue toda una sorpresa. En esta obra, que Zarebski como alumno predilecto de Franz Liszt le dedica a su maestro, éste integra perfectamente las cuerdas con el piano, si bien este último parece tener un mayor peso en la composición. Para modelo la relación de las cuerdas con el piano de la rusa Varvara cuya alternancia de lirismo y patrones rítmicos despertaban sugerencias brahmsianas. Con una ejecución segura, brillante y muy virtuosa Varvara supo destacar en momentos como el tercer movimiento, cuyo Scherzo quizás sea la parte más «polaca» al estilo de Chopin de la obra. Se nota la larga sombra de César Franck cuando retomando el tema de dicho Scherzo éste es presentado de nuevo en el último movimiento, el Finale: Presto, en forma cíclica que «redondea» la obra. Fue este último muestra de una arrebatadora pulsión de cuerdas y teclas, tanto que, cuando tras los aplausos hubo que elegir una pieza de propina, fueran estos últimos compases los que cerraran la intensa velada.
Fotografías: Elvira Megías/CNDM.
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